lunes, enero 30, 2006

 

Cuentos de Jano: El visionario


No sé cuántas cervezas llevaba aquel tipo, pero te aseguro que si yo me hubiese tomado la cuarta parte ahora estaría agonizando en un hospital. Tampoco sé por qué entré en aquella maloliente taberna. Me encontraba en la barra, con una coca cola, algo triste, pues fue uno de esos días en los que todo te sale del revés. Así que decidí dar un paseo, y tras una larga caminata me entró sed. A esas horas no vi nada abierto, salvo el lugar donde estoy ahora. Un sitio oscuro, del que la luz parecía escapar. El barman era un tipo gordo, muy gordo, quizás alimentado a base de hamburguesas y carne grasienta; parecía irlandés y barruntaba palabras en una mezcla de español e inglés a tal velocidad que me costó entenderle cuando me preguntó lo que iba a tomar. No toleraba bien el alcohol, y cuando le pedí una coca-cola me miró cabreado, como si despreciase las pintas que servía en jarras de litro. Despareció tras una cortinilla y aproveché para inspeccionar el local. Era muy angosto, y al final de la barra se abría una pequeña habitación con mesas y sillas. Centenares de botellas de cerveza vacía descansaban en las estanterías, como en cualquier taberna irlandesa supongo, pero aquellas debían tener una capa de polvo de varios milímetros de espesor.

Entonces le vi; tenía toda la pinta de ser un borracho, no sólo por su demacrado aspecto, sino porque en la mesa se amontonaban varias jarras de cerveza vacías. La oscuridad me impedía contarlas, pero debía haber al menos cinco. Vestía una chaqueta de cuero vieja, que tenía toda la pinta de haber pasado una guerra. Los rasgos de su cara le delataban como irlandés, pero no de pura cepa, pues podía detectar genes latinos en su envejecido rostro. Nuestras miradas se cruzaron y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Aquel hombre me examinaba lo cual me hizo pensar, por un momento que su mirada era hasta de deseo. Joder, era lo que me faltaba, ligar con un viejo borracho sin ser gay. No, no era eso. ¿Será un psicópata en busca de una víctima? ¿O un macarra en busca de bronca? ¿Algún patético fracasado resentido con el mundo que ya sólo sabía expresarse a base de hostias y borracheras? Creo que debería irme a casa.

—¡Tu coca-cola! ¡¡Ehhh tu coca-cola!!—un brusco golpe que el barman dio en la mesa me despertó de aquel curioso letargo, intentando averiguar lo que tramaba aquel misterioso personaje. Saboreé el refresco en un largo trago y decidí que era hora de regresar a mi morada, ponerme el pijama y deslizarme entre las sábanas. El día había acabado, y no me gustaba cómo lo estaba haciendo. Mañana no madrugaría mucho. Me prepararía un buen desayuno y pasaría la mañana limpiando y escuchando mis viejos pero bien conservados vinilos. Sin embargo algo pasaba y me acababa de dar cuenta de ello: me estaba meando. Tenía que ir al baño y pasar junto a ese hombre. Joder. Bueno, iría deprisa y no le miraría. A la de tres, un dos tres! Y avancé con celeridad hacia el aseo de caballeros, el cual, a juzgar por el aspecto del bar, debía de estar hecho un asco.

Para mi sorpresa, aquel tipo no estaba en la mesa; sentí un alivio tremendo, pero al mismo tiempo incertidumbre. ¿Dónde coño se había metido? Bueno, daba igual. En un minuto todo habrá acabado. Efectivamente el baño apestaba, así que me apresuré, tanto que al cerrar la cremallera casi acabo con mi virilidad. Pero al salir de aquel nauseabundo cuarto le tenía delante. Me impedía el paso; joder, ¿y ahora qué? Mierda, ¿qué hago? Se me heló la sangre. ¿Cómo podía darme miedo aquel borracho? Mis dientes rechinaban y me preparaba en posición de defensa cuando unas palabras salieron de su boca.

Continuará

domingo, enero 29, 2006

 

A contracorriente


El período de rotación que la Tierra realiza sobre su eje hace que cada 24 horas volvamos al mismo lugar y a la misma hora y que aparezca el concepto de día. Veinticuatro horas, mil cuatrocientos cuarenta minutos y ochenta y seis mil cuatrocientos segundos. Normalmente se le llama día a la franja de esas veinticuatro horas durante la cual el sol nos ilumina. Ello cambia en invierno, pues anochece antes y amanece más tarde, por tanto hay menos horas de sol. Pero no ricemos el rizo. Sabemos a qué nos referimos cuando hablamos de noche y día. De noche solemos dormir (la cita con Morfeo) y de día trabajar, estudiar, o lo que te apetezca. La mayoría de las personas funcionan así. La mayoría.

Yo coexisto entre los dos mundos. A veces me toca trabajar de noche y dormir de día, y debo reconocer que no me gusta. Antes era peor, ya que no me acompañaba Jano y por tanto dependía del transporte público. Debía salir de casa antes y volvía más tarde. Cogía el metro por las mañanas en hora punta, con cara cansada, igual que muchos miles de ciudadanos. Pero ellos iniciaban su jornada laboral y yo me dirigía a casa a dormir. El metro en hora punta es agobiante; es difícil encontrar un asiento y a veces incluso es difícil meterse en un vagón. Luego esperar el bus y que no haya mucho tráfico. Llegaba sobre las nueve, desayunaba algo y me deslizaba entre las sábanas esperando caer dormido cuanto antes (lo cual a veces no era nada fácil). Despertaba sobre las cuatro, con dolor de cabeza y me tomaba un café. Ahora con coche he ganado calidad de vida ya que tengo más tiempo para mí. Sin embargo la sensación de vivir a contracorriente perdura.

Pero no puedo quejarme, pues trabajo poco; de momento no puedo aspirar a más, hasta que acabe la carrera, lo cual debería suceder ya este año. No mola trabajar los fines de semana. Tampoco mola trabajar solo. Sobretodo porque cuando te da el bajón te da más fuerte. Enero ha sido un mes complicado, con otra nueva cuesta que subir; de hecho hubo una mañana que me dio un bajón que nunca me había dado antes; una consecuencia de muchos sucesos acontecidos tiempo atrás. Qué sensación tan extraña; los ojos en blanco, todo da vueltas, la piel pálida, un sudor frío que recorre el cuerpo. No fue un buen día la verdad. Y tuvo que ser en mi domingo libre. El día acabó con un encuentro algo inesperado, uno de esos momentos en los que el pasado, el presente y el futuro se encuentran los tres. Momentos de confusión. Momentos de ir a contracorriente.

Se acerca febrero y se presenta un mes más tranquilo; poco trabajo, un dinerillo extra por las horas realizadas y más cambios; más puertas por abrir. De momento ya solté el clavo ardiendo al que me había agarrado con tanta fuerza. Pero olvidar no es tan sencillo y lleva tiempo. Einstein tenia razón: el tiempo es relativo. Y mi madre también: el amor es muy complicado, y no te comas la cabeza por algo que no funciona. No vayas a contracorriente.

viernes, enero 27, 2006

 

Miedo al miedo


Coge el manillar con las dos manos, contrólalo y empieza a pedalear. Mantén el equilibrio y verás que no pasa nada.
—¡Qué miedo, me voy a caer! ¡Jo no quiero! ¡Por favor papá, dejémoslo para otro día!
—Vamos, adelante. Ya es hora de que aprendas a montar en bicicleta
.

Me subí en la bici y tragué saliva; estaba tan nervioso que me puse a temblar; por mi cabeza pasaban imágenes de mí mismo, tumbado en el suelo, llorando y sangrando por alguna herida. Pero no tenía escapatoria. El momento había llegado. Suspiré y puse los pies en los pedales; ya no estaban esas ruedecillas que me mantenían pegado al suelo, que me facilitaban el equilibrio. Tenía que aprender sin ellas. Todo era tan sencillo cuando estaban. Ejercí la fuerza con las piernas y la bici comenzó a moverse lentamente, zigzagueando.

—¡¡Me voy a caer, me voy a caeeerrr!! —gritaba asustado.
Y unos segundos después, me caí; estaba en el suelo, llorando y sangrando por una rozadura que me había hecho en la rodilla. Justo como había imaginado.

—¿Lo ves? ¡¡Me he caído!! ¡¡Te dije que me iba a caer!! ¿Por qué me haces esto?
—Te has caído porque has querido caerte; tenías tanto miedo de que te pasase que te ha sucedido. Levántate. Veamos esa herida. ¡Pero si no es nada! Ve a que tu madre te la cure y después, dentro de un rato, volvemos a intentarlo
.
—¿Otra vez? No por favor, otra vez no.
Javier, vas a aprender a montar en bicicleta. Aunque te caigas, aprenderás. Ya tienes doce años, y con el paso del tiempo aprenderás que la vida son hostias, y hay que saber levantarse, y que de cada trompazo, algo habrás aprendido y más fuerte serás. Pero cuidado con aquellos que te das porque has querido darte, que de esos, es más difícil levantarse.

Volví a intentarlo poco después, y esta vez cuando supe que iba a caerme apoyé el pie; seguí practicando y varios días después ya dominaba la bicicleta. De hecho la llevaba a todas partes. Me convertí en todo un bicivolador e incluso me atrevía a hacer caballitos, derrapes y otras piruetas. Alguna marcha a la montaña también cayó. Por supuesto me caí muchas veces, por cometer alguna imprudencia, por estar el suelo mojado o ir demasiado rápido; y mi rodilla también sangró varias veces. Pero sabía montar en bicicleta y cuando montaba en ella no tenía miedo de caerme.

El miedo es un mecanismo de defensa de la mente (o el cuerpo) ante ciertas situaciones; está caracterizado por un estado de alerta, aumento de la presión cardiaca, sobreinyección de adrenalina, aumento de la temperatura, sudoración, etc etc. Cabe aquí distinguir entre dos tipos de miedo, los irracionales (problemas que no existen o sobredimensionados) y los racionales (normalmente vienen precedidos de estímulos o problemas externos y reales). Cuando el miedo es generalizado aparece lo que se llama la angustia, y ésta provoca la aparición de la ansiedad, un estado de máxima alerta ante peligros o amenazas que nos prepara para afrontarlas.

Es normal que aparezca en muchas situaciones; pero a veces se sobrepasa el límite y aparece por problemas que no existen pero que tememos que aparezcan. Tememos esos sentimientos, esos conflictos, tanto a veces que nos provoca un profundo dolor sólo pensar que pudiesen suceder; y por ello acabamos prisioneros de un estado de máxima ansiedad, que curiosamente suele acabar provocando esos conflictos que no queremos que vean la luz. Es lo que se conoce vulgarmente como miedo al miedo. Y este estado si perdura demasiado puede empeorar hasta lo que se llama ansiedad generalizada, el cual al empeorar evoluciona a los que normalmente se conoce como depresión (otro día hablamos de ella).

La mente tiene mecanismos de defensa muy poderosos para tratar de defenderse de estas emociones; la más usada es la evitación, la huida. Después viene el autoengaño, la justificación ante uno mismo, la negación. Y finalmente el olvido. Hasta que vuelve a suceder. Y el ciclo vuelve a empezar. Nadie es perfecto, desde luego y el que nunca se haya sentido así, o no es humano o está mintiendo; todos estamos condenados a caernos de la bicicleta, más tarde o más temprano. Es la única forma de aprender a montar. El problema es cuando tememos caernos estando de pie. Nos caemos, y luego es más difícil levantarse. Qué complicados somos y qué sencillos al mismo tiempo.

miércoles, enero 25, 2006

 

Cinco defectos y/o manías


LAS REGLAS DEL JUEGO SON: El primer jugador de este juego inicia sumensaje con el título "5 extraños hábitos tuyos". Las personas que soninvitadas a escribir un mensaje en su respectivo blog, a propósito desus extraños hábitos, deben también indicar claramente este reglamento.Al final, debéis escoger 5 nuevas personas a indicar y añadir el linkde su blog o diario web. No olvidéis dejar un comentario en su blog odiario web diciendo:"Has sido elegido" y dices que lean el vuestro.

Vamos allá Rubén.

Manías:

1- Llegar demasiado pronto a los sitios; será porque no soporto llegar tarde y siempre salgo con mucha antelación. Me ocurría con más frecuencia antes, pero ahora con coche, con mi fabuloso sentido de orientación, le he dado la vuelta. Acabo esperando yo solo, a veces por largo tiempo.
2- No soporto el más mínimo ruido para dormir; detesto los relojes analógicos y a veces incluso duermo con tapones. Necesito silencio absoluto para poder conciliar el sueño. Además duermo abrazado a la almohada, con ésta en posición horizontal, como si fuese una chica……..¿será por eso?
3- Como a toda hostia; será por la ansiedad. Esto en las cenas es un problema, pues acabo antes que nadie y me toca esperar. A veces incluso me pongo a recoger la mesa antes de que mi madre y mis hermanos hayan acabado. A veces, cuando voy con prisa, incluso como de pie.

4- Bebo mucha agua; siempre voy con una botella pequeña a todas partes y si se me olvida, me compro una; será porque soy fumador y la garganta se me reseca con frecuencia. Diría que hasta tres litros diarios puedo llegar a beber.
5- Soy muy calculador; me gusta tener las cosas bajo control; soy muy nervioso y le doy demasiadas vueltas a las cosas, tanto que cuando es por un problema que me afecta especialmente me produce un gran malestar y pesadumbre.

Se me ocurren muchos más, pero como siga me da el bajonetti

¿A quién le paso el relevo? Déjame que lo piense.

 

Operación Alatriste


Ya están en marcha los primeros proyectos de El Legado de Pandora; en la reunión de ayer atamos algunos cabos que habían quedado sueltos y sacamos a la luz unos nuevos. Eso de montar una asociación es complicado, demasiado papeleo, demasiada burocracia. Y por supuesto, falta de dinero. Por un puñado de euros que nada mal nos vendrían, pues financiar las actividades será un problema importante. Autoproducirnos no es a priori una opción, pues a ninguno de nosotros le sobra el dinero. Tampoco es de recibo poner un precio elevado a las actividades, pues en ese caso no se apuntaría ni Perry Mason. Tendremos que encontrar un equilibrio, llorar a los concejales por alguna subvención y dedicarnos al blanqueo de dinero del narcotráfico (esta opción está cogiendo fuerza).

El primero proyecto es un taller de malabares, para el mes que viene, palos chinos, diábolos y esas cosas. Fabricación y manejo de esos aparatos. Servidor no está muy puesto en el tema, más bien no tiene ni pajolera idea, así que el apoyo será más logístico y moral que docente. El siguiente es más interesante; es una performance de El Capitán Alatriste, creada y diseñada por Víctor, el tesorero del grupo. Se trata de una dinámica pensada para unas 20 personas como máximo, con varios personajes y cuya acción está basada en la improvisación; ayer estuvimos hablando del vestuario, algo muy importante pues aumenta considerablemente el realismo de la escena. Está prevista para Marzo (la película se estrenará en Mayo) y de momento ya tengo papel. Un cura nada más y nada menos voy a ser. Los caminos del señor son inescrutables. Será interesante interpretar a un hombre de Dios, aunque necesito revistar un poco a Stanislavsky.

Original será no me cabe duda, mas tampoco sé mucho de este particular personaje y su entorno. Pero me encantan los retos y no tengo miedo de cruzar las puertas. Por lo demás espero poder realizar mi proyecto personal, La Cena, una obra corta de teatro que con algo de suerte verá la luz en Septiembre de este año. Una historia de mentiras, amor, desamor, conflictos y otras cosillas que transcurren durante una cena. Aparcado está de momento, pues no tengo tiempo de pensar en ello. Los exámenes me esperan, pero me temo que ya está todo visto para sentencia. Pagaré el precio de no haber estado ahí, o de que mi cabeza no estuviese donde debió estar. Si es quién me mandaba a mí enamorarme, hay que joderse. Bueno. Tenemos luz verde.

martes, enero 24, 2006

 

Historias de un viaje a Bruxelles. Cap. 2 Surcando los cielos


Un par de minutos después el avión finalizó su ascenso y viró al este, rumbo a Bruselas; una pequeña pantalla nos informaba en cada momento de nuestra posición, velocidad, temperatura exterior e interior. Volábamos a unos treinta mil pies de altura y fuera hacía frío, mucho frío. Sesenta grados bajo cero nada menos. Unos novecientos kilómetros por hora. A través de la diminuta ventanilla, y cuando las nubes me lo permitían, podía divisar el seco y árido paisaje de nuestro país. Había sido un verano muy caluroso, demasiado quizás, y los embalses sin duda pedían a gritos un poco de lluvia. La sensación era de calma total mezclada con algo de nerviosismo. A ratos charlaba con el pasajero que estaba sentado a mi lado, pero me costaba apartar la cabeza de la ventanilla.

La duración prevista era de una hora y cuarenta y cinco minutos, más o menos; sin embargo apenas cuarenta minutos después del despegue ya podía ver el mar. Para mi sorpresa no íbamos en línea recta, sino que pasamos Euskadi para luego virar al este de nuevo y atravesar Francia. Pude contemplar, durante unos minutos el mar. Sería mi siguiente viaje. Lo echaba de menos. Hay tanta paz cerca de él. Pero tendría que ser más adelante. Ya en tierras francesas, el paisaje era completamente diferente. Todo verde. Iba quedando menos. Nos sirvieron comida, algo que también me sorprendió. Bueno, la bandeja traía un sándwich, una galleta, servilletas y leche para el café. Menos es nada; y el sándwich estaba delicioso. Lo devoré rápidamente y seguí contemplando el horizonte. De repente el avión comenzó a descender; y no tardé en notarlo. Me sentí muy raro, la cabeza me dolía bastante e incluso la mandíbula; cosas de la presión. Saqué un chicle del bolsillo y los mastiqué rápidamente. El alivio no tardó en llegar.

Ya quedaba muy poquito. A través de la pantalla podría ver que habíamos entrado en espacio aéreo belga; apenas unos veinte minutos para aterrizar. ¿Qué aventuras me esperaban en este viaje? ¿Cómo sería la capital europea? ¿Qué tal lo pasaría con Aitor? Pues pronto lo sabría. Durante un par de horas surqué los cielos en un Airbus, rumbo a un nuevo capítulo de mi vida.

viernes, enero 20, 2006

 

Orden en la sala


Este blog va a sufrir bastantes cambios; puesto que tiene más visitantes de lo que pensaba (y algunos bastante sorprendentes), he pensado en ofreceros algo interesante que leer. Creo que por mis artículos ya me conocéis un poquito, por cómo escribo, lo que pienso, cómo me siento. No obstante creo que voy a separar un poco los temas ya que se me están mezclando demasiado. A partir de mañana esta página tendrá tres secciones: la primera, Historias de mi Historia, en la que cuento impresiones, anécdotas, sucesos, sentimientos y emociones vividas a lo largo de estos veintiséis años de existencia. Cosas que me han sucedido o que me suceden, historias de una vida, y de las vidas que se cruzan con la mía. Tengo una memoria casi fotográfica y recuerdo con mucho detalle algunos acontecimientos de mi vida que voy a compartir contigo, si quieres.

La segunda se llama Los cuentos de Jano; sí, has leído bien, Jano es el que me ayuda a redactarlos, a pensarlos, a crear los personajes, las historias. Serán relatos cortos principalmente, con moraleja o sin ella. Los más interesantes los convertiré en relatos más largos y complejos, pero eso ya lo veremos. Le he cogido gusto a eso de escribir, quizás demasiado. No sé si lo hago bien o mal, pero haciéndolo me siento bien. Y estoy cogiendo soltura a la hora de crear historias.

Y la tercera es de tema libre; escribiré sobre lo que me apetezca, lo que pase por mi cabeza, siempre que no pertenezca a las dos anteriores. Algo difícil, pero no imposible. Últimamente me atrevo con todo, hasta con poesía. Veremos qué tal va. No me gustan las normas a la hora de escribir, pero necesito organizarme un poco. Necesito orden en la sala.


 

Pasado, presente y futuro


Tengo veintiséis años, recientemente cumplidos. Nací a las 3 de la tarde de un dos de diciembre de 1979 y crecí en el madrileño barrio de Tetuán. Mi madre me recuerda como un niño regordete, de preciosa melena y algo travieso, un poco asustadizo pero muy cariñoso. La verdad fueron tiempos felices, muy felices. Pero poco recuerdo ya de todo aquello; eran los primeros años de matrimonio de mis padres y vivíamos en un pequeño piso. No teníamos gran cosa, pero nunca me faltó de nada. Tenía unos padres que me querían y se dejaban la piel por mí, un hermano que era mi mejor amigo y una vida tranquila, alejada de problemas y protegida por la inocencia de la infancia. Entre semana iba al colegio y los fines de semana los pasaba en casa jugando o saliendo con mi familia. La verdad es que no tenía muchos amigos, pero me sentía totalmente lleno.

Han pasado muchos años desde entonces y las cosas han cambiado bastante; me miro al espejo y no sé qué es lo que queda de aquel niño. Mi familia ya no es lo que era desde luego; de hecho a veces es difícil hasta llamarlo familia. ¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿Cómo es posible que todo se fuese a la mierda, que cada uno vaya a su bola? Supongo que todos tenemos nuestra parte de culpa. Ya soy un adulto y como tal tengo responsabilidades. Trabajo, estudio, pago letras de un coche, tengo tarjeta de crédito y número de la seguridad social. A los ojos del sistema soy un ciudadano más. Dejé Tetuán hace bastantes años y ahora vivo en un pequeño pueblo en el que nunca me he sentido integrado. Bueno, miento, sí que lo hice, de la manera equivocada. Y luego tuve que des-integrarme.

Antes tenía la extraña sensación de aquí ya no pintaba nada, que necesitaba un cambio muy grande en mi vida, tan grande que implicaba una estancia en el extranjero. Era un presentimiento, pues sentía que había tocado ya el límite de lo que podía arreglar en mi vida. No me atreví a dar ese cambio; sigo buscando mi lugar, mi futuro, mi camino. Me dicen que aparecerá cuando menos lo espere. Por eso me gusta el senderismo. Cada vez que hago una ruta creo que me acerco más a ese camino. Llevo ya bastante sin hacer una excursión y lo echo de menos. Por eso este domingo me acercaré a un pueblecito de Toledo, impulsado por el motor de Jano. Estrenaré mochila y una chupa de montaña que espero comprarme mañana (la visa va a echar humo). Espero encontrarme con algún paisaje agradable que me permita contemplar el horizonte. Tan inmenso, tan grande, como el futuro. Sea cual sea mi caminó, lo encontraré.


martes, enero 17, 2006

 

En brazos de Morfeo


En la mitología griega Morpheus, hijo de Hypnos, era el dios de los sueños, y el encargado de inducir a ellos a las personas. Vivía en un palacio construido en el interior de una cueva, por lo que nunca nada ni nadie alteró su tranquilidad. Morfeo es el creador de los sueños, estos son sus hijos y cuentan los antiguos poetas que por una puerta hecha de asta salían los sueños verdaderos y sanadores y por otra puerta construida en marfil las pesadillas y falsos sueños. Los artistas griegos le representaban como un joven con un par de alas en las sienes y que en ocasiones portaba un cuerno mágico, una varita o una flor de adormidera con la que tocaba la frente de los hombres para dormirlos. Los médicos griegos rindieron culto a Morfeo especialmente en los santuarios de los grandes oráculos y en los templos de Esculapio, dios de la medicina, y donde era invocado por medio de complejos rituales donde se empleaban baños, ayunos, quema de inciensos, música y cantos que inducían al sueño.

Incluso antes de nacer, en el vientre materno, ya soñamos y lo haremos durante gran parte de nuestra vida. Soñar es la representación mental de imágenes, sonidos, pensamientos o sensaciones durante el sueño, generalmente de forma involuntaria. El acto de soñar se produce durante una fase del sueño llamada fase REM (Movimiento Rápido de los Ojos, por sus siglas en inglés Rapid Eye Movement) que tiene lugar en el último tramo del ciclo del sueño. Se han escrito muchos libros sobre los sueños, sobre qué son, por qué existen y qué significan. Hay todo tipo de teorías, pero ninguna ha logrado imponerse. Se supone que dormimos para descansar el cuerpo y soñamos para descansar la mente. ¿Con qué soñamos? Normalmente con nuestros deseos, porque no hay límites. Aquello que el corazón desea se lo trasmite a la mente y ella se encarga del resto. También a veces con nuestros temores. ¿Quién no se ha despertado alguna vez en mitad de la noche, asustado porque ha tenido una pesadilla? Cuando somos pequeños con monstruos, vampiros, hombre lobo, etc. Cuando somos adultos nos afectan más otro tipo de miedos, como la muerte, la enfermedad, perder a un ser querido, etc. No son nada agradables, ni para niños ni para adultos.

Lo curioso es que aunque siempre soñamos, pocas veces logramos recordar lo que hemos soñado. Las pesadillas sí suelen recordarse, por lo intensas que son, pero los sueños “normales” (ningún sueño lo es la verdad) permanecen ocultos, salvo excepciones claro está. Algunos son tan agradables que al despertar te llevas un chasco; bienvenido a la realidad. Supongo que la mente nos da esos particulares regalos, que aunque no existan, siguen siendo reales a su modo. Y es que el cerebro sigue trabajando mientras dormimos, creando mundos, sensaciones, ilusiones. Mis sueños en particular (los que logro recordar) son bastante extraños (quizás por estos momentos extraños). Es otra característica importante; parecen carecer de sentido, las estructuras son absurdas. ¿Por qué? Pues nadie lo sabe, y quizás no se sepa nunca. El sentido a veces está escondido y a veces no existe. Misteriosos son. Y así seguiremos cada noche en brazos de Morfeo, a su merced, esperando que nos regale momentos agradables. Pero los sueños, mejor compartirlos. Mientras tanto, dulces sueños.



lunes, enero 16, 2006

 

Duele amar


Duele amar a alguien y no ser correspondidos, pero lo que es más doloroso es amar a alguien y nunca encontrar el valor para decirle a esa persona lo que sientes. Tal vez Dios quiere que nosotros conozcamos a unas cuantas personas equivocadas antes de conocer a la persona correcta, para que al fin cuando la conozcamos, sepamos ser agradecidos por ese maravilloso regalo. Una de las cosas más tristes de la vida es cuando conoces a alguien que significa todo y solo para darte cuenta que al final, no era para ti y lo tienes que dejar ir. Cuando la puerta de la felicidad se cierra, otra puerta se abre, pero algunas veces miramos tanto tiempo a aquella puerta que se cerró, que no vemos la que se ha abierto frente a nosotros. Es cierto que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, pero también es cierto que no sabemos lo que nos hemos estado perdiendo hasta que lo encontramos.

Darle a alguien todo tu amor nunca es un seguro de que te corresponderán, pero no esperes que te correspondan; solo espera que el amor crezca en el corazón de la otra persona, pero si no crece sé feliz porque creció en el tuyo.

Hay cosas que te encantaría oír que nunca escucharás de la persona que te gustaría que te las dijera, pero no seas tan sorda(o) para no oírlas de aquel que las dice desde su corazón. Nunca digas adiós si todavía quieres tratar. Nunca te des por vencida(o) si sientes que puedes seguir luchando. Nunca le digas a una persona que ya no la amas si no puedes dejarla ir. El amor llega a aquel que espera, aunque lo hallan decepcionado; a aquel que aun cree, aunque haya sido traicionado; a aquel que todavía necesite amar, aunque antes haya sido lastimado; y a aquel que tiene el coraje y la fe para construir la confianza de nuevo. El principio del amor es dejar que aquellos que conocemos sean ellos mismos, y no tratarlos de voltear con nuestra propia imagen, porque entonces solo amaremos el reflejo de nosotros mismos en ellos. No vayas por el exterior, este te puede engañar; no vayas por las riquezas porque aun eso se pierde; ve por alguien que te haga sonreír, porque toma tan solo una sonrisa para hacer que un día oscuro brille. Espero que encuentres a aquella persona que te haga sonreír. Hay momentos en los que extrañas a una persona tanto que quieres sacarla de tus sueños y abrazarla con todas tus fuerzas. Espero que sueñes con ese alguien especial. Sueña lo que quieras soñar; ve adonde quieras ir; se lo que quieras ser; porque tienes tan solo una vida y una oportunidad para hacer todo lo que quieras hacer. Espero que tengas; suficiente felicidad para hacerte dulce; suficientes pruebas para hacerte fuerte; suficiente dolor para mantenerte humana(o); suficiente esperanza para ser feliz. Las personas más felices no siempre tienen lo mejor de todo; solo sacan lo mejor de todo lo que encuentran en su camino. La felicidad espera por aquellos que lloran, aquellos que han sido lastimados, aquellos que buscan, aquellos que tratan. Porque solo ellos pueden apreciar la importancia de las personas que han tocado sus vidas. El amor comienza con una sonrisa, crece con un beso y muere con una lágrima. La brillantez del futuro será basada en un pasado olvidado. No puedes ir feliz por la vida hasta que dejes ir tus fracasos pasados y los dolores de tu corazón. Cuando naciste, tu llorabas y todos alrededor sonreían, vive tu vida de forma que cuando mueras tu sonrías, y todos alrededor lloren.


viernes, enero 13, 2006

 

La puerta de Jano


Ianus es el dios romano de las puertas, del comienzo, y está asociado a este mes que acaba de comenzar (ianuarius); esta relacionado con las puertas porque cruzar una implica la entrada a un nuevo lugar. Jano se representaba antiguamente como un hombre de dos caras, una que mira hacia delante (el futuro) y otra hacia atrás (el pasado). Y así se va a llamar mi coche, por sugerencia de una amiga, que me descubrió a esta deidad. De hecho creo que yo mismo debería llamarme así, no por ser un dios por supuesto, sino por la cantidad de puertas que he tenido que atravesar estos últimos años. No quedaba otra, no había otra forma. Y lo hice. Pese a todo, a veces me acompañaba la sensación de que por muchas puertas que cruzase, siempre acababa en el mismo sitio, de que camino en circulo Sí, sé que no es así, que al cruzar una puerta algo te llevas del lugar que dejaste, pero tanto me cuesta verlo a veces que lo que consigo me sabe a poco. O sólo me quedo con lo malo. Es algo que estoy intentando cambiar.

Nos pasamos la vida cruzando puertas; algunas implican un mero desplazamiento físico y otras un cambio mucho más profundo. El problema es que la mayoría son opacas. No podemos ver lo que hay detrás. Sólo vemos el lugar en el que estamos. ¿Qué hay al otro lado? Por eso nos cuesta tanto cruzar algunas. ¿Abandono esta habitación y paso a la siguiente? ¿Debo pasar? ¿Quiero pasar? Son preguntas que uno se hace cuando esta frente a una de esas puertas. Todo esta relacionado pues: las elecciones con las puertas, y las puertas con el destino. Y el destino con la balanza. Son muchas las posibilidades, pero solo vivimos una. Cada puerta es un comienzo de algo, o un final. Detrás de un final hay otro principio. Y detrás de un principio un final. Pero mientras exista el durante merecerá la pena, porque el tiempo que pasamos en esa habitación, antes de pasar a la siguiente es lo que hace que todo tenga sentido.

Jano me ha abierto nuevas puertas, y poco a poco las iré cruzando. No sé que me deparan, no sé si me traerán luz u oscuridad. Pero cruzare aquellas que creo debo cruzar, y aquellas que me dejen cruzar. Porque también a veces, aunque la tengamos frente a nosotros, no se abre. Intentamos abrirla, forzamos la cerradura, pero el picaporte no cede. Y entonces tenemos que buscar otra. No podemos entrar en todas las que nos gustaría. Tampoco es que el paso de una a otra sea rápido. Nos quedamos en algunas de las habitaciones un cierto tiempo, porque somos felices, porque estamos a gusto, porque nada nos perturba. Hasta que algo o alguien hace que aparezca ante nosotros la silueta de otra puerta. La puerta de Jano.



miércoles, enero 11, 2006

 

Historia de un viaje a Bruxelles (1ª Parte)


Serían más o menos las 8 y media de la mañana del primer sábado de diciembre cuando el despertador envolvió la habitación con un pitido estridente y me sacó de algún sueño que espero que fuese bonito, pues soy incapaz de recordarlo. El sol asomaba ya la cabecita y dejaba con su luz que mis ojos viesen el desorden que reinaba en la habitación. Tendría que ordenarla un poco antes de irme, pues si no lo hacía a la vuelta de mi particular aventura podría encontrarme a la jefa algo cabreada. Un desayuno y ducha rápidos y manos a la obra. Ya con 26 años, la verdad es que me levanté radiante, algo cargado de adrenalina por la emoción de los momentos previos; por fin la espera había terminado e iba a salir de este país, rumbo a tierras belgas, a hacerle una visita a mi buen amigo Aitor. El viaje fue propuesto por él y la idea tomó forma un mes antes. Todo estaba ya listo. Las reservas en el albergue, los billetes del avión, pilas en la cámara de fotos, el pasaporte (por si las moscas) y muchas ilusiones por delante. ¿Bruselas? No sabía nada de aquella ciudad. Pero me daba igual. Lo que quería era viajar.

La maleta estaba lista y yo vestido y arreglado sobre las 10 de la mañana. Un último repaso mental por si se me olvidaba algo. Todo en orden. Me despedí de mi madre y me dirigí a la parada del autobús. Al llegar éste, metí como pude la maleta y me acomodé en uno de los asientos. Un sábado a esas horas no hay problemas de encontrar sitio. Tampoco hay tráfico, así que unos 40 minutos después ya estaba en el aeropuerto y pude comprobar que muchos como yo iniciaban algún viaje a alguna parte, quizás para visitar a familiares o amigos o simplemente para hacer turismo. Hacía mucho que no iba al aeropuerto y no recordaba lo grande que es, un ir y venir constante de gente, cargados de maletas, algunas tan grandes que parecía que transportaban en ellas algún cadáver. Después de merodear un rato me dirigí a la terminal 3 y allí busqué el mostrador de facturación. Tras esperar un rato en la cola facturé mi única maleta y recibí la tan necesaria tarjeta de embarque. Una mirada al reloj. Una hora y cuarto disponible. Comí un bocadillo en uno de los muchos bares del aeropuerto (no me clavaron tanto como esperaba) y después decidí dar un paseo, pues quería hacer tiempo.

Observando a la gente con la que me cruzaba veía de todo. Familias enteras, grupos de amigos, parejas, gente sola, ancianos, etc. Yo estaba particularmente contento esa mañana, pues sentía que había comenzado una nueva vida. Y el nombre de cierta persona, cuando pasaba por mi cabeza como traído por el viento, me hacía sonreír. Los minutos fueron pasando y llegó el momento de pasar el control policial (menos mal que me dejé el c-4 en casa). Todos los objetos metálicos y el cinturón fuera (gracias Bin Laden, por convertirnos a todos en putos terroristas). Control superado. Siguiente objetivo. Localización de la puerta de embarque. Localizada. Ya sólo queda esperar. Unos treinta y cinco minutos. Los nervios aumentaban así que decidí calmarlos malamente fumando un cigarro. Me acerqué a la ventana y contemplé las pistas y los aviones. También hacía mucho que no me subía en uno. No es que me de miedo volar, pero en aquel momento recordé la película Destino Final. Diez minutos. Hora de acercarse, no sea que me dejen en tierra.

“Pasajeros con destino a Bruselas embarquen por la puerta 36 por favor. Pasajeros con destino a Bruselas embarquen por la puerta 36 por favor”. Bueno, vamos allá. Me metí en el enorme autobús que nos llevaría al avión y esperé a que se pusiese en marcha. Espero que mi maleta no acabe en Vladivostok, pensaba. Un par de minutos después estaba frente al Airbus que nos transportaría a la capital europea. Vaya, no era tan grande como pensaba. Y dentro la sensación de pequeñez era aún mayor. No tardé mucho en encontrar mi asiento (ventana) y tras acomodarme y abrocharme el cinturón observé a través de la pequeña ventana (cosa que haría durante las dos horas siguientes). Los pasajeros acabaron de tomar asiento y las puertas se cerraron. Los potentes motores a reacción hicieron mover al aparato y nos dirigimos rumbo a alguna pista de aterrizaje. Sin embargo, debía de haber tráfico pues aun tardamos casi veinticinco minutos en llegar a la pista autorizada. El avión se paró, supongo esperando las instrucciones pertinentes. Y mis nervios aumentando. De repente, el sonido de los motores se hizo más y más estridente, señal de que ibamos a despegar. En efecto, y la aceleración fue brutal. Unos diez segundos después, nos elevamos y mi aventura comenzó. ¡¡Bruselas allá voy!!

martes, enero 10, 2006

 

Días extraños


Los primeros días de este nuevo año que ha comenzado me resultan algo extraños, como si nada encajase, como si la balanza hubiese cambiado demasiado deprisa. Y eso que mi vida no ha cambiado radicalmente. La verdad es que 2005 no fue un mal año. Estuvo lleno de dificultades y momentos oscuros, pero mejoró con el paso del tiempo, hasta un apoteósico final. Sí, es posible que fuese eso lo que me ha dejado descolocado. Diciembre fue uno de los meses más intensos de toda mi vida, al menos en lo que mi memoria me permite recordar. Intenso no el sentido de haberlo pasado haciendo cosas todo el rato, sino por las emociones vividas. Empezó bastante bien, con mi cumpleaños, el viaje a Bruselas con mi buen amigo Aitor, el cierre de una etapa complicada…. Poco después ocurrió algo maravilloso. Algo que no me ocurría desde hace ya bastante tiempo. Algo que me hizo sentir muy feliz, y al mismo tiempo asustado. Algo que ni yo mismo esperaba, aunque lo desease. Y los momentos vividos fueron maravillosos. El tiempo se detenía cuando las miradas se cruzaban, cuando los sentidos se disparaban. Así es el destino, te reserva sorpresas agradables. Pero también desagradables. Y lo que parecía un comienzo maravilloso se tornó complicado y doloroso. Cada vez más doloroso. Las dudas aparecían una detrás de otra y la oscuridad empezaba a cubrir aquel camino que días atrás se había abierto.

Y yo, que me gusta pensar (demasiado a veces) venga a darle vueltas. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué? Esto no puede estar pasando. Muchos sueños extraños e intensos, señal de que la cabeza (y el corazón) no para de trabajar, intentan liberarse, pero al mismo tiempo se complican más. La ansiedad y la angustia aumentan hasta consternar la mirada y afligir el corazón. El miedo a que me echase de su vida con la misma rapidez con la que había entrado. Los momentos desaparecieron y dejaron paso a otros para nada maravillosos. El tiempo se ralentiza y cada minuto parece durar una hora. Los días se suceden uno tras otro y los sueños ya son pesadillas. Ya no estás a gusto viendo aquel programa de la tele que te entretiene, ni escuchando la radio, ni haciendo todas esas cosas que componían un día normal. No, es como si todo cambiase.

Después de la tormenta vino la calma, pero una calma aparente. La pesadumbre continuaba, aunque ya no tan profunda. Lo que quedaba era un cierto desgaste emocional, la sensación de que se acercaba una etapa de transición, un cambio. ¿A dónde? Ni idea la verdad. Todavía me quedaba algo de lo que nos dejó Pandora a todos. Y por delante, observando el calendario, veía fechas complicadas. Así pues el año ni empezó bien ni terminó bien. Tragué las uvas algo desmoralizado porque, aparte de tener que currar ese fin de semana, el vacío intentaba apoderarse de mí. Casi lo consigue la verdad. Y ahora, al menos, Jano me acompaña. Y me llevará a muchos sitios. Solo o con buena compañía, haremos muchos kilómetros juntos. Así pues, un nuevo año ha comenzado, y aunque los primeros días sean extraños y la incertidumbre haya vuelto a escena en esta etapa de cambio, la niebla se disipará y dejará paso a nuevas esperanzas. El año no ha comenzado bien y tampoco sé cómo terminará. Espero tener salud (y mis seres queridos también), para poder contar en esta página, dentro de 12 meses, que el año ha terminado bien (o mal).

lunes, enero 09, 2006

 

El otro lado del espejo


Según la teórica cuantica, la luz es una onda EM que se propaga en el espacio y en el tiempo y que posee una intensidad y frecuencia (o frecuencias) definidas. Cuando esa onda llega a un medio material, parte de ella es reflejada, parte absorbida por dicho medio y parte transmitida (lo atraviesa). Algunos materiales tienen la propiedad de reflejar casi el 100% de esa radiación incidente. Y si la superficie de estos materiales está pulida, entonces la dirección del rayo devuelto está en una posición que depende sólo de la posición del incidente. A estas superficies se les llama espejos, y forman imágenes casi perfectas Los hay de muchos tipos y los usamos bastante en nuestra vida cotidiana. Bien sea para acicalarnos, para conducir, para observar algo que no podemos con nuestros ojos, los espejos generan un mundo al revés, una imagen perfecta de nosotros, pero rotada 180 grados.

Los espejos son la única forma que tenemos de vernos a nosotros mismos (bueno, exceptuando fotos y vídeos) con nuestros propios ojos. De vernos físicamente, y también a veces podemos ver como nos sentimos, pues una mirada puede decir tantas cosas. Esa otra persona que aparece en él, y que te está mirando mientras tu le miras, que se mueve cuando tú lo haces, y que llorará o sonreirá si decides hacerlo, eres tú mismo, es lo que los demás pueden ver en ti, hasta cierto punto claro. El problema es que a veces el espejo esta rallado y eres incapaz de verte como eres. O solo ves lo que te gustaría ver o lo que no te gusta. O no te gusta lo que ves. Malo entonces. A veces es bueno mirarse al espejo y detenerse unos minutos. Y pensar. Qué es lo que queremos, que es lo que pensamos, qué es lo que nos asusta, que es lo que nos gustaría que esa otra persona (que está al otro lado, mirándonos) nos dijese. Y decírnoslo a nosotros mismos. Con ello tenemos la ocasión de vernos desde fuera, como si saliésemos de nuestro propio cuerpo y pudiésemos contemplarnos, desde el otro lado del espejo. Es ocasiones nuestro peor enemigo somos nosotros mismos.

El espejo de las ilusiones es aquel en el que al verte reflejado, salen tus sueños junto a ti. Es bonito contemplarlo de vez en cuando, pero si lo haces demasiado corres el peligro de consumirte frente a el. Porque mientras no se hagan realidad (si pueden) los sueños solo son eso, sueños. Los necesitamos, nos mantienen vivos, pero al mismo tiempo no podemos ignorar la realidad. Nos gustaría saltar a ese otro lado del espejo, pero eso hay que ganárselo, y en muchos casos, es imposible. Y en otros, lleva tiempo. Hay que ser paciente, esperar y luchar. Y así, solo así, podremos saltar al otro lado del espejo.


viernes, enero 06, 2006

 

La balanza de Anaán


En el principio de los tiempos, la calma reinaba sobre el mundo. El dios Tempus acababa de nacer y la arena de su reloj ya caía sin cesar. Los hombres y mujeres vivían sus vidas en un equilibrio perfecto, en el que el dolor siempre estaba compensado por el placer. Nadie era feliz, pero al mismo tiempo nadie era infeliz. Los dioses estaban contentos, pues el equilibrio era tan perfecto que no había problemas. Tiempo atrás intentaron que todo el mundo fuese feliz pero no lo consiguieron. Así que encargaron a Anaán, el dios de los sentimientos, que construyese una balanza. En uno de los platos estaba el amor, la alegría, la felicidad y todos los sentimientos positivos. En el otro estaba la ira, el miedo, el dolor, el sufrimiento, el desamor. Esa balanza se calibró con bastante precisión hasta que ambos platos quedaron a la misma altura, y con ello consiguieron que los hombres y mujeres tuviesen siempre compensados sus sentimientos.

Pero esto no gustó nada a Belthor, el dios del cambio, quien aburrido ante ese mundo estático que sus semejantes habían creado, se adentró sigilosamente en el templo donde yacía la balanza y le dio un golpe a uno de los platillos, haciendo con ello que la balanza se moviese constantemente de un lado a otro. Ello desajustó totalmente a los hombres y mujeres, haciéndoles sentir cosas muy agradables a unos y muy tristes a otros. Anaán, muy enfurecido, le pidió explicaciones a Belthor, quien se limitó a decir que ese equilibrio era algo absurdo y que se sentía inútil con él. Cuando el resto de los dioses se enteró de lo que había hecho le convirtieron en humano y condenaron a una vida de sufrimiento. Después le encargaron a Anaán que arreglase la balanza pero le resultó imposible, pues el propio Belthor la robó y escondió muy bien. No fueron capaces de encontrarla. Así pues la balanza siguió moviéndose de un lado al otro, hasta el fin de los días, y los hombres y las mujeres tuvieron que aprender a disfrutar de lo bueno y a sufrir lo malo.

Y esa balanza somos nosotros, nuestra vida, nuestro estado de ánimo. A veces arriba y a veces abajo, a veces incluso rozando el equilibrio. Pero nosotros somos los responsables de dónde esté situado el platillo. De intentar que lo malo quede abajo y lo bueno arriba. A veces no es nada fácil. A veces aparece algo, o alguien, que le da un fuerte golpe a uno de los platillos y nos deja totalmente descolocados. Supongo que así es la vida, un camino de rosas en algunas ocasiones, y piedras en otras. Las arenas del tiempo, eso sí, no cesan. Siempre en movimiento está el futuro, lleno de cambios, de dudas y de elecciones. Y la balanza moviéndose con él.

martes, enero 03, 2006

 

El hombre indestructible


Había una vez un hombre, de profesión pescador, a quien le gustaba mucho su trabajo, tanto que se pasaba horas y horas en la mar, intentando siempre pescar los mejores peces, cosa que cuando no conseguía, no volvía a su casa. No importaba que hubiese una gran tormenta o que los ojos se le cerraran del cansancio, él seguía buscando, rastreando cada zona en busca de grandes capturas. Llegó a ser uno de los mejores pescadores que la zona había conocido. De él se decía incluso que era indestructible, tan fuerte que nada podía herirle ni dañarle. No se le conocían, sin embargo, amigos ni familiares; raramente se le veía en algún lugar que no fuese su barco. De hecho apenas se sabía nada de él, pero al mismo tiempo era conocido por todos. Tenía mal carácter y por ello no era muy apreciado por la gente, ni siquiera por los propios pescadores.

Cierto día se encontraba en su barco, amarrado en el muelle, revisando los aparejos, cuando un misterioso hombre se le acercó y tras contemplarlo unos minutos, exclamó:

—Dicen que usted es un gran pescador, que siempre trae enormes capturas.

—Soy el mejor, yo siempre encuentro peces—contestó el pescador sin mirarle

—Dicen que usted es indestructible, que ha sobrevivido a las peores tormentas y que ha ido más allá con su barco de lo que nadie iría ni estando preso de la locura.

—Es cierto, soy fuerte como el mar, nada me puede hacer sufrir, nada me da miedo.

—Tiene razón, pero eso es porque usted no ama nada—afirmó el hombre misterioso

—Yo no necesito amar nada; no quiero nada; quiero estar solo y que la gente me deje en paz; tiempo atrás era débil y por eso siempre acababa sufriendo. Para mí sólo existe mi barco, el mar y yo. Todo lo demás no me importa, todos los demás no me importan.

—¿Y cómo puede ser feliz así? ¡Es imposible!

—¡¡Ya está bien de hacerme tantas preguntas!! ¡¡La felicidad no existe, sólo es una mentira!! ¡¡Y si llega, no dura nada!! ¡¡Márchese de aquí, déjeme en paz!!!

El pescador miró amenazante al misterioso individuo y esté se alejó en silencio. Enfurecido, tiró los aparejos al suelo y encendió los motores del barco, que rugieron al ser acelerados bruscamente. Se dirigió al mar, a pescar de nuevo.

—¡Maldito imbécil! ¡¡No es nadie para juzgarme!! ¡¡No es nadie!! —Y se alejó mar adentro.

Pasaron días, semanas, meses y años y siguió igual; siempre en la mar, siempre solo. Su piel envejecía así como el caso de su barco; el paso del tiempo se hacía notar y ya era incapaz de aguantar tantas horas en la mar. Su corazón se volvió aún más frío que el mismo acero y ya prácticamente no veía ser humano alguno. Hasta que cayó muy enfermo y fue encontrado por casualidad a la deriva, agonizando en su vetusto barco, por otro pescador. Le llevó al hospital y allí fue examinado a fondo, hasta que los médicos averiguaron el problema. Un tumor maligno ya muy extendido, imposible de erradicar. Ni siquiera cuando recibió la fatal noticia, las lágrimas resbalaron por sus mejillas. Permaneció frío, impasible. Nadie vino a visitarle, pues todos los amigos que antaño tenía se alejaron de él; tampoco hubo ningún familiar a su lado ni ninguna mujer a la que hubiese amado. Pero una tarde alguien apareció allí. Sus ojos cansados examinaron aquella figura y para su sorpresa, esa cara la había visto antes. Era la persona que, hace ya décadas, había estado frente a él. Con la boca abierta y usando las pocas fuerzas que le quedaban ya, exclamó:

—¡Es, es imposible! ¡¡Han pasado ya muchos años y sigues igual, no has envejecido!!

—Para tu desgracia, veo que no has cambiado nada. Sigues igual que la última vez que nos vimos.

—¿Quién eres? ¿Eres un ángel? ¿Dios?

—No exactamente……….Pero eso no importa. Lo que importa es que aunque la muerte te esté muy próxima, en realidad llevas muerto mucho tiempo. No supiste luchar cuando debiste. No supiste apreciar lo que tenías.

—¿Qué? ¿De qué me estás hablando?

—Puedo leer tu corazón desde el mismo día que naciste. Tu vida nunca fue una desgracia aunque aprendiste a verla como tal. Todo aquello que te pasó, lo bueno nunca supiste apreciarlo y lo malo te eclipsó hasta tal punto que te formaste una coraza, que nada ni nadie puedo traspasar. Una coraza que creías que te protegía de todo mal, cuando en realidad es lo que te ha matado. Porque para poder reír, antes hay que llorar. Para poder disfrutar hay que sufrir. Y cuando te caes, tienes que luchar por levantarte. Querías hacerte indestructible, pero no sabes que la verdadera fuerza viene de la familia, los amigos, el amor. Y que el destino pertenece a aquellos que sepan levantarse después de haberse caído. Apartaste de tu vida a todas las personas que te han querido, y ahora estás solo

—Yo…..yo…… —empezó a sentir algo que no recordaba haber sentido en mucho tiempo. Sollozó y se le hizo un nudo en la garganta, casi de igual tamaño que los que usaba para los amarres. Era cierto, estaba solo. Un viejo enfermo y solo, sin ningún recuerdo agradable. Sin nadie que llorase su muerte. E iba a morir. Giró la cabeza para decir algo, pero aquel misterioso hombre ya no estaba. Apareció una enfermera que le inyecto unos medicamentos, para aliviar el dolor, decía ella. Pero su dolor ya no había nada que pudiese curarlo. Aquella noche falleció y cuando lo encontraron, había lágrimas en su rostro.


lunes, enero 02, 2006

 

El destino, la suerte y el azar


Es curioso que estas tres palabras tengan significados distintos y al mismo tiempo sean un intento de poner nombre a esa extraña fuerza que hace que sucedan las cosas (o no sucedan). Esa fuerza que se supone controla nuestras vidas, y que es la responsable de todo lo bueno y todo lo malo que nos pasa. A priori uno tiene la tentación de pensar que controla su vida; es posible, pero sólo hasta cierto punto. Tenemos el poder de elegir (el problema es la elección) pero nuestras decisiones pueden provocar cambios que no controlamos. Esos cambios pueden ser de nuestro agrado o pueden no gustarnos, pero a su vez provocarán otros cambios que tampoco controlamos. En resumen, que sólo controlamos una parte de nuestra vida. Lo demás viene por sí mismo.

El azar fue un intento de la ciencia de poder cuantificar estos cambios; su forma matemática estricta, la estadística, responde a la necesidad de calcular las probabilidades de que un suceso ocurra o no lo haga. Lanzo una moneda al aire y tengo un 50% de probabilidades de sacar cara y otro 50% de sacar cruz. Si los sucesos se complican (probabilidad de sacar un catorce en las quinielas por ejemplo) las ecuaciones también. Sin embargo resulta imposible calcularla para muchos otros sucesos. ¿Cuál es la probabilidad de que dentro de diez años siga vivo? ¿Cuál es la probabilidad de que dentro de veinticinco años esté casado? De mí depende, desde luego, pero no sólo de mí. Vamos, que de algún modo todos los sucesos están conectados entre sí, y sólo controlamos algunos. El destino, por otra parte, responde a una cierta necesidad mística de explicar por qué nos han sucedido las cosas. Se suele decir que “fue el destino el que me hizo conocer a aquella chica” o “fue el destino el que me hizo haber tomado esa decisión”. Así pues este ente decidiría lo que nos pasa, lo bueno y lo malo, y su decisión sería irrefutable. Personalmente no me acaba de convencer. La suerte……..bueno, sí, se usa mucho coloquialmente, en algunas situaciones en las que efectivamente algo sucede, pero siempre requiere una acción previa nuestra. Vamos, que la suerte hay que buscarla (y jugar el partido………)

Si cualquier persona se pusiese a analizar su vida, recordando los momentos importantes, las cosas que le han sucedido, los cambios, las decisiones importantes y las situaciones a las que ha tenido que hacer frente, etc, seguro que sacaría una gran lista. Lo curioso es que muchas veces, los grandes cambios que hay en nuestra vida vienen precedidos por un suceso que apenas dura segundos. Una llamada de teléfono, una conversación, un encuentro o un descubrimiento que luego a medida que pase el tiempo provocarán gigantescos cambios. Y esos pequeños instantes son la base de todo. Pasan muchas veces desapercibidos, pero ahí están. ¿Será suerte? ¿Azar? ¿O destino?. Imagino un mundo en el que sólo sucediese lo que quisiésemos que sucediese. Sería un caos, pues sólo nos ocurrirían cosas buenas y seríamos incapaces, con el tiempo, de apreciar nada. Pero sí, joder, hay cosas que ojalá sucediesen como nosotros queremos que sucedan. No es así, y mientras construimos (y mantenemos) nuestra vida, tenemos que irnos acoplando a lo que nos pasa. Así pues te deseo las tres, buena suerte, buen destino y..... pues que haya una alta probabilidad de que suceda lo bueno.


This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Suscribirse a Entradas [Atom]