martes, enero 24, 2006

 

Historias de un viaje a Bruxelles. Cap. 2 Surcando los cielos


Un par de minutos después el avión finalizó su ascenso y viró al este, rumbo a Bruselas; una pequeña pantalla nos informaba en cada momento de nuestra posición, velocidad, temperatura exterior e interior. Volábamos a unos treinta mil pies de altura y fuera hacía frío, mucho frío. Sesenta grados bajo cero nada menos. Unos novecientos kilómetros por hora. A través de la diminuta ventanilla, y cuando las nubes me lo permitían, podía divisar el seco y árido paisaje de nuestro país. Había sido un verano muy caluroso, demasiado quizás, y los embalses sin duda pedían a gritos un poco de lluvia. La sensación era de calma total mezclada con algo de nerviosismo. A ratos charlaba con el pasajero que estaba sentado a mi lado, pero me costaba apartar la cabeza de la ventanilla.

La duración prevista era de una hora y cuarenta y cinco minutos, más o menos; sin embargo apenas cuarenta minutos después del despegue ya podía ver el mar. Para mi sorpresa no íbamos en línea recta, sino que pasamos Euskadi para luego virar al este de nuevo y atravesar Francia. Pude contemplar, durante unos minutos el mar. Sería mi siguiente viaje. Lo echaba de menos. Hay tanta paz cerca de él. Pero tendría que ser más adelante. Ya en tierras francesas, el paisaje era completamente diferente. Todo verde. Iba quedando menos. Nos sirvieron comida, algo que también me sorprendió. Bueno, la bandeja traía un sándwich, una galleta, servilletas y leche para el café. Menos es nada; y el sándwich estaba delicioso. Lo devoré rápidamente y seguí contemplando el horizonte. De repente el avión comenzó a descender; y no tardé en notarlo. Me sentí muy raro, la cabeza me dolía bastante e incluso la mandíbula; cosas de la presión. Saqué un chicle del bolsillo y los mastiqué rápidamente. El alivio no tardó en llegar.

Ya quedaba muy poquito. A través de la pantalla podría ver que habíamos entrado en espacio aéreo belga; apenas unos veinte minutos para aterrizar. ¿Qué aventuras me esperaban en este viaje? ¿Cómo sería la capital europea? ¿Qué tal lo pasaría con Aitor? Pues pronto lo sabría. Durante un par de horas surqué los cielos en un Airbus, rumbo a un nuevo capítulo de mi vida.

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