sábado, marzo 04, 2006

 

Historias de mi historia: Del autobús a Jano


Después de unos meses en compañía de Jano y después de varios sustos he llegado a algunas conclusiones sobre el noble arte de la conducción; en primer lugar debo hacer un balance sobre si realmente ha merecido la pena tirarme a la piscina y comprarme un coche; gastaba tanto tiempo en desplazamientos que en cuanto me fue económicamente posible la idea no tardó en moldearse. No obstante por muy decidido que estuviese mientras firmaba el contrato debo reconocer que me temblaban las piernas (me daba la impresión de que lo estaba firmando con sangre). “Bienvenido al mundo real hijo, el de los endeudados”, bromeaba mi madre. Era cierto; me iba a sangrar tanto económicamente que una extraña fuerza intentaba echarme para atrás; supongo que suele suceder cuando tenemos delante una puerta importante. Pero la crucé; después vino una larga espera en la que no dejaba de preguntarme si había cometido un error. “Lo hecho, hecho está hijo”.

Dos meses después de estampar el trazo en el papel una llamada telefónica me avisó de que mi coche ya estaba por fin en Madrid. Fui a recogerlo y tras una larga explicación por parte del comercial de turno sobre el coche puse el motor en marcha y me dirigí rumbo a mi casa, sumergiéndome en el caótico tráfico madrileño. No tardé mucho en notar que el gasolina tiene mucho más tirón. Sí, pese a vivir fuera de Madrid no me compensaba el diesel. Se me caló infinidad de veces y los nervios trataban de dominarme. Pero conseguí llegar. A mi madre le encantó el coche, todo hay que decirlo, es bonito y está muy bien equipado. Quizás con diez caballos más estaría un poco mejor (va bien pero no va sobrado; en algunos tramos se nota la falta de potencia). Los de Renault acertaron rediseñando por completo el modelo.

Me saqué el carnet de conducir algo tarde (con 24 años) y mi experiencia al volante era (y sigue siendo) muy escasa; por ello lo pasaba muy mal al principio. Si unimos la falta de experiencia con mi carácter a veces muy nervioso tenemos pues que no disfrutaba nada conduciendo e incluso echaba de menos la comodidad y despreocupación de sentarse en un asiento (en el autobús o metro), ponerse los cascos y dejar que te lleven. Llegaron los primeros sustos al volante y los primeros roces de la chapa; cómo duelen, la verdad. Como si en vez de rozar la carrocería te rozases una pierna. Y todo por gilipolleces, por no querer ser prudente. Total que mi coche ya tiene unas cuantas “heridas” y yo también las tengo.

¿Ha mejorado mi calidad de vida? Desde luego; ahora dispongo de mucho más tiempo y no tardo tanto en llegar al trabajo; eso desde luego hay que pagarlo y por ello soy más ahorrador. No obstante en cierto modo sigo echando de menos el transporte público. El metro sobretodo; después de tantos años usándolo formaba parte de mi vida. Una ciudad sin metro es una ciudad sin jugo; pero era un paso necesario. Lo curioso es que si hay una cierta tendencia a preferir el coche al transporte público, ¿cómo es que los metros y autobuses están abarrotados? Señal de que esta ciudad no para de crecer. Las megaobras de Gallardón (te van a echar en 2007, por listo) y los parquímetros (alguien necesita dinero para pagar esas obras……) han complicado mucho un tráfico de por sí ya caótico.

Total, que estoy contento con el coche; me quedan muchas letras y recibos del seguro que pagar, pero es innegable que he ganado con el cambio; suele suceder con los cambios. Al principio cuestan, incluso se sufre, pero al final se gana. Se gana y se aprende. Así pues, espero seguir disfrutando del coche, y teniendo al mismo tiempo cuidado; no me gustaría convertirme en un dato estadístico que luego la DGT use en sus campañas de prevención de accidentes de tráfico. Perdí a varios amigos por hacer el capullo con el coche, pero eso no es imprescindible para tener un accidente; a veces el loco te lo encuentras de frente, como en aquella película. La muerte va al volante. Si como dice mi madre, un buen motor y unos buenos frenos te pueden salvar la vida. Y unos buenos reflejos también. Jano, no me jodas; Javi, tú tampoco.

Comentarios:
Interesante reflexión, porque soy partidario del uso del transporte público en ciudad, pero... bien pensado, si en hora punta los trenes van totalmente rellenos de personas humanas, no se está dando mucho pie que digamos a que la gente que usa innecesariamente el coche pueda caber también en el transporte colectivo.

Y al final, elijas la opción que elijas, a ciertas horas te verás atrapado igual, por la masa orgánica humana que ya no puede fumar, o por la masa metálica de miles de máquinas fumadoras apestando el aire de plomo y ruido.
Lo mejor es usar las piernas... cuando hay tiempo y camino.
 
Ufff, esos primeros arañazos en el coche nuevo que tardas años en pagar (yo por suerte, después de 5 años, en diciembre termino de pagar el mío) duelen muchísimo. Aún recuerdo cuando y dónde le hice el primero al mío, que mal lo pasé.
Y sí! Se nota muchísimo cuando pasas del diesel de la autoescuela a un gasolina.

Tener coche propio te hace llegar hasta sitios a los que antes no habrías ido de otra manera, te da libertad y a veces te facilita muchísimo las cosas.

Yo soy partidaria del transporte público siempre y cuando el lugar al que te dirijes esté bien comunicado, de lo contrario es desquiciante...
 
Yo terminaré de pagarlo en unos 3 años, lo puse a menos tiempo porque no quería estar demasiado tiempo prisionero de las letras (aunque por contra sean un poco elevadas)

Me estoy acostumbrando demasiado al coche..... esta comodidad....
 
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