domingo, noviembre 26, 2006

 

Diablos y deseos


Esta tarde mientras me preparaba para ir al trabajo encendí la tele pues el silencio me resultaba algo incómodo. Las tardes de domingo, y más con este tiempo, suelen echar películas que ya han puesto mil veces, pero que si estás aburrido y sin nada que hacer ves; zapeando un poco me encontré con una graciosa película de Harold Ramis (uno de los antiguos cazafantasmas).

Es la historia de un chico tímido e inseguro que está enamorado de una compañera de trabajo; no tiene amigos ni cae bien a la gente pero a pesar de estar solo tiene buen corazón y sueña con ganarse el corazón de esa chica. El diablo, adoptando forma de una bella mujer, se le aparece y le ofrece la posibilidad de que su sueño se haga realidad. A cambio por supuesto debe venderle su alma y si lo hace recibe siete deseos. El chico reacio al principio cede porque sabe que de otra forma no podría conseguir a una mujer que jamás se ha fijado en él. Y firma el contrato.

Sin embargo no es oro todo lo que reluce; el primer deseo, ser rico y poderoso y estar casado con la chica, sale mal. ¿Por qué? Porque no especificó la forma en que debía ser rico ni que la chica le quisiese; tras fallar el primer deseo sigue intentándolo, variando cada deseo pero siempre pidiendo algo que anhela ser para poder enamorarla. Un hombre muy sensible, un hombre muy fuerte y atlético, un hombre muy inteligente, uno muy importante. Deseo tras deseo siempre sucede algo que imposibilita su sueño. Y así hasta que sólo le queda un deseo.

Tras pensar un poco y recibir una inesperada visita se da cuenta de que simplemente no puede ser, pero ya es tarde. Ha vendido su alma y debe realizar su último deseo; se niega pero el diablo usa todo su poder para obligarle. Y cuando piensa que va a morir y le espera la condenación eterna en el infierno realiza por fin su último deseo: que la chica tenga una vida feliz. Y eso automáticamente anula el contrato y salva su alma.

Pero no acaba aquí la cosa; no consigue a esa chica pero el destino le tiene reservada una sorpresa agradable. Y así creo que es la vida: cuando te mantienes fiel a ti mismo, a lo que piensas y sientes aunque sufras y lo pases mal tienes tu recompensa. Y cuando te llega es cuando puedes estar orgulloso y mirar atrás. Como decían en aquella peli, no importa lo que consigamos sino cómo lo consigamos.


sábado, noviembre 25, 2006

 

Voy con todo


He jugado a muchos juegos de estos llamados de azar; juegos en los que hay que tener cierta habilidad y en los que la suerte ha de acompañarte. Juegos de mesa, de cartas, hasta los concursos de la tele siguen un cierto patrón. Este patrón se conoce como la teoría de los juegos y surgió a principios de los 50 como una rama de la economía que intentaba calcular las probabilidades de ganar (probabilidades dinámicas). Y algo tan aparentemente sencillo es en realidad un mundo.

De entre todos los juegos de azar mi favorito es el póker; aprendí a jugar de chaval y pasé muchas tardes buscando la escalera de color o el poker de ases, que rara vez llegan (también depende de la variante elegida). Por supuesto estos juegos tienen más emoción si apuestas algo; nosotros jugábamos con monedas de cinco pesetas y recuerdo que en algunas partidas, a base de ir y subir la apuesta yacían en el tapete quinientas pesetas. Yo soy de los malos jugadores porque no me tiraba faroles y claro, sólo apostaba sobreseguro, cuando tenía por lo menos un trío. Así pues siempre que Javi echaba unas cuantas monedas en la mesa se oía un “No voy” generalizado. En otras ocasiones lo que apostábamos eran chupitos y más de una vez acabé en el suelo por ello.

Hace tiempo aposté todo por una relación y por supuesto no iba (ni voy) de farol; puse todo lo que tenía en la mesa y a medida que la persona me pedía más, subía la apuesta. Sabía que era (y es) muy arriesgado pero también sabía que era la única forma de que saliese bien. Por cada problema una solución; y allí estuve aguantando el tirón. Las cartas aún no han quedado descubiertas y sé que si pierdo me arruinaré.

Y es que el amor es en cierto modo un juego, en el que alguien pone siempre más que el otro y en el que uno tiene más que perder del otro. Ya sea porque tenga menos o porque tardará más en recuperarse. Y en estas cosas no te suelen fiar. Tengo un extraño apego por las relaciones complicadas y siempre acabo en medio de una. Pero cuando estoy enamorado me da igual. Porque prefiero arruinarme a pasarme el resto de mi vida preguntándome si podría haber ganado. Ya sabes que cuando no igualas la apuesta las cartas no se descubren. Voy con todo.


miércoles, noviembre 15, 2006

 

¿Quieres saber....?


Cuántos se apellidan como tú?

lunes, noviembre 13, 2006

 

Consultando al oráculo


¿Te imaginas tener el poder de saber el futuro? Conocer la fecha en que ocurrirán los distintos acontecimientos, ya sean triviales o de importancia vital. El resultado de un partido de fútbol, la fecha en que encontrarás un nuevo trabajo o si aprobarás ese examen. Es una idea algo paradójica porque si tuviésemos ese poder ello implicaría que todos los sucesos y acontecimientos ya están planeados y tienen una fecha y por mucho que hiciésemos para intentar cambiarlo no podríamos. Todo estaría escrito.

Ahora imaginemos que nosotros no tenemos ese poder pero sí conocemos a alguien que lo tiene; una especie de oráculo, un ser superior que tiene todas las respuestas y que puede ver más allá de nuestras elecciones, más allá del tiempo y del horizonte. Si pudieses charlar con él (o ella) ¿qué le preguntarías? ¿Qué te gustaría saber? [Modo sarcástico ON] Yo si el Madrid ganará la liga…….[Modo sarcástico OFF]

Tanto en un caso como en el otro la vida sería aburrida; te imaginas saberlo todo, lo que te va a pasar, lo bueno y lo malo? Sería un sinvivir; lo bueno sabría a poco y lo malo sería mucho peor. La sensación de impotencia y frustración con la que te quedarías sería terrible. Y le quitaría las emociones que tiene la vida provocadas por lo inesperado, por los cambios de guión (los buenos me refiero). Y los malos sino puedes evitarlos para qué saberlos? Si cuando dicen que la ignorancia es la felicidad no van mal encaminados. Aunque quién no querría consultar al oráculo alguna vez.


viernes, noviembre 10, 2006

 

El profesor Javi



Desde hace algún tiempo compagino mi trabajo y mis estudios dando clases particulares; necesitaba unos ingresos extra y puesto que tenía algunas horas muertas me apunté a una academia, la cual me busca alumnos (estas empresas se están poniendo de moda) y yo elijo los que me interesan (por zonas y asignaturas). La experiencia es interesante a la par que agotadora.

Desde que entré en el colegio hasta la universidad he tenido muchos profesores; resulta irónico que los que mejor preparados deberían estar son los más negados para la enseñanza. Me refiero a los profesores universitarios, esos entes con unas mentes brillantes forjadas a base de décadas de estudio y que se pasean por la facultad con aires de grandeza y superioridad. Tan superiores se creen que viven desconectados de la realidad, en su mundo, en su despacho, entre montañas de papeles y disfrutando de su trono, la tarima, en este mundo aparte que es la universidad.

La enseñanza es algo muy respetable y muy serio; primero porque te tiene que gustar enseñar. Y segundo porque muchas veces tienes que hacer entender a otros cosas que te resultan muy fáciles pero que no entran en esas mentes; ya sea enseñar a sumar o enseñar a resolver ecuaciones diferenciales, la transmisión de conocimientos es fundamental y requiere de un gran esfuerzo por parte del docente, sobre todo cuando el alumno o la alumna es más “negado”.

He leído muchos artículos sobre el problema de la educación en nuestro país, el fracaso escolar y el maltrato en las aulas. Ya tenemos toda una generación de nengs orgullosos de su estupidez e ignorancia y que a lo único que aspiran en la vida es a tener un Seat León tuneado y a divertirse y ganar dinero con el mínimo esfuerzo. Lástima que sean nuestras pensiones; lástima que no hayan aprendido valores mucho más importantes que las fracciones, los afluentes de los ríos o la gramática. Valores como el respeto, la tolerancia, el esfuerzo, la constancia y la humildad. Tranquilos, canis que la vida a base de hostias os irá empujando a lo que os habéis trabajado, el fracaso.

No hay que confundir educación con cultura ni con inteligencia; he conocido personas sin estudios que son inteligentes y educadas (y sabes las personas que más admiro son esas). Y he conocido personas con estudios que ni son educados ni quieren serlo. La vida al final es mucho más que lo que aprendemos en los libros, aunque con ellos se pueda aprender bastante. De hecho siempre estamos aprendiendo, de cada experiencia, de cada momento, de cada persona.


jueves, noviembre 02, 2006

 

Hay que joderse


La semana estaba siendo agotadora; mucho trabajo, mucho estrés, muchas cosas en la cabeza y poco tiempo libre. Hoy me levanté cansado y después de ducharme y comer algo me dirigí a darle clase a una de mis alumnas. (otro día te cuento cómo va mi aventura de profe). Conducía raudo y veloz cuando al meterme en la A1 un sonido extraño envolvió el coche.

No veía testigos encendidos en el salpicadero pero el coche no aceleraba. Reduje a cuarta y pisé el pedal del acelerador; ¿el motor? ¿La transmisión? Cada vez iba más despacio y eso en una autovía es muy peligroso. Por desgracia la siguiente salida estaba lejos así que no tuve más remedio que meterme en el arcén y frenar. Los demás coches pasaban como balas y daba miedo salir (el arcén estaba en el lado derecho). Ya me imaginaba cuál era el problema. Al salir del vehículo y echar un vistazo se confirmaron mis temores: el neumático trasero izquierdo había reventado. Joder.

Calma Javi, calma; ponte el chaleco de emergencia (anda si estoy guapo con él y todo) y saca el teléfono. Me he quedado tirado en la carretera; necesito ayuda. Esto es un trabajo para la Masa, o quizás Superman o mejor Spiderman? No, es un trabajo para los de Línea Directa, que me sacan más de mil euros al año. Tras llamar y dar mis datos, llamé a mi madre pero sólo conseguí asustarla y poco después apareció. Un beso para calmarla y me quedé solo de nuevo.

La Guardia Civil entró en escena y me preguntaron si estaba bien; sálgase de la calzada por favor por su propia seguridad. La verdad es que había pensado en ponerme en medio y, usando el chaleco como capote, hacer de torero de coches, pero lo dejo para otro día. El cielo encapotado amenazaba lluvia y la grúa no aparecía. Hay que joderse. Encendí un cigarrillo y contemplé el paisaje. Los coches iban como balas, cosa del sistema de referencia. Ahora el reposo soy yo.

La grúa llega y el conductor examina el coche; hay que cambiar la rueda. La hostia pues ahora descubro que tengo rueda de repuesto (y esto no es broma). Tras mucho esfuerzo porque el sistema de desanclaje de la rueda es algo engorroso observo el neumático roto. Tres rajas enormes en los laterales. Joder. Unos diez minutos después mi coche dejaba de estar cojo de la parte de atrás. Lo observo durante un instante y pienso si regresar a casa o ir al taller para solicitar una nueva. Ay que miedo, mi cuenta corriente temblando. Voy al taller y me dicen que serán unos 100 €. Qué bien. Justo lo que necesitaba.

Volviendo a casa, en medio del habitual tráfico de Madrid, reflexiono; me dan ganas de llorar, pero lo que hago es reír. Esta risa tonta que te da a veces cuando te llevas muchos chascos seguidos. Pero en fin, supongo que así es la vida a veces, llena de sinsabores. Ayer me llevé uno gordo, pero sabes, seguiré luchando, porque te quiero.

P.D. “Eso es que te han pinchado la rueda” —comenta mi amigo Aitor

Hay que joderse


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