viernes, enero 06, 2006

 

La balanza de Anaán


En el principio de los tiempos, la calma reinaba sobre el mundo. El dios Tempus acababa de nacer y la arena de su reloj ya caía sin cesar. Los hombres y mujeres vivían sus vidas en un equilibrio perfecto, en el que el dolor siempre estaba compensado por el placer. Nadie era feliz, pero al mismo tiempo nadie era infeliz. Los dioses estaban contentos, pues el equilibrio era tan perfecto que no había problemas. Tiempo atrás intentaron que todo el mundo fuese feliz pero no lo consiguieron. Así que encargaron a Anaán, el dios de los sentimientos, que construyese una balanza. En uno de los platos estaba el amor, la alegría, la felicidad y todos los sentimientos positivos. En el otro estaba la ira, el miedo, el dolor, el sufrimiento, el desamor. Esa balanza se calibró con bastante precisión hasta que ambos platos quedaron a la misma altura, y con ello consiguieron que los hombres y mujeres tuviesen siempre compensados sus sentimientos.

Pero esto no gustó nada a Belthor, el dios del cambio, quien aburrido ante ese mundo estático que sus semejantes habían creado, se adentró sigilosamente en el templo donde yacía la balanza y le dio un golpe a uno de los platillos, haciendo con ello que la balanza se moviese constantemente de un lado a otro. Ello desajustó totalmente a los hombres y mujeres, haciéndoles sentir cosas muy agradables a unos y muy tristes a otros. Anaán, muy enfurecido, le pidió explicaciones a Belthor, quien se limitó a decir que ese equilibrio era algo absurdo y que se sentía inútil con él. Cuando el resto de los dioses se enteró de lo que había hecho le convirtieron en humano y condenaron a una vida de sufrimiento. Después le encargaron a Anaán que arreglase la balanza pero le resultó imposible, pues el propio Belthor la robó y escondió muy bien. No fueron capaces de encontrarla. Así pues la balanza siguió moviéndose de un lado al otro, hasta el fin de los días, y los hombres y las mujeres tuvieron que aprender a disfrutar de lo bueno y a sufrir lo malo.

Y esa balanza somos nosotros, nuestra vida, nuestro estado de ánimo. A veces arriba y a veces abajo, a veces incluso rozando el equilibrio. Pero nosotros somos los responsables de dónde esté situado el platillo. De intentar que lo malo quede abajo y lo bueno arriba. A veces no es nada fácil. A veces aparece algo, o alguien, que le da un fuerte golpe a uno de los platillos y nos deja totalmente descolocados. Supongo que así es la vida, un camino de rosas en algunas ocasiones, y piedras en otras. Las arenas del tiempo, eso sí, no cesan. Siempre en movimiento está el futuro, lleno de cambios, de dudas y de elecciones. Y la balanza moviéndose con él.

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