martes, marzo 28, 2006

 

La trama

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Durante unas horas dejé de ser Javi para convertirme en Rodrigo Rivera de Sanabria, un codicioso empresario militar deseoso de acabar con un Marqués que sabía demasiado. Ese era básicamente el argumento de mi personaje, el resto lo tenía que crear yo. El resto de los personajes, algo más de veinte, tenían sus propios objetivos. Toda una historia de traición, conspiraciones y finalmente un asesinato (sí, se cargaron al Marqués). El rol en vivo es una mezcla de teatro de improvisación y el propio juego de rol; no hay guión, pero sí una historia y unos objetivos perfectamente definidos. La trama ocurría en la petición de mano de un caballero a una princesa (1643), y desde luego nadie era quien parecía ser.

Lo malo de la representación fue, a mi juicio, que había demasiados personajes. Cuando acabamos se desenmascaró la trama y joder, dejaba mal a cualquier novela de Agata Christie. Pero estuvo bien, fue toda una experiencia (y otra forma de ver el teatro). El vestuario dejaba mucho que desear y la escenografía era muy simple pero no se podía pedir más. Bueno se podía pedir mucho más pero previa visa platinum.

Al final hice un trato con un militar; yo le proporcionaba armas y él a cambio se cargaba al Marqués; para ello resulta que contrataría a otro personaje el cual a su vez estaba liado con la novia. Por otra parte el padre de la novia me debía dinero y para pagar su deuda le exigí un carromato que necesitaba para transportar las armas al militar. En realidad el militar me engañó y quería el carromato para que su sicario pudiese ir hasta Flandes. Y muchas cosas más que ya ni recuerdo. Menudo lío……..

Es divertido de vez en cuando salirte de ti mismo y convertirte en otra persona; la vida real es a veces demasiado aburrida y otras demasiado triste. A ver si me animo y escribo yo algo, que tengo muchas ideas rondando la cabeza. Una historia de amor con final feliz. ¿Qué esperais? Es mi primera obra, dijo Woody Allen en Annie Hall. Es lo bueno de escribir: puedes inventarte el final que quieras. En la vida real no.


miércoles, marzo 22, 2006

 

La fugacidad del tiempo


Soy de esas personas que tienen un calendario del mes en la pared para tener más o menos controlado el tiempo; los días que trabajo, los que tengo clase, curso, etc etc. Empecé a usar este sistema hace casi diez años y qué curioso, no tiraba los papeles una vez concluido el mes; así pues en mis cajones hay un paquete considerable de folios, pedacitos de mi vida. El primer papel data de septiembre de 1996, el año que empecé COU. No fue un gran año la verdad. De hecho fue eso precisamente lo que me motivó a comenzar, más que la necesidad de orden y control.

De vez en cuando me gusta cogerlos y echarles un vistazo; no sólo anotaba en la casilla del día compromisos laborales o académicos. También me gustaba apuntar los días o momentos especiales, dos o tres palabras que me recuerdan los buenos momentos vividos. “Cumpleaños de….”, “excursión a”, “vacaciones en”. Desde luego no son tan expresivos como una foto, pero gracias a esto sigo recordando muchos detalles y anécdotas que me hacen sonreír. Aquellos geniales veranos sobretodo. Y me hacen darme cuenta de que han pasado ya diez años, de que el tiempo vuela.

Mucho ha cambiado mi vida desde entonces; pero sigo siendo, en el fondo, el mismo. Con mis vicios y virtudes, algo más sabio y bastante más calvo (sí! existió una época en la que tuve pelo…). Lo que no alcanzo a recordar es cómo pensé que sería mi vida hace diez años dentro de diez años (o sea, ahora). Se dice pronto, pero es un período de tiempo largo. El paso del tiempo me ha convertido en una persona más tranquila y sensata, aunque también a veces algo más fría, racional, apática.

He limpiado mi cuarto muchas veces, me he deshecho de toneladas de papeles, apuntes, cuadernos (los típicos residuos de un estudiante universitario), folletos, facturas y un largo etcétera; pero nunca he sido capaz de tirar esos calendarios. Los he tenido en la mano muchas veces, a punto de meterlos en la bolsa de basura, pero siempre me echo atrás y los vuelvo a dejar en el cajón. Me gusta conservarlos. No tengo muchas fotos así que en cierto modo, los considero como tales.

No sé dónde estaré en el 2016 (espero que vivo, eso sí); seguiré haciendo el calendario cada mes, y dentro de diez años si seguimos viéndonos por aquí, te lo contaré. De momento la tarde se me está haciendo eterna, pero sólo en apariencia. Así es el tiempo, nos engaña, pero es fugaz. Ya está listo el calendario de abril y el de marzo a punto de salir de la pared. Uno más para mi colección.


domingo, marzo 19, 2006

 

Días cruzados

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Nunca he creído en los horóscopos; y eso que estoy seguro que hay muchas cosas que la ciencia no puede explicar, que permanecen más allá de la fría lógica de las ecuaciones, un misterio. Pero eso de que por ser sagitario esta semana me vaya a ir todo bien en el amor, regular en el trabajo y estupendo con los amigos….y a la siguiente al revés etc etc me parece una chorrada; si además añadimos que el que predice los horóscopos cobra una pasta ya tengo un veredicto y voy a ejecutar la sentencia.

Sin embargo es cierto que a veces las cosas no salen bien; aparentemente sin problemas graves que enturbien la situación, simplemente hay días en que nada parece querer salir, estamos de mal humor y no nos apetece hacer las cosas que normalmente nos motivan e incluso ilusionan. ¿Una conjunción planetaria en la que dejamos de recibir energía de Júpiter o Saturno? No lo creo. Pero la ciencia, que yo sepa, no ha sabido averiguar la respuesta. Si fuese chica diría que es por la regla pero me temo que no tengo excusa…

La semana ha sido mala, cansada, y eso que el sol no ha dejado de brillar e incluso elevar bastante las temperaturas; empezó muy mal, con una discusión de esas que además de agotarte te dejan un mal rollo en el cuerpo que quiere extenderse a todo lo demás. Y en mi caso se acaba extendiendo. Total, que eres como una bomba a punto de estallar, un explosivo con un enorme botón de detonación. Cuando estoy así procuro no hablar, porque diga lo que diga mi estado alterado me hará meter la pata. No soy grata compañía. Ni siquiera me apetece salir, llamar a la gente, quedar.

Supongo que no es nada bueno, pero por el ahora me resisto a cambiar eso la verdad; a veces me pasa, es como un estado de “hibernación”. Hoy domingo me he levantado más tranquilo, algo nervioso porque la semana que viene será también dura e importante por motivos académicos. Menos mal que mañana es fiesta, un pequeño regalo que hará que tengamos un día más de descanso. Ya llega la primavera, que la sangre altera (la mía ya está muy alterá) y las vacaciones de Semana Santa quedan aún un pelín lejos. En fin, que es domingo, día de visitas familiares, y a ello voy. Pásalo bien. Y a ver si no llueve.

viernes, marzo 17, 2006

 

Historias de mi historia: Entre cartuchos anda el juego


Mi primer trabajo serio (con contrato y seguridad social) lo conseguí a través de un amigo (vamos, de enchufe); un tórrido día de julio me presenté en las oficinas, asfixiado por el calor del traje y del sol, dispuesto a venderme y algo nervioso pues era mi primera entrevista de trabajo; mi amigo, psicólogo laboral, ya me había preparado para el momento, pero aún así un gusanillo recorría mi estómago; una experiencia más de tantas que da la vida. Fue algo más corto y sencillo de lo que pensaba y por eso deduje que tenían prisa en contratar personal. Un rato después estampé la firma en lo que sería mi primer contrato laboral, por obra. Estaba contento y asustado al mismo tiempo; contento porque me introducía en el mercado laboral e iba a ganar un sueldo que me permitiría hacer muchas cosas. Asustado porque apenas sabía nada de lo que iba a hacer.

Días después mis temores se confirmaron; cuando entré en lo que iba a ser mi puesto de trabajo no pude sino asombrarme. Una enorme sala llena de ordenadores, cables y robots que tragaban y transmitían gigas de datos. Parecía la cabina del Enterprise y pensé que no tardaría en aparecer el Dr. Spock anunciando que ya se podía saltar al hiperespacio. ¿Dónde me he metido? Pensaba. Mis compañeros no se esforzaron mucho en explicarme en qué consistía el trabajo, así que pasé la mañana deambulando en la sala, observando aquellas caras y sofisticadas máquinas y mirando al futuro con pesimismo. El trabajo además era a turnos y por aquella época ni siquiera tenía carnet de conducir; el autobús y el metro serían pues compañeros inseparables.

Aquel día regresé a casa con un bajón considerable; una vocecita me invitaba incluso a echarme atrás. Pero no lo hice. Día a día me empapé de la información, y tras unos cuantos fallos empecé a dominar el trabajo; en realidad no era tan difícil. Se trataba básicamente de procesos de backup en cartuchos de datos de gran capacidad; todo eran cartuchos que contenían datos de empresas (bancos y aseguradoras sobretodo). Lo más jodido eran las noches, que se alargaban demasiado; eso unido a las varias horas que gastaba en desplazamientos lo convertían en un trabajo pesado. Tampoco había buen rollo entre la plantilla. Cada uno iba a su bola y barría para casa; algo normal en este tipo de trabajos. Conocí gente interesante y agradable, pero en el fondo no estaba a gusto.

Pero no me importaba; ganaba dinero (y cuando vives de parásito en casa, era mucho dinero); fue eso lo que acabo conmigo poco a poco. El dinero puede ser peligroso si no sabes manejarlo; te acaba manejando él a ti. Y no tardas en comprar cosas que no necesitas, en gastar demasiado. La hostia tenía que llegar. Unos meses después, cabizbajo, presenté mi dimisión. Y ahí acabó mi aventura como “periférico” Durante unos meses viví entre cartuchos; aprendí algo sobre el mundo laboral. Y el destino es irónico a veces, porque ahora trabajo a apenas cien metros de aquel lugar.

martes, marzo 14, 2006

 

Tardes de domingo


El sol todavía se deja ver y no desaparecerá hasta dentro de una hora; hace una temperatura agradable que invita a pasear y salir a tomar algo. La radio escupe goles y la semana se apaga, dejando estas últimas horas como final. Los que ayer quemaron la noche ahora están descansando la resaca. A través de las enormes ventanas veo bastante movimiento en las carreteras, quizás de aquellos que regresan a sus hogares de una escapada o simplemente de los que decidieron hacer una visita a algún familiar, amigo o pareja. En un rato yo también estaré en casa y pondré punto y final a una semana algo estresante. Y en unas horas se iniciará otra todavía más dura.

A veces el domingo también nos deja una sensación de vacío; de aquello que no tenemos y echamos en falta. Suele suceder cuando se cierra un círculo y se pasa al siguiente; reflexionamos sobre como nos sentimos, sobre las alegrías y penas vividas, sobre el futuro. Se le puede llamar muchas formas, la más común es el bajón; la amenaza del despertador del lunes, de la vuelta al trabajo, a clase, a las obligaciones, al estrés, atascos, jefes, problemas. Cuando la tregua de descanso termina.

Qué corto se hace el fin de semana; y si te lo pasas bien o es muy intenso más corto todavía; efectivamente Einstein tenía razón, el tiempo es relativo. No hace falta que nos desplacemos a una velocidad comparable a la luz para notarlo. Una tarde aburrida se puede hacer eterna y una divertida demasiado fugaz. Por eso se suele pasar haciendo algo, yendo al cine, a dar una vuelta o tomar algo. A mi me ha tocado currar pero al menos no hay mucho jaleo. Se agradece que los últimos momentos de la semana sean tranquilos.

La primavera está a punto de llegar y pronto el abrigo quedará guardado en el armario; hay más horas de sol y las temperaturas suben lentamente. Se agradece después de un frío invierno. Las tardes pronto serán soleadas y con cielos despejados y nos regalaran bonitos paisajes. La amenaza de los lunes continuará por desgracia; momentos de reflexión en los que mirar hacia delante y sonreír para comenzar una nueva semana. Un nuevo círculo.


sábado, marzo 11, 2006

 

Puzzles



No sé qué edad tenía cuando por mi cumpleaños me regalaron un puzzle de unas tres mil piezas; la imagen era de un paisaje marítimo, sin duda precioso en la caja, pero cuando leí la cantidad de piezas que había que encajar para obtenerla, me echó para atrás. Así que el regalo quedó confinado en un armario hasta que tiempo después en una lluviosa tarde de otoño y presa del aburrimiento, me lancé a la aventura. Todo un reto. Lo primero fue seleccionar las piezas fáciles, las que formaban la imagen de un barco; después las del cielo, luego las del mar. Pero a cada minuto que pasaba me sentía más cansado y ya empezaba a ver piezas por todas partes. Finalmente desistí y preso de una mezcla de impaciencia y frustración lo volví a meter en la caja. Y ahí se quedó.

Demasiadas piezas; ese fue el problema. No quiero ni pensar cómo serán los de diez mil (que los hay). Uno más pequeño puede tener su gracia, pero este... en fin, que definitivamente los puzzles no son lo mío. Siempre encuentro alguna pieza que no encaja; o se me pierde alguna y adiós. Qué similitud tan curiosa con la propia vida que vivimos. ¿Cuál es la imagen que obtenemos al completar el puzzle de nuestras vidas? Simplemente nosotros; pero las piezas que la forman conllevan algo más que trozos de nuestro rostro y nuestro cuerpo; nuestra vida, nuestros recuerdos, emociones, sentimientos, esperanzas, ilusiones, sueños, temores, deseos, éxitos, fracasos, sinsabores, alegrías, penas, conocimientos, habilidades, capacidades, defectos, virtudes, todo esto que encaja en una mirada con nombre y apellidos.

Algunas veces tengo la sensación de que hay muchas piezas que no encajan en mi vida y que por mucho que lo intento, no las uno. No sé si es porque no están o porque todavía no las he encontrado; otras veces (cuando estoy de bajón) pienso incluso que yo soy la pieza que no logra encajar ni a la fuerza. Supongo que no es así; pero lo mismo da pues cuando percibes las cosas de una forma, la objetividad desaparece. Todo es un punto de vista y no existen las verdades absolutas (las mentiras absolutas sí).

¿Por qué a veces nos gusta tanto complicarnos la vida? Alguien me dijo una vez que la vida es sencilla y somos nosotros los que la llenamos de problemas. De otra forma, que vamos añadiendo cada vez más y más piezas y algunas no encajan y hay que cambiarlas por otras. El puzzle puede resultar demasiado grande; por eso hay que tener cuidado. Complicarlo demasiado quizás nos frustre; simplificarlo en exceso hace que pierda la gracia….. pues eso, un equilibrio. Y paciencia.


jueves, marzo 09, 2006

 

Historias de mi historia: Corre Javi, corre


La clase de educación física no era precisamente de mis favoritas; ningún deporte se me daba bien, aunque me gustase el fútbol. El gimnasio era otra cosa; me defendía en los potros, colchonetas, plintons y semejantes artilugios. Pero había algo que no soportaba, que hacía que suspirase cada vez que el profesor anunciaba que la clase estaría dedicada a eso. Correr. Siempre acababa muy exhausto, demasiado. Y un buen día nos comunicaron que el examen consistiría en un test de Cooper; por si no lo sabes, se trata de recorrer una distancia en un tiempo mínimo; claro está la gracia es que hay que correr (y mucho) para no pasarse del tiempo, pues la distancia suele ser grande. La resistencia es fundamental.

X vueltas al campo de fútbol (unos ochenta metros de base por cincuenta de altura) en menos de siete minutos (no recuerdo X, disculpa). Mis mejores tiempos se quedaban en ocho minutos; aparte de estar más rellenito en aquella época, tengo los pies totalmente planos y eso aunque no lo creas, dificulta eso de correr. Pero no quiero ponerme excusas: no era capaz, me superaba. Suspendí el examen y fui condenado a realizar el temido test en Junio. Genial, con el calor del verano. Era buen estudiante y no me gustaba la idea de suspender una asignatura que consideraba secundaria y sin importancia. El problema quedó, por unos meses, aparcado, pero visible en el horizonte.

El día del examen, nervioso, me presenté horas antes con la idea de practicar, calentar y ensayar la carrera; cronómetro en mano, inicié el trote y me dispuse a superar lo que para mí era todo un reto. Vuelta tras vuelta, lengua fuera y deshidratado, completé el recorrido con algo de desesperanza. Sin embargo cuando consulté el reloj marcaba para mi asombro seis minutos y cincuenta segundos. Lo había logrado. Salté de alegría y saboreé por unos momentos el triunfo. Pero había sido una prueba; sólo una prueba.

Ya había pensado en ello; llevaba conmigo todo un cargamento de bebidas energéticas para reponerme después de la prueba. Todo jugaba a mi favor a priori. El tiempo pasaba y el profesor hizo acto de presencia. Preparados, listos, ya! Fracasé. Más de ocho minutos. Ayyy dios, nunca lo conseguirás, pero te aprobaré de todos modos pues lo has intentado chaval. Fue frustrante; lo había logrado sólo una hora antes pero no había pruebas de aquella particular proeza. Pero no se lo dije, total no me habría creído. Me olvidé del señor Cooper y su test, entre el éxito y el fracaso. Si no hubiese hecho nada el resultado habría sido el mismo, me decía.

No practico ya nada de deporte; en ocasiones salgo a la montaña a andar pero muy esporádicamente. Dejé también el tenis de mesa (llegué a ser un jugador aceptable) y ya con coche tampoco ando mucho; sigue sin gustarme eso de correr la verdad, de hecho antes no corría ni cuando perdía el autobús. Soy un vago, lo reconozco. Fumar casi un paquete diario tampoco ayuda mucho. Corro, pero en sentido figurado. A veces hay hacerlo, cuando los peligros se presentan.

Cuando vi Forrest Gump me vinieron a la cabeza esos recuerdos; durante el examen algunos amigos me animaban gritando el título de este post y me sentí identificado con el siempre genial Tom Hanks. Claro que yo ni era tan bueno como el personaje, ni lo seré nunca. Lo añadí hace tiempo a mi lista de defectos, en pos de encontrar siempre alguna virtud que lo compense. De momento, querido lector/a, creo que simplemente no me ha ocurrido nada. Pero tampoco me importa. Sobretodo porque no me gusta.


lunes, marzo 06, 2006

 

Contemplando el horizonte

Antiguamente se creía que la Tierra es plana, y que existía una frontera, más allá del horizonte, donde el mundo se acababa; estaba llena de monstruos horripilantes, comentaban los asustados marineros, con grandes colmillos y muy mala leche. Por ello a Colón le costó bastante encontrar avezados y valientes grumetes que ignorasen las leyendas reinantes y se adentrasen con él en la aventura de la búsqueda de las Indias. El genovés había consultado muchos mapas y trabajos de algunos matemáticos y sospechaba que no sólo no existían esos monstruos, sino que la forma de la tierra conocida no era plana. Por supuesto no lo dijo en voz alta pues la Inquisición acechaba y tenía espías por todas partes. Así pues tres barcos se adentraron en el peligroso océano en busca de fortuna y gloria; no fue las Indias lo que hallaron, pero esto no se sabría hasta algunas décadas después.


Efectivamente el planeta tiene una geometría esférica, un poco achatada por los Polos; un radio de unos 6350 Km que le da una longitud total de unos 36000 Km. Por supuesto nuestra vista limitada no permite apreciar tan enorme distancia, la propia curvatura lo impide. Pero merece la pena contemplar el paisaje; el mejor modo de disfrutar de estas vistas es sin duda una playa al atardecer, pues las bonitas vistas se mezclan con la diversidad de colores del cielo (provocadas por el scattering de la radiación solar por las moléculas de la atmósfera). Sin embargo no es sólo un bonito paisaje, es algo más; la sensación de estar viendo el futuro, allí a los lejos; y uno se pregunta a veces si existirán esos monstruos, si nos están esperando.


Son tantas las posibilidades a la hora de encauzar nuestra vida que es difícil saber a priori cuál es la correcta; supongo que entonces no queda más que tirarse a la piscina. Es cierto; pero mejor asegurarse de que antes la piscina tiene algo de agua, sino la hostia puede ser dura. ¿Pero eso sí puede saberse a priori? Interesante pregunta. No en su totalidad pero algo te dirá, llámalo instinto o como quieras, si ese camino es el adecuado o no. Lo que venga después que venga; si es bueno mucho mejor, si es malo aprenderás de ello y luego podrás buscar otra puerta. Esto ya lo hemos hablado antes….las puertas


He conocido muchas personas “aventureras”; escapan de la rutina, son muy activas y están constantemente probando cosas nuevas. Conocí una incluso que llevaba al límite esa premisa; cada x tiempo se desplazaba a una ciudad, buscaba un trabajo y se establecía durante unos meses, hasta que se cansaba y con algo de dinero viajaba a otra ciudad para repetir el ritual; a lo tonto se recorrió Europa entera y creo que la última vez que supe algo de él ya apuntaba al Nuevo Mundo. Bueno, es una forma válida, aunque no sé cuánto tiempo se puede aguantar así. Creo que hay que tener mucha fortaleza para hacer eso, pues por muchos lugares que visites, gente que conozcas y anécdotas para el recuerdo, al final estás sol@.

Cada uno ve las cosas de distinta forma; lo que es seguro es que todos contemplamos el horizonte, en el que están a la vez nuestros monstruos de colmillos afilados y nuestras esperanzas e ilusiones. Estoy seguro de que Colón hace quinientos años pensaba igual; se tiró a la piscina y lo logró, pero de distinta forma a como hubiese querido. Es otra característica importante de todo esto: las cosas rara vez salen como queremos y/o planeamos. Lo importante pues es que salgan, aunque nos sepa a poco (o a nada). Por suerte, siempre nos quedará el horizonte. El futuro.

"El mar dará a cada hombre una nueva esperanza, como el dormir le da sueños"


sábado, marzo 04, 2006

 

Reflexiones de un conductor novel



Pues dicen que la experiencia te enseña ciertas cosas y por supuesto conducir no es una excepción; aquí van una serie de reflexiones que mis escasos meses al volante me han aportado; por supuesto me queda mucho por aprender, así pues no voy a ir de sobrado ni de listillo:

1) Dicen que después del coche viene la chica; error, no tiene por qué. De hecho en mi caso llegó el coche pero la chica se fue.

2 2) Con hielo es mejor no frenar……..esto seguro que ya lo sabes; yo ahora también (volantazo y freno de mano a raaaaaas; por un instante fui Carlos Sainz).

3) Algunos badenes de frenado (los que hay antes de entrar a poblado y los que suelen estar antes de las glorietas) son auténticas paredes; mejor ir en segunda aunque el gilipollas de turno que va detrás se te pegue al culo del coche o te pite. Despacito a no ser que te quieras cargar la suspensión. Que se joda y frene él también (de paso le ayudas a preservar la mecánica).

4) El grado de estupidez del conductor es directamente proporcional, en la mayoría de los casos, a la potencia del coche; aquellos con más de 140 CV se creen dueños de la carretera y por supuesto eres inferior a ellos. Aquellos que pasan de 200 CV son además un peligro (aquellos con un TT son subnormales).

5) Los camiones son otro peligro; aparte de decelerar el tráfico y de conducir como les sale de los cojones desprenden gravilla; los de la construcción sobretodo. Pegarse a ellos es arriesgarse a que una de esas piedrecitas te destroce la luneta delantera y a tragarse el humo de su tubo de escape.

6) Taxistas y autobuses son otros que teóricamente deberían ser buenos conductores pero en la práctica son los reyes de las “pirulas”; tenga cuidado cuando circule cerca de ellos. Sobretodo de los autobuses; cédales el paso pues ellos, tengan o no tengan preferencia se meten en el carril (y en un posible impacto puede quedar hecho trizas mientras que para el autobusero habrá sido un golpecito).

7) El estado de algunas carreteras es lamentable; grietas y agujeros, marcas viales casi inapreciables, señales mal colocadas, carriles de incorporación con varios metros de longitud……pero claro eso no sale en las campañas de la DGT. No por dios; todos los conductores somos unos borrachos y vamos a ciento setenta por la autovía. Todos a la cárcel; ah, y limitadores los coches. ¿Arreglar las carreteras? Si están bien por dios…………

8) Esto ya deberías saberlo, pero nada de alcohol si vas a conducir. Nada es nada. No te la juegues por una cerveza. Si te pillan y das positivo no me lo cuentes, porque te diré “Jódete”.

9) Madrid es una ciudad “inconducible” a ciertas horas; obras por todas partes hacen que el trayecto en el que normalmente emplearías x minutos se convierta en 2x y a veces en 3x. Gracias a nuestro querido alcalde que tanto piensa en sus amigas las constructoras las que se están megaforrando con los contratos millonarios que Gallardonus I no para de firmar.

No se pierdan la próxima entrega de Reflexiones de un conductor.


 

Historias de mi historia: Del autobús a Jano


Después de unos meses en compañía de Jano y después de varios sustos he llegado a algunas conclusiones sobre el noble arte de la conducción; en primer lugar debo hacer un balance sobre si realmente ha merecido la pena tirarme a la piscina y comprarme un coche; gastaba tanto tiempo en desplazamientos que en cuanto me fue económicamente posible la idea no tardó en moldearse. No obstante por muy decidido que estuviese mientras firmaba el contrato debo reconocer que me temblaban las piernas (me daba la impresión de que lo estaba firmando con sangre). “Bienvenido al mundo real hijo, el de los endeudados”, bromeaba mi madre. Era cierto; me iba a sangrar tanto económicamente que una extraña fuerza intentaba echarme para atrás; supongo que suele suceder cuando tenemos delante una puerta importante. Pero la crucé; después vino una larga espera en la que no dejaba de preguntarme si había cometido un error. “Lo hecho, hecho está hijo”.

Dos meses después de estampar el trazo en el papel una llamada telefónica me avisó de que mi coche ya estaba por fin en Madrid. Fui a recogerlo y tras una larga explicación por parte del comercial de turno sobre el coche puse el motor en marcha y me dirigí rumbo a mi casa, sumergiéndome en el caótico tráfico madrileño. No tardé mucho en notar que el gasolina tiene mucho más tirón. Sí, pese a vivir fuera de Madrid no me compensaba el diesel. Se me caló infinidad de veces y los nervios trataban de dominarme. Pero conseguí llegar. A mi madre le encantó el coche, todo hay que decirlo, es bonito y está muy bien equipado. Quizás con diez caballos más estaría un poco mejor (va bien pero no va sobrado; en algunos tramos se nota la falta de potencia). Los de Renault acertaron rediseñando por completo el modelo.

Me saqué el carnet de conducir algo tarde (con 24 años) y mi experiencia al volante era (y sigue siendo) muy escasa; por ello lo pasaba muy mal al principio. Si unimos la falta de experiencia con mi carácter a veces muy nervioso tenemos pues que no disfrutaba nada conduciendo e incluso echaba de menos la comodidad y despreocupación de sentarse en un asiento (en el autobús o metro), ponerse los cascos y dejar que te lleven. Llegaron los primeros sustos al volante y los primeros roces de la chapa; cómo duelen, la verdad. Como si en vez de rozar la carrocería te rozases una pierna. Y todo por gilipolleces, por no querer ser prudente. Total que mi coche ya tiene unas cuantas “heridas” y yo también las tengo.

¿Ha mejorado mi calidad de vida? Desde luego; ahora dispongo de mucho más tiempo y no tardo tanto en llegar al trabajo; eso desde luego hay que pagarlo y por ello soy más ahorrador. No obstante en cierto modo sigo echando de menos el transporte público. El metro sobretodo; después de tantos años usándolo formaba parte de mi vida. Una ciudad sin metro es una ciudad sin jugo; pero era un paso necesario. Lo curioso es que si hay una cierta tendencia a preferir el coche al transporte público, ¿cómo es que los metros y autobuses están abarrotados? Señal de que esta ciudad no para de crecer. Las megaobras de Gallardón (te van a echar en 2007, por listo) y los parquímetros (alguien necesita dinero para pagar esas obras……) han complicado mucho un tráfico de por sí ya caótico.

Total, que estoy contento con el coche; me quedan muchas letras y recibos del seguro que pagar, pero es innegable que he ganado con el cambio; suele suceder con los cambios. Al principio cuestan, incluso se sufre, pero al final se gana. Se gana y se aprende. Así pues, espero seguir disfrutando del coche, y teniendo al mismo tiempo cuidado; no me gustaría convertirme en un dato estadístico que luego la DGT use en sus campañas de prevención de accidentes de tráfico. Perdí a varios amigos por hacer el capullo con el coche, pero eso no es imprescindible para tener un accidente; a veces el loco te lo encuentras de frente, como en aquella película. La muerte va al volante. Si como dice mi madre, un buen motor y unos buenos frenos te pueden salvar la vida. Y unos buenos reflejos también. Jano, no me jodas; Javi, tú tampoco.

viernes, marzo 03, 2006

 

Cuentos de Jano: La Bestia. Capítulo 1: Dos amigos



El Doctor Martín revisaba exhaustivamente su recién adquirida PDA; un modelo de última generación por el que había desembolsado la nada despreciable cifra de trescientos euros. En realidad ya sabía manejar perfectamente el aparato pero necesitaba hacer tiempo porque una vez más el doctor Beltrán llegaba tarde. El restaurante estaba más vacío de lo normal y no tuvo problemas en encontrar una mesa; se comentaba que habían abierto uno nuevo al final de la calle y como ese día lo inauguraban los menús estaban a mitad de precio y claro está los hambrientos comensales acudieron en tropel. Ramón Martín, sin embargo, llevaba diez años comiendo allí y no se movería aunque regalasen langosta y caviar. No le gustaban los cambios. Les había cogido miedo.

Giró la cabeza y contempló a través de la enorme vitrina de cristal. Fuera llovía a cántaros, una tarde típica de finales de octubre; los cielos grisáceos le daban a la ciudad un aspecto tétrico, oscuro, como si algo terrible fuese a suceder; los viandantes se protegían con enormes paraguas y era difícil verles los rostros; el tráfico estaba complicado y el ambiente tranquilo del restaurante semivacío era a menudo interrumpido por el molesto pitido de los claxon. Ramón consultó su reloj, una vez más, para calcular que su histriónico amigo llevaba ya diez minutos de retraso. Tampoco le gustaban esos momentos, las horas muertas. Le daban tiempo de pensar, pensar en lo que no quería. A sus cuarenta y tres años era un psiquiatra de prestigio, pero no se sentía muy distinto de los pacientes que trataba; de los más suaves desde luego, porque en su dilatada experiencia había tratado con la mentes más trastornadas que te puedas imaginar. Ese precisamente era su mayor temor. Volverse como ellos.

—Señor le tomo nota?—la dulce voz de la camarera le despertó de ese letargo; Estaba frente a él, libreta en mano y deseosa de despacharle.

—Emmm… no gracias, mi acompañante debe estar a punto de llegar

Esbozó una sonrisa, asintió y se alejó de la mesa; Ramón no pudo ni quiso evitar examinarla. Debía de tener unos veintidós años y era descaradamente atractiva; cabello castaño oscuro, largo y liso. Los ajustados pantalones destacaban aún más sus curvas y pudo apreciar también unos generosos pechos pese a la blusa holgada. No le duraría ni dos minutos a esa chica. Se había acostado con muchas chicas así en los primeros años de facultad. ¡Qué tiempos aquellos! Aquel joven de pelo rizado y patillas sentía que se comería el mundo. Ahora el mundo le devoraba a él. Se había convertido en un tipo gris y aburrido, cuya principal afición era tumbarse en el sofá a escuchar los discos de Bill Evans hasta que se quedaba dormido. No salía con una mujer desde hacía un año, y llevaba más de tres sin acostarse con una. Una mala racha le decían… sí, pero duraba demasiado, y lo peor de todo, no sabía frenarla. Se refugiaba en el trabajo, llegando incluso a las catorce horas diarias, pero eso no hizo sino empeorar las cosas. La psiquiatría no es una buena distracción cuando coqueteas con la depresión. Después de su divorcio no tardó en darse cuenta de que apenas tenía amigos y que estaba solo. El insomnio y la ansiedad no tardaron en aparecer; las benzodiazepinas tampoco. Por suerte nunca le gustó demasiado el alcohol, pero los psicofármacos se habían convertido en compañeros inseparables. Los únicos.

Eso era lo que más le jodía, la soledad; la sensación de vacío, de que cada día es una copia del anterior. Como si caminase en círculo. Y cuando funcionas así en cierto modo te acabas acostumbrando a la soledad, la conviertes en una protección; una especie de síndrome de Estocolmo. Le gustaba encerrarse en casa por mucho que odiase estar solo; sentía simpatía por su secuestradora y lucharía contra aquel que quisiese detenerla. Era bastante sencillo y siempre tenía igual final.

Apuró el último vaso de agua y volvió a consultar su reloj; veinte minutos de retraso. No esperaría más; tanto pensar en sí mismo le había quitado el apetito así que prescindiría de la comida. Se levantó y cogió su abrigo; iba a abrocharse la gruesa cremallera cuando una figura atravesó la puerta y tras quitarse el gorro de lluvia dejó ver su rostro. Alberto Beltrán había entrado en escena; examinó rápidamente el local y tras localizar a Ramón hizo un gesto con la mano. “Perdón” quería decir, aunque bien podría interpretarse como “gracias por esperar capullo”. Sus ojos detectaron enseguida a la camarera y una sonrisa lasciva recorrió su rostro. Y es que Alberto era conocido por ser bastante desvergonzado; en los primeros años de ejercicio de la profesión se acostó con una paciente, una atractiva mujer aquejada de un trastorno de fobia social. Ella quedó embarazada y abortó, lo cual empeoró su enfermedad. Lo demandó y estuvieron a punto de expulsarle del colegio de médicos, pero al final gracias a Ramón todo quedó en una simple advertencia (tenía mano con el presidente). Estaba seguro de que había vuelto a hacerlo, pero prefería no saberlo. Si Alberto caía, caería con él. Así pues escogió la ignorancia. Tras quitarse el parka tomó asiento y suspiró.

—Perdona Ramón, no veas el atasco que hay

—Qué tal Alberto, una vez más puntual—la conversación consigo mismo le había puesto de mal humor

—Y tú siempre tan simpático; ¿sabes?, no hay que ser psiquiatra para darse cuenta de que eso es que no follas nada.

—Vete a la mierda Alberto.

—Me salvaste el culo una vez y por eso te estaré eternamente agradecido; pero eso no significa que siempre te diga las palabras que quieres oír. Bueno, no es momento de discutir; ¿qué es eso tan importante que querías comentarme? ¿Te has hecho ahora detective o qué?

Continuará


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