viernes, octubre 27, 2006

 

La teoría de la justicia divina


Según la mitología clásica, a la diosa Justicia se la representaba con una cinta tapándola los ojos, una balanza y una espada, queriendo significar la equidad de quien no ve y juzga exclusivamente en base a razones objetivas, con equilibrio y justeza, de ahí la balanza; con firmeza y autoridad, de ahí la espada. Se supone pues que la justicia es ciega y que siempre busca el equilibrio.

A medida que uno crece se da cuenta de que la vida a veces no es justa; te suceden cosas malas sin merecerlas, a veces muy malas y no puedes hacer nada. Sólo llorar, secarte las lágrimas y resurgir de tus cenizas. Y es peor cuando estas cosas te las hace otra persona, ya sea alguien muy cercano a ti o simplemente un desconocido. Pero hay otro caso aún peor: cuando el daño que te hacen es ex profeso, algo muy típico de mentes odiosas y retorcidas.

Si tuviese que hacer una lista de las personas que me han hecho daño a lo largo de mi vida aparecerían unos cuantos nombres; personas a las que odié durante cierto tiempo hasta que el olvido mitigó esos sentimientos (aquí habría que distinguir entre perdonar y olvidar. Olvido pero no perdono). Personas que me hicieron daño y que hicieron que me preguntara una y otra vez por qué. Por suerte pocas hay a las que aún guardo rencor. Pero con rencor o sin él uno se queda con la sensación de que no es justo y no lo merecías.

La teoría de la justicia divina es simplemente una forma más elegante de expresar la idea de que al final uno recibe lo que ha dado. O sea que aquellos que han hecho daño o han puteado recibirán lo mismo más tarde o más temprano; y por el contrario si has sido “bueno” serán buenos contigo. Por supuesto no se especifican cuándos ni cómos ni dóndes, simplemente que ocurrirá. El equilibrio debe alcanzarse.

Esta teoría por supuesto parece algo inverosímil; entre otras cosas porque muchos han triunfado en la vida a costa de pisotear a todo el que se encuentran y no parece que reciban su merecido. Luego está el tema de lo que a uno le haya tocado sufrir, que todos tenemos nuestra piedra en la espalda y a veces es muy grande y poco puede compensar eso. Y finalmente que lo que te gustaría que te sucediese rara vez ocurre, de hecho como dijo Lennon “la vida es lo que te sucede mientras haces otros planes”. Eso sí, la vida también da regalos y oportunidades pero no suelen ser gratis. Hay que subirse al tren.

Quizás estamos mejor de lo que creemos; quizás somos más afortunados de lo que pensamos y yo opino que hay que sonreír a la vida porque ella más tarde o más temprano te sonríe. No ya por miedo a que la vida te pegue una hostia, sino porque se es más feliz así. Las personas que desprenden odio, amargura, mala leche, etc están condenadas a ser infelices y, a largo plazo, a quedarse solos. Y creo que el equilibrio al final siempre se alcanza.


martes, octubre 24, 2006

 

Los guiones que vivimos


Me gustan muchas clases de películas: las que te hacen reír, las que te hacen llorar, las que te hacen soñar, las que te sobrecogen y te tocan muy dentro y las que simplemente te transportan a otro mundo y durante un par de horas te distraen. Es la magia del cine, entretener, enseñar y hacer sentir. Quizás por ello los actores y actrices más famosos han alcanzado la categoría de semidioses, porque en cierto modo han formado o forman parte de nuestras vidas.

Nosotros también somos protagonistas de nuestra propia película; seguimos un guión que más o menos escribimos, en base a lo que nos sucede, a lo que sentimos y a los acontecimientos. A veces con un final triste, a veces con uno feliz, el caso es que en nuestra película mandamos nosotros (hasta cierto punto claro está). Alguien me dijo una vez que en el fondo todo es un punto de vista. No estoy de acuerdo porque hay cosas que solo admiten interpretaciones o bien positivas o bien negativas.

Y como en las películas, nuestras vidas a veces sufren un gran cambio. Un cambio en el guión; la sorpresa, la incertidumbre, la esperanza. Aquellas cosas, buenas o malas, que de repente entran en escena y nos descolocan; hacen que mires al pasado, que busques el momento exacto en el que todo empezó a cambiar. El cambio en general es un proceso, pero los procesos vienen precedidos de cambios, de momentos que apenas duran unos segundos pero que luego generan toda una serie de más cambios. Y esos momentos quizás sean los más importantes de la vida, los más decisivos. Y como todo, los hay buenos y malos. Cómo pueden cambiar las cosas en apenas unos segundos.

Mis películas favoritas son las que tratan de la complejidad de las relaciones humanas, en particular las de pareja; quizás sea porque me siento identificado con ellas. Y sí, me gustan los finales felices, que por cierto no abundan en este tipo de pelis. Pero en mi película, en la que escribo el guión, o al menos parte de él, espero que sí. Porque en la vida real no hay sitio para muchas tomas falsas, y no se puede repetir la escena muchas veces. Acción!


lunes, octubre 23, 2006

 

Otoño


sábado, octubre 21, 2006

 

La conversación


Normalmente cuando tenemos un problema o algo nos preocupa, acudimos a las personas que queremos y con las que tenemos confianza para pedir ayuda, consejo o simplemente desahogarnos. Personas que nos conocen bien y que ven la solución que a nosotros se nos escapa, ya sea porque es gente que sabe escucharnos y dar consejos o simplemente porque desde fuera todo se ve más claro.

Sin embargo, hay ocasiones en las que por azar se cruzan en nuestra vida personas desconocidas, que nunca habíamos visto antes y que probablemente nunca volveremos a ver, que nos iluminan con unas simples palabras; no nos conocen, no saben nada de nosotros pero nos dicen esas palabras que necesitamos oír. Son como ángeles de la guarda.

Fue una casualidad encontrarnos a aquella noche al mismo taxista que varios meses atrás; las probabilidades eran mínimas pero sucedió. La situación había cambiado bastante y a medida que el taxi avanzaba por la noche la conversación se hacía más interesante. Sobre el amor, las relaciones de pareja y sobre cómo la vida a veces te depara sorpresas agradables (otras no tanto).

La conversación con el segundo taxista, ya de camino al aeropuerto, fue más reveladora aún. Y mientras observaba el paisaje con cierto desánimo pensaba en sus palabras; habían sido unos días muy intensos pero tocaba volver al mundo real, a enfrentarse con esos problemas que quedaron aparcados. Y al mismo tiempo a seguir contemplando el horizonte, siempre con optimismo.


jueves, octubre 19, 2006

 

El segundo viaje


No dormí apenas pues mi avión salía muy temprano; de hecho cuando salí de casa cargado con la maleta tenía una sensación extraña, como si en vez de levantarme acabase de llegar a casa; las calles desiertas y un frío viento recorriendo mi cara, la cual debido a los nervios no tenía aspecto de cansada. Tras pensarlo detenidamente llegué a la conclusión de que tenía que hacer ese viaje, y cuando se me mete algo en la cabeza, cuando el corazón me dice que debo hacerlo nadie podría convencerme de lo contrario.

Llegué demasiado temprano al aeropuerto y la espera del embarque se hizo eterna; recorrí varias veces la inmensa Terminal 4, eché un vistazo a las tiendas y desayuné algo antes de meterme en el Airbus que me llevaría a mi destino. No viajo mucho en avión, pero me encanta. Desde el cielo, contemplando el horizonte, todo parece tan diminuto, incluso los problemas y miedos que rondan por la cabeza se empequeñecen.

Fueron unos días maravillosos, intensos, llenos de momentos de esos que gustaría que durasen para siempre; miradas, conversaciones, paseos frente al mar con las olas rompiendo haciendo que el tiempo se detenga. Volví a ver una ciudad a la que ya guardo mucho cariño y a una persona que desde hace tiempo se ha instalado en mi corazón y que aunque ella tenga sus dudas, no hay quien la mueva de ahí.

¿Y ahora qué? Es una buena pregunta; después de tan intensos días llega el bajón correspondiente a 600 km, pero también hay sitio para la esperanza, para las ilusiones y para los sueños, pues soñar es el principio de que un sueño se haga realidad. Y que el destino traiga tiempos aún mejores.

Creo que en la vida a veces hay que tirarse a la piscina, coger el tren, porque es la única forma de llegar a alguna parte; siempre habrá miedo, siempre habrá dudas, pero éstas se irán disipando poco a poco hasta que en el horizonte no haya niebla. Y el mar dará a cada hombre una nueva esperanza, como el dormir le da sueños. Un sueño que se llama Charo.


lunes, octubre 09, 2006

 

Aventuras en la noche madrileña


Llevaba ya bastante tiempo sin salir de noche y no recordaba los momentos típicos que se viven. El plan era cenar en un restaurante y luego ir de copas. Lo típico, supongo. Lo primero que recordé es el infernal tráfico que hay en la zona centro de Madrid los sábados por la noche; había pensado en dejarlo en el paseo de Recoletos, pero por las horas algo tempranas que eran me animé a adentrarme en la que quizás sea la calle más conocida de Madrid. La Gran Vía.

Craso error; primera, embrague, frenar. Primer, embrague, frenar. Y así hasta conseguir meter el coche en el parking. Rumbo al restaurante y en medio de una muchedumbre, me dirigí hacia la Plaza del la Puerta del Sol. Las tiendas todavía abiertas y mucha gente en las calles charlando o esperando a los amigos o pareja para salir. Un profeta gritando a pleno pulmón y en medio de la plaza que el mundo se iba a acabar. La noche tiene cosas curiosas; en ella salen a la luz todo tipo de personajes extraños que no se dejan ver a la luz del día, como si vampiros fuesen.

Tras orientarme un poco y encontrar la calle conseguí llegar al sitio con casi media hora de retraso. Íbamos a cenar en un restaurante hindú y presentía que quizás necesitaría un almax. Pero no, resultó que la comida fue deliciosa y menos fuerte de lo que pensaba. El ambiente se animaba, risas, bromas y comentarios. Y fue barato dentro de lo que cabe.

Después nos dirigimos a una taberna irlandesa (en la que pocos irlandeses había por cierto) para tomar unas copas. Yo coca cola por supuesto pues no bebo. No lo necesito ya para divertirme. Había ambiente y nos echamos unos bailes, incluso cayó algún que otro “corro”. Tampoco recordaba el agobio de los garitos, llegar a la barra y conseguir que te atiendan rápido es complicado; llegar al baño ni te cuento. La nota simpática de la noche la pusieron unos suecos que llevaban una bandera de su país y a modo de capote nos torearon literalmente, y tengo que confesar que yo fui uno de los toros. Muy animados supongo por la derrota de nuestra selección, pero con buen rollo. Es lo que más me gusta de la noche. Se supone que ligué o al menos eso me transmitió una chica que no paraba de mirarme y de “chocar” conmigo mientras bailaba. Sin embargo en mi corazón hay un cartel de “Ocupado” así que no la hice caso.

Como en Diez Negritos, fueron cayendo uno por uno hasta que sólo quedamos unos pocos. Y en la búsqueda de otro sitio donde continuar la noche fueron cayendo más; la verdad es que estando tan abarrotados y viendo las colas para entrar (y eso si te dejan entrar) se te quitan las ganas. Así que a eso de las dos y media nos marchamos a casa. Todavía se veía mucha gente en la calle, algunos incluso comenzando la noche; al llegar al parking había jarana en la taquilla, una clienta cabreada porque no la dejaban pagar con tarjeta.

De vuelta a casa, esta vez, no me perdí. Tiré por la A-6 para luego pillar la M-40 y finalmente la A-1; apenas había coches pero no le pisé mucho. Es una gozada conducir cuando no hay tráfico y por una carretera que conoces bien. Da tiempo incluso para relajarse, para pensar. Y eso hice, contemplaba el móvil y miraba al futuro, pensando en alguien.


martes, octubre 03, 2006

 

La gata sobre el tejado de zinc


Un monstruo ronda por mi casa y yo sin saberlo

lunes, octubre 02, 2006

 

Contemplando el horizonte (II)


A veces uno desearía tener un manual sobre cómo hacer las cosas, sobre lo que pasaría si las hicieses de un modo o de otro. Una especie de libro mágico que te evitase sufrimientos y te ayudase a escoger siempre la opción correcta. Y es que el horizonte a veces parece tan confuso que es difícil que la duda no asalte.

Si la vida es un conjunto de casualidades que dan lugar a sucesos, hechos y sentimientos, ¿quién controla esas casualidades? Me cuesta creer en la idea de un ser superior que dirija nuestras vidas pero también me resisto a la idea de que todo es una probabilidad matemática. Nacemos, crecemos, desarrollamos una vida y un entorno. Nadie nos puede garantizar que lo que tenemos nos dure; y no siempre nos gusta: a veces queremos lo que no podemos tener, o lo que tiene otro.

El futuro es una ecuación tan complicada que parece irresoluble. Hace un año no imaginaba las cosas que me sucederían hasta hoy; algunas buenas, otras malas, pero si las conociese de antemano, si supiese qué errores iba a cometer, ¿podría evitarlos? Es la clásica idea de que las cosas suceden porque deben suceder, simplemente. Pero eso nos lleva a que alguien ha decidido que deban suceder.

¿Y por qué deben suceder? Con lo bueno no hay duda; creo que a priori todos tenemos derecho a ser felices. Con lo malo es otra cosa. ¿Por qué debía ocurrir? ¿Se hubiese podido evitar? ¿Hasta qué punto las cosas nos pasan o hacemos que nos pasen? Un instante puede cambiar tantas cosas, unos cuantos segundos que llevan a toda una serie de acontecimientos. Y que le deba todo a aquel domingo por la tarde.


domingo, octubre 01, 2006

 

Extra, extra


Los turnos de noche acortan la vida, merman la salud... y rompen matrimonios

Almudena Domenech / Efe. 01.10.2006 - 14:35h

Los trabajadores de turnos de noche:

Estas son algunas de las conclusiones de diversos estudios con los que los doctores Eduard Estivill, jefe de la Unidad del Sueño del Instituto Dexeus de Barcelona, y Apolinar Rodríguez, responsable del Servicio de Neurofisiología del Hospital de la Paz de Madrid, explicaron los riesgos que conlleva contradecir al sol.

Prohibidos en los Países nórdicos

El doctor Estivill ha asegurado que unos dos millones de españoles tienen horarios nocturnos o rotatorios, jornadas que, prosiguió, están prohibidas en los países nórdicos, donde no está permitido que los mayores de 35 años trabajen por la noche ante el "ingente gasto" derivado a la Seguridad Social.

Los accidentes laborales con mayores consecuencias suelen ocurrir de noche

Este especialista desveló que los accidentes laborales con mayores consecuencias "suelen ocurrir de noche".

De hecho, las estadísticas apuntan que un 90% de los siniestros más graves se han registrado en ese turno, como ocurrió con el de la central nuclear de Chernobil (Antigua URSS/1986) o el del petrolero Exxon Valdez (Alaska/1989).

Patologías

Insomnio, irritabilidad, angustia, depresión, trastornos digestivos, ataques de pánico, enfermedades cardiovasculares por un estrés crónico, unido a adicciones a tranquilizantes, excitantes o alcohol y tabaco, son algunas de las costumbres patológicas que acompañan a quienes trabajan sin sol, según los especialistas.

Estivill, cuyos libros sobre trastornos del sueño figuran entre los más leídos, recordó que el desajuste horario no sólo "desincroniza al ser humano fisiológicamente al sufrir una reducción de sus defensas inmunitarias por insuficiencia de luz, sino que también le produce desequilibrios sociales y psicológicos al verse abocado a vivir al revés que los demás".

La causa principal de los trastornos es que el descanso diurno es "poco reparador", ya que durante el día los parámetros biológicos tienen unas constantes naturales diferentes a las de la noche, en que el organismo se prepara para descansar.

Según Estivill, los ritmos biológicos naturales y saludables coinciden con el día y la noche, y a ellos el cerebro responde enviando al organismo órdenes de actividad.

"Al cuerpo no se le puede engañar", sentenció.


Joder, quizás devería cambiar de trabajo


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