martes, febrero 28, 2006

 

No puede ser una coincidencia

Es de estas películas que no te dejan indiferente; o te encanta o la detestas; el comienzo ya te avisa de que la historia es cuanto menos original: un narrador explica una serie de sucesos (tragedias) acontecidas en el pasado en las que tuvieron lugar una serie de coincidencias entre los personajes afectados. Tres breves historias que nos preparan para la trama principal de la película. No puedo darte demasiados detalles ya que es posible que no la hayas visto (en cuyo caso ¿a qué esperas?); te diré que cuenta la historia de varios personajes, todos atormentados por un conflicto. Tenemos un policía que desea encontrar el amor, un anciano terminal, una cocainómana, un seductor que hace negocio de ello, un presentador de TV de capa caída, un vendedor fracasado, la esposa del anciano terminal, el que cuida del anciano terminal, un niño que concursa en un programa (rollo Saber y Ganar)…….¿vas viendo la conexión? El guionista es un maldito genio.

Algunos de los personajes por tanto ya mantienen un relación en el mismo comienzo de la película; a medida que está avanza los otros se van encontrando y van surgiendo situaciones entre ellos. El final es acojonante, de estos que te dejan con la boca abierta porque no lo entiendes……yo al menos no lo entiendo; el reparto está formado en su mayor parte por actores secundarios poco conocidos, salvo Tom Cruise y Julianne Moore; la música es una pasada…el único pero que le encontrado a la película es su quizás excesiva duración; tres horas pueden hacerse muy pesadas para una película cuya “densidad emocional” es elevada y que requiere la total atención del espectador durante la proyección de la misma. Pese a ello Magnolia es, a mi juicio, una obra maestra.

Me encantan estas películas “raras” que te hacen pensar; las historias que abren el filme sobre las casualidades nos llaman la atención sobre esa manifestación del azar que tiene a veces consecuencias tan importantes. Nuestra vida suele ser algo rutinaria, pero pese a ello nos cruzamos cada día con muchas personas a las que ni siquiera miramos, en el metro, la calle, o conduciendo; puede que no las volvamos a ver nunca. O puede que ya nos las encontráramos en el pasado; o nos las encontraremos en el futuro. Quizás te cruzaste con tu futura pareja hace meses en alguna calle de Madrid. Quizás esa persona sea amiga de la hermana de tu futuro jefe, o de alguien que será vecino tuyo algún día. Siempre existe una relación, ya sea directa o indirecta.

Así a bote pronto no sabría decirte algún fenómeno casual en mi vida que haya sido trascendental para mi persona. Bueno. Estoy mintiendo. Recuerdo uno perfectamente (en realidad no se me olvidará en la vida) pero me lo guardo para mí. Sólo puedo decirte que fue lo más importante que me ha pasado en la vida. El resto de sucesos importantes (conocer a la pareja….bueno ex pareja, bueno, no sé si llegamos siquiera a ser pareja) normalmente son fruto de una elección, pero ni siquiera las elecciones pueden escapar a las coincidencias. No podemos seguir hablando de este tema sin obviar la causalidad; el hecho, según algunos, de que las cosas suceden simplemente porque deben suceder (todo tiene un porqué). No está mal….pero para complicar más las cosas, la física cuántica asegura que en realidad TODO sucede; sólo que algunas cosas las vemos y otras no. Suceden, en otro mundo. Es la paradoja del gato de Schröedinger (otro día te la cuento).

El futuro es confuso a veces, porque depende de muchas variables que escapan a nuestro control; es como un gigantesco puzzle cuyas piezas no sólo se mueven constantemente, sino que van cambiando de forma y tamaño. Mi madre piensa que todos nacemos ya con una fecha, que todo está escrito de alguna forma. Es una teoría válida, pero no me termina de convencer. Si todo está ya decidido, cómo elegimos nosotros entonces? ¿Será que alguien elige lo que elegimos? ¿Será que todas esas coincidencias ya están “preparadas”? Sea lo que sea, no puede ser una coincidencia. No puede.


 

Finales


Ayer a las 8 y media de la tarde estalló la bomba; Florentino ha dimitido como presidente del Madrid. El ser superior no ha aguantado más y ha dicho basta; lo cual es signo de que debe de estar ya muy cansado de la desastrosa situación que vive “el mejor equipo del mundo”. Pocos minutos después del anuncio (la SER y ONDA CERO se han atribuido la primicia) ya había tertulias en la radio, en la tele, periodistas congregados en el Bernabeu a la caza de algún protagonista; el terremoto que ha provocado la noticia ha sido de una gran envergadura, pues este hombre, te guste o no el fútbol, es sin duda un personaje muy influyente. El creador de un modelo futbolístico que triunfó los primeros años, pero se desplomó en los últimos. El imperio que se autodestruyó. Es curioso, sucedió lo mismo con los grandes imperios que han poblado el mundo. No soy un experto en estos temas, la verdad; pero otra vez me he levantado temprano y me apetece escribir.

¿Qué ha pasado? Hay y habrá mil teorías al respecto; pero al final, en mi opinión, los que juegan los partidos son los jugadores; los que ganan millones de euros al año, los que se han aficionado a los deportivos, a las prostitutas de lujo, a la vida fácil y cómoda, la fama, el poder. Florentino ha creado monstruos egocéntricos, caprichosos y vanidosos que van a su bola y a los que se la sopla el equipo. Un modelo en el que vender camisetas y obtener beneficios económicos está por encima de todo, incluso de lo deportivo. La prepotencia del presidente tampoco ha ayudado mucho; si que es hay que saber aceptar las críticas. Quizás ese esa el problema; ¿quién es Florentino Pérez? Uno de los empresarios más poderosos de este país, dueño y señor de ACS, una de las mayores constructoras europeas, dueño y señor de medio Madrid; y en los círculos altos de las empresas abundan los trepas, pelotas y lameculos, los dueños del “Tiene usted toda la razón señor”, “estoy totalmente de acuerdo”. Si juntamos pues a uno que no sabe aceptar críticas y a otros que no quieren hacerlas el fracaso está asegurado.

Nunca se me dio bien el fútbol; y eso en un colegio que estaba a escasos cien metros del Santiago Bernabeu era un problema. De hecho los jugadores se casaban en la capilla del colegio (y les casaban profesores que tuve). Allí jugar bien al fútbol era sin duda un símbolo de status, de aceptación social; quizás por eso siempre intentaba mejorar, siempre estaba ahí, incluso me hice “utillero”. Llegué a ser un portero aceptable, pero más tarde comprendí que ese no era mi sitio, y que cambiar para intentar agradar a los demás no es nada bueno. En la actualidad me sigue gustando pero verlo, y tampoco se puede decir que sea un forofo; simplemente me entretiene, y mucho mejor pues en el trabajo tengo que escucharlo sí o sí.


El fútbol se ha convertido en un fenómeno social, económico y deportivo que mueve masas, emociones traducidas a millones de euros y un deporte que forma parte de la vida de mucha gente; el Madrid en el club más importante del mundo. Pero sin fútbol no hay títulos, y sin títulos las camisetas dejarán de venderse. Veremos qué le traen las arenas del tiempo a este equipo que con toda seguridad se quedará sin títulos un año más, y van tres. Ayer se fue el jefe, el responsable de esta estructura, después de un baile de entrenadores, fichajes poco coherentes y una planificación más orientada a seducir a la jugosa y numerosa clientela oriental. Y para colmo, el eterno rival tiene un equipazo forjado a base de jugadores que el propio Pérez despreció. Más sal en la herida. Todo tiene un final y el de la era galáctica ha llegado; atrás quedó pues cuando Europa temblaba al escuchar Real Madrid; otros tiempos eran. Mal está lo que mal acaba.


lunes, febrero 27, 2006

 

Círculos


Hace 7 días a esta misma hora estaba escribiendo un post para abrir la semana y ahora escribiré uno para cerrarla; las cuatro de la mañana de un domingo es una hora en la que se suele dormir; en el primer caso me desperté tan sorprendido que me puse a escribir, comenzando una semana. En el segundo, en el que me encuentro en estos momentos, me dispongo a finalizar la misma semana y por tanto aún no me he acostado. Una situación curiosa, el principio y el final. O lo que es lo mismo, las dos caras de Jano. Me sucede a menudo, las sensaciones que se repiten. ¿Y a ti?

La semana fue estresante, tanto que como habrás visto no ha habido actividad en este humilde blog; más trabajo de lo esperado, el curso, clases, una visita a la noche madrileña, aún más trabajo, etc. Pero aunque no haya tenido tiempo de escribir esta cabecita no para de crear historias, de recrear momentos y recuerdos, de pensar en definitiva. Y pensando en esas figuras geométricas tan perfectas, las circunferencias, y en las superficies que contienen, los círculos, empecé a ver una similitud con la vida que vivimos que me ha hecho darle vuelta (valga la redundancia) al tema bastante. La idea parte de esas sensaciones que tienes a veces de estar viviendo algo que ya hiciste en el pasado. No me refiero a lugares, pues es evidente que hay muchos que visitamos constantemente; nuestra casa, nuestro lugar de trabajo, nuestro barrio. Pensaba más en momentos de la vida, en sensaciones, emociones, que vivimos una y otra vez. Como si la vida fuese un ciclo que se repitiese. Como si caminásemos en círculo.

Visto así, claro está, siempre regresaríamos al mismo punto de partida y no avanzaríamos nada; error. En realidad no es un solo círculo; son muchos, concéntricos. Vamos saltando de uno a otro, y el siguiente es un poco más grande que el anterior. Dentro de ese círculo está nuestra vida, y cuando saltamos a otro quiere decir que hemos vivido un poco más; ¿cuándo se salta a otro círculo? Depende de cómo quieras verlo. Cronológicamente esto está estructurado en etapas: de lunes de domingo; de enero a febrero; de primavera a invierno. Un año y otro. Pero la vida no obedece a tan estrictas reglas; simplemente es una forma de estructurarlo todo, de dar un comienzo y un fin; porque luego cada uno crea los suyos. Tú también, desde luego. ¿O no?

Admiro mucho a las personas que son capaces de fabricarse oportunidades, de crearse puertas de la nada, de buscar nuevos círculos; no es nada fácil porque exige sacrificio al principio, exige una gran fortaleza interior pues los cambios siempre son difíciles. Como el señor X, que un día llegó a la conclusión de que ya no pintaba nada en el lugar Y (su vida, su casa) e hizo la maleta para marcharse a Z, a más de dos mil kilómetros de Y; completamente solo se creó un nuevo círculo; conoció a T y ahora viven juntos, y son la mar de felices. Por supuesto nada garantiza que eso dure. Pero se ha creado un posible futuro de la misma nada. Y solo. Perdona, pensaba en voz alta.

Febrero se acaba, nos deja hasta dentro de un año; lo que parecía iba a ser un mes tranquilo resultó todo lo contrario. Saltamos pues al siguiente círculo, Marzo, el cual no me atrevo a aventurar lo que nos traerá; en teoría los fríos invernales deberían remitir, la nieve fundirse (esquiadores aprovechad vuestra última oportunidad) y la primavera asomar la cabecita. ¿Qué nuevas aventuras nos esperan en este mes que se acerca?; ¿qué sucederá en este nuevo círculo? Difícil de saber a priori. Pues te lo diré en esta página dentro de unos treinta días. Hasta entonces, que circules bien.


lunes, febrero 20, 2006

 

Dulces sueños


Creo que no hay animal en el mundo que pueda dormir más plácidamente que un gato; son capaces de acurrucarse en posturas y rincones imposibles, a cualquier hora y sumergirse en un profundo e inalterable sueño. No es casualidad; los gatos duermen entre catorce y dieciséis horas diarios (cómo viven). La mía ha cogido la costumbre de acurrucarse al lado del teclado al calor de la lámpara, haciéndome compañía. Tampoco es casualidad; a los gatos domésticos no les gusta la soledad (o sólo les gusta en determinados momentos). Y así pasa la tarde.

Si en post anteriores discutíamos el tema de los sueños, su sentido y su significado, en este vamos a tratar el sentido figurado de la palabra; dormir nada más y nada menos. Ese estado en el que el cuerpo parece desactivarse para descansar. La temperatura corporal desciende casi un grado; el pulso cardíaco y la respiración también deceleran y el lóbulo temporal se desactiva (por eso no existe la conciencia del tiempo cuando dormimos). Gran cantidad de sustancias neuroquímicas sufren una transformación lo que es señal de que el cerebro se prepara para crear sueños. Un descanso que según los expertos, requiere unas 8 horas diarias; quién pudiese dormir 8 horas diarias. La vida cotidiana suele impedirlo. Yo la verdad duermo entre 5 y 7 horas, pero de vez en cuando me pego un homenaje y las estiro hasta 9 o 10 incluso.

Hoy lunes me ha pasado una cosa bastante curiosa; me he despertado a las 4 de la madrugada y con la sensación de haber descansado bastante; ayer regresé agotado a casa tras una visita a La Pedriza (un sitio precioso y con nieve es todavía más bonito) y sobre las 9 de la noche ya estaba tumbado en el sofá. Me quedé completamente dormido y sobre las doce de la noche mi hermana me despertó para que me fuese a dormir a mi cama; con gran pereza me deslicé entre las sábanas y no tardé mucho en caer rendido de nuevo. Abrí los ojos tiempo después suponiendo que el despertador no tardaría en sonar. Pero tras echar un vistazo al reloj con sorpresa me di cuenta que aun le quedaban horas por envolver la habitación con su pitido. No recuero que me haya pasado nunca algo parecido; todo lo contrario, con frecuencia las 4 de la mañana es una hora en la que todavía doy vueltas por la cama sin haber podido conciliar el sueño. Por un día, o mejor dicho por una noche, se han cambiado las tornas.

Me encanta dormir; creo que es uno de los grandes placeres de la vida; a algunas personas les pasa todo lo contrario, son tan inquietas que tienen la sensación de perder el tiempo cuando están en brazos de Morfeo, y por ello no duermen más de 3 o 4 horas diarias. A mí paradójicamente por mucho que me guste dormir coqueteo con el insomnio y a menudo acabo levantándome tarde. Quizás el trabajar de noche contribuye a alterar mi estado vigilia-sueño. Por eso cuando puedo me echo una siesta, otro de los grandes placeres de la vida a mi entender (y además made in spain). Nadie por supuesto duerme lo que le gustaría (nadie responsable claro está); estamos condenados a madrugar durante muuucho tiempo. Unos más que otros, por supuesto.

Pues es lunes y comienza una nueva semana; los últimos coletazos de febrero, el mes más corto del año. Hoy tengo curso y trabajo de noche sustituyendo un compañero. La semana se presenta tranquila, veremos si surge algún plan interesante. Te lo contaré más adelante. Ya son las 7:00 am y voy a ducharme, que tengo clase a primera hora. Física nuclear nada más y nada menos. Nos vemos por aquí pues.


sábado, febrero 18, 2006

 

Adiós Ayer


No suelo publicar cosas ajenas porque me gusta ofrecer material de mi propia cosecha. Pero de vez en cuando encuentro cosas tan buenas que me animan a saltarme mis propias reglas. Tan buenas que creo deberían circular más; no es el objetivo de este humilde blog, pero ya que te has molestado en dedicarme unos minutos de tu tiempo, me gusta ofrecerte algo interesante.

El siguiente relato ganó un concurso de escritura de cartas de amor, y desde luego sin necesidad de leer las demás obras (y sin desmerecerlas por supuesto) creo que el jurado acertó de pleno. Un relato sencillo pero muy explícito, sobre amor y desamor. Y ahora es cuando yo desaparezco y te dejo a solas con él.

"Estimada Cristina: Ayer recibí una misiva de tu abogado donde me invitaba a enumerar los bienes comunes, con el fin de comenzar el proceso de disolución de nuestro vínculo matrimonial. A continuación te remito dicha lista, para que puedas solicitar la certificación al Notario (...)(...) y tener listos todos los escritos antes de la comparecencia ante el tribunal.

Como verás, he dividido la lista en dos partes. Básicamente, un apartado con las cosas de nuestros cinco años de matrimonio con las que me gustaría quedarme y otra con las que te puedes quedar tú. Para cualquier duda o comentario, ya sabes que puedes llamarme al
teléfono de la oficina (de ocho a cuatro) o al móvil (hasta las once) y estaré encantado de repasar la lista contigo.

COSAS QUE DESEO CONSERVAR:
- La carne de gallina que salpicó mis antebrazos cuando te vi por primera vez en la oficina.
- El leve rastro de perfume que quedó flotando en el ascensor una mañana, cuando te bajaste en la segunda planta, y yo aún no me atrevía a dirigirte la palabra.
- El movimiento de cabeza con el que aceptaste mi invitación a cenar.
- La mancha de rímel que dejaste en mi almohada la noche que por fin dormimos juntos.
- La promesa de que yo sería el único que besaría la constelación de pecas de tu pecho.
- El mordisco que dejé en tu hombro y tuviste que disimular con maquillaje porque tu vestido de novia tenía un escote de palabra de honor.
- Las gotas de lluvia que se enredaron en tu pelo durante nuestra luna de miel en Londres.
- Todas las horas que pasamos mirándonos, besándonos, hablando y tocándonos. (También las horas que pasé simplemente soñando o pensando en ti).



COSAS QUE PUEDES CONSERVAR TÚ:
- Los silencios.
- Aquellos besos tibios y emponzoñados, cuyo ingrediente principal era la rutina.
- El sabor acre de los insultos y reproches.
- La sensación de angustia al estirar la mano por la noche para descubrir que tu lado de la cama estaba vacío.
- Las náuseas que trepaban por mi garganta cada vez que notaba un olor extraño en tu ropa.
- El cosquilleo de mi sangre pudriéndose cada vez que te encerrabas en el baño a hablar por teléfono con él.
- Las lágrimas que me tragué cuando descubrí aquel arañazo ajeno en tu ingle.
- Jorge y Cecilia... Los nombres que nos gustaban para los hijos que nunca llegamos a tener.

Con respecto al resto de objetos que hemos adquirido y compartido durante nuestro matrimonio (el coche, la casa, etc) solo comunicarte que puedes quedártelos todos. Al fin y al cabo sólo son eso:... objetos. Por último, recordarte el n º de teléfono de mi abogado (.......) para que tu letrado pueda contactar con él y ambos se ocupen de presentar el escrito de divorcio para ratificar nuestro convencimiento. Afectuosamente, Roberto."

Creo que sobran los comentarios......así que te dejo, voy a ver si consigo el desaguisado que le he hecho a la plantilla.


P.D. El relato lo escribió una mujer




jueves, febrero 16, 2006

 

El baúl de los recuerdos


Hace un rato me puse a escuchar música, algo que hago a menudo cuando me toca trabajar, y escuchando una canción en concreto que me gusta bastante me vinieron a la cabeza imágenes de hace unos meses, recuerdos y sentimientos que tenía. No es algo extraño, pues con la música me suele suceder. En concreto recuerdo que solía escuchar esta canción en el largo trayecto en transporte público hacia la oficina, cuando no disponía de coche. Parece que haya pasado una eternidad desde octubre del año pasado. En mi memoria quedan esos momentos, así como muchos otros vividos, inmortalizados en mi cabeza, convertidos en moléculas químicas por la acción del sistema nervioso.

Los primeros recuerdos nítidos de mi vida se remontan a mis cinco años de edad; una fría mañana de invierno en la que mi madre me había ido a buscar a la guardería en el viejo SEAT 127; había caído una fuerte nevada (era habitual en aquella época en Madrid) y me tuve que fabricar incluso unas raquetas improvisadas para poder caminar por aquel manto blanco. Lo que pasó después por supuesto no puedo recordarlo; siguen varias imágenes de algunos momentos con mi familia, y a partir de los 12 o 13 años ya puedo recordar mejor más cosas. Supongo que en este extraño proceso que contiene las preguntas ¿quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos? No podemos disponer de una respuesta, sólo tenemos nuestros recuerdos; alegres, tristes, aburridos, divertidos, intensos y nostálgicos. Nosotros.

¿Qué seríamos sin ellos? Nada, sólo una carcasa. De hecho son tan importantes que el cognitivismo, una de las bases de la psicología moderna, opina que nuestra conducta y forma de funcionar está construida en base a esos recuerdos, amen de modelos de conducta aprendidos durante la infancia. Vamos, que es lo que nos motiva, lo que nos mueve, en gran parte. Ese baúl que contiene toda nuestra vida, que no para de llenarse hasta que decimos adiós hacia el sueño eterno.

Algunos recuerdos son tan dolorosos que lo mejor es dejarlos en el fondo del baúl, pero no sacarlos de él. Porque de lo malo, del dolor, se aprende más que de lo bueno; nos ayuda a fortalecernos, a madurar, y a saber apreciar mejor lo bueno, Nos enseña que la vida no es un camino de rosas precisamente, que los sinsabores y putadas siempre estarán ahí, en el baúl. Pero rodeadas por todas partes de momentos agradables.

La memoria es tan misteriosa que ni los científicos terminan de comprender cómo funciona; hay quien dice que en un futuro podremos crearnos los recuerdos que queramos (como en Desafío Total, no sé si la has visto). Técnicamente no habría mucha diferencia; quiero tener un recuerdo de un viaje a no sé dónde. Por supuesto no viajaré, pero mi mente me hará creer que así ha sido. Espero que es hipotética situación no suceda nunca; algo difícil, al ritmo en que avanza la ciencia. Que el baúl exista de verdad, que no sea artificial.


martes, febrero 14, 2006

 

Esos pequeños placeres


Dicen que lo bueno cuesta dinero, lo mejor mucho dinero y lo excelente una fortuna; por tanto son muy pocos los que pueden gozar de ello. El resto de los mortales nos tenemos que conformar con cosas más sencillas, más asequibles, pero no por ello peores. De hecho no creo que tengan nada que envidiar a las de alto standing, pues precisamente por ello, por ser sencillas, tienen algo especial, y nos alegran este extraño y a menudo complicado proceso que es la vida. Probablemente jamás conduciré un Ferrari, viajaré en primera clase ni tendré una preciosa mansión victoriana. No me importa, porque tengo mis propios placeres:

1) Leer tumbado en el sofá en una lluviosa tarde de otoño, escuchando el sonido de la lluvia a la vez que leo. Un buen libro por supuesto
2) Una agradable conversación con un buen amigo/a, con unos refrescos o cañas y unas tapitas. Compartir alegrías y alejar las penas y sinsabores con una sonrisa.
3) Un buen desayuno en domingo, con bollería casera (se me da bien la repostería).
4) Una manta, sofá y un DVD para una fría noche de invierno en la que no apetece salir.
5) Un paseo por un parque bonito, si puede ser en otoño, disfrutando del colorido de los árboles y el olor con el que rodean el ambiente, en buena compañía. También en primavera, sentarse en un banco y leer el periódico, en un día no muy caluroso eso sí
6) Una canción, de esas que hacen que te resbalen las lágrimas por las mejillas, y también esas que te hacen sonreír y bailar, o las que te erizan el vello del cuerpo
7) Una cena con amigos/as, un sábado por la noche, antes de salir de marcha.
8) Una noche durmiendo abrazado con la chica/o al que quieres, oliendo su cabello y sintiendo su respiración. Esto más que pequeño es enorme, pero aquí la palabra se refiere a sencillo (aunque a veces sea tan complicado……….)
9) Un viaje también en buena compañía, lleno de momentos agradables que quedarán en el recuerdo (y en fotos)
10) Un baño caliente, con sales, velas y una música tranquila.
11) Una partida a algún juego de mesa con mi madre y mis hermanos (y si puedo ganar…….mejor jeje)


Son algunos de los que se me ocurren; por supuesto a medida que siga pensando se me ocurrirán muchos más. Te invito a que pienses los tuyos, que seguro tienes unos cuantos. Qué sería de nosotros sin estos pequeños placeres.

domingo, febrero 12, 2006

 

Pasta, pasta y más pasta

Mi hermano trabaja en una tienda de juguetes ubicada en un centro comercial de La Moraleja, posiblemente la zona más pija de Madrid (junto con el barrio de Salamanca). He estado allí unas cuantas veces para ir al cine y el sitio, desde luego, se corresponde con su fama. Tiendas de diseño, joyerías, ropa de marca, un lugar hecho a medida de los que disfrutan de una Visa Platinum de crédito casi ilimitado. El otro día me trajo una revista con muchos productos que le dieron allí, una también hecha a medida; creo que el artículo más barato no bajaba de trescientos euros. Si algún día te pasas por allí te recomiendo que le eches un vistazo a la gente; hay de todo por supuesto, pero la mayoría son ricos y pastosos que se pasean con cierto aire de superioridad. Mil euros puestos, son como otra raza.

Sin embargo no puedo pecar de hipócrita; me gusta el dinero, para qué te voy a engañar. Pero, ¿hasta qué punto sería más feliz con más pasta? Me compraría mucha ropa; quizás hasta cambiase de coche. Me iría de viaje con mucha más frecuencia. Tendría en casa un fantástico equipo de Home Cinema con una de esas teles extraplanas enormes; que leches, me compraría un piso (ya que estamos fantaseando, hagámoslo bien). Bueno, y un BMW Serie 3. No, que coño, un Porsche 911 Turbo. ¿Un piso? No, un chalet, y otro en la sierra para ir los fines de semana. Fíjate, empecé pensando en comprarme algo de ropa y he acabado con un puto chalet en la sierra. Así es el dinero, cuando empiezas a tener demasiado paralelamente dejas de valorarlo. Por ello valoro bastante los aproximadamente quinientos euros que tengo en mi cuenta.

Lo material, por muy bonito que sea, no podrá darnos una felicidad; podrá hacernos sentir mejor en determinados momentos, podrá ayudarnos a alcanzarla, pero nunca nos la dará. Pero también lo necesitamos. Y cuesta bastante ganarlo. Tampoco creo que sea bueno moverse en el mundo por dinero. Pero qué bien nos vendría un pellizco………


sábado, febrero 11, 2006

 

Historias de mi historia: La bella idiota

Poco antes de llegar a conocerle ya me habían hablado de él; éste será una buena pieza, ya verás. Desde luego no aparentaba trece años, más bien quince e incluso dieciséis. Ya había empezado a fumar y poco a poco se juntó con nuestro grupo. Respondía al nombre de Sergio, pero jamás oí a nadie llamarle así; todos se dirigían a él por su apellido, y era bien conocido en todo el barrio. Desde luego si algo le caracterizaba era su personalidad arrogante y poco dada al diálogo; en otras palabras, le encantaba vacilar, pero saltaba cuando él era el objeto de los vaciles. Admiraba aquella fuerza que desprendía; quizás sea porque yo era un chaval tímido y evitativo, y este chaval poseía las cualidades que yo soñaba con tener. Así pues pronto se ganó mi respeto. Y ese respeto hizo que, con el tiempo, yo casi llegase a ganarme el suyo.

Digo casi porque yo fui la única persona de todo el grupo (y era bastante numeroso) que creo llegó a apreciar; nunca tuvo una palabra amable conmigo, incluso con frecuencia se reía de mi forma de hablar, pero ahí estaba, cada tarde a las tres en frente de casa de mi abuela, esperando que le acompañase a la piscina (los motivos de ese aprecio nunca me quedaron del todo claros). No le gustaba estar en su casa, pues los conflictos allí eran prácticamente permanentes. Un padre excesivamente represivo y una madre que coqueteaba con la locura no son el mejor ambiente para educar a un niño. Por ello no tardó en desarrollar su propio concepto del bien y el mal, muy alterado en dirección al segundo. Y a medida que crecía se volvía más cabrón. Una personalidad curiosa, siempre vacilante, que escondía una fuerte agresividad. Recuerdo cómo me llamó el día que fue a recoger el carné de conducir y me contó que cuando recibió el papel rosa se puso a dar golpes en la mampara de cristal que daba a una clase y gritando, con todos los alumnos y un atónito profesor mirando, exclamó: ¡¡¡Joderos cabrones, yo ya tengo el mío!!! ¡¡¡Jajajaa!!! Y aquel papelito rosa sería el último clavo del ataúd.

Tenía por costumbre cantar cuando se emborrachaba (o sea, cada sábado). Brincaba y cantaba a pleno pulmón algunas de las canciones más absurdas que se hayan compuesto, pues sus gustos musicales eran peculiares. Pero hubo una que me gustó especialmente: bella idiota, de Marco Manzini; una canción de desamor. Nunca me atreví a preguntarle si había realmente estado enamorado alguna vez, pero intuía que sí. Estas canciones llegan al corazón, sobretodo cuando éste está roto en mil pedazos y hay que recomponerlo. Acababa cantando con él, aunque creo recordar que yo por aquella época todavía no había experimentado esa terrible sensación, la de que te rompan el corazón. No tardaría mucho en sentirlo, pero eso es otra historia. Sergio crecía y empezaba a traspasar límites. Peleas, robos y otras acciones que indicaban un trágico final aproximándose. Nubarrones cubrían el horizonte de su destino, y el de otra persona que por supuesto, nada podía saber al respecto. Putas casualidades.

Y el día llegó; ya nos habíamos distanciado un poco, pero eso no impidió que conociese la noticia. Una curva descendente, bastante cerrada, con una señal de 40 que por supuesto nadie respetaba. Pero Sergio casi triplicó esa velocidad, y la frenada que hubiese necesitado para esquivar el obstáculo sólo la tiene un fórmula uno. Ese obstáculo eran una chica y su novio en un vespino. La muerte va al volante. Volantazo y derrape. No fue suficiente. La parte trasera del coche impactó en la joven conductora, arrancándole un brazo de cuajo (el cual quedó dentro del propio vehículo). Eso fue lo de menos. El hígado quedó muy dañado, el bazo reventado. Murió en la ambulancia, de camino al hospital. Uno de los sanitarios que estaba en dicha ambulancia me contó, tiempo después, que la chica gritaba sin cesar ¡¡¡¡¡¡no quiero morir!!!!!! mientras la llevaban a toda hostia al hospital. Por desgracia esas ganas de vivir no la salvaron. El novio tuvo más suerte; sólo se le fracturaron decenas de huesos, pelvis incluida, y no sé si llegó a recuperarse. ¿Y qué paso con Sergio? Las informaciones que tengo son confusas y contradictorias, y fueron malalimentadas por rumores de todo tipo. No pisó la cárcel (no hace falta ser Farruquito para librarse de ella) pero se esfumó pues fue seriamente amenazado de muerte por el padre de la chica y el padre del novio (a quien yo conocía, y desde luego no recomendaría a nadie tenerlo como enemigo). Sea como fuere, ahí empezó un declive que estoy seguro continúa. Hace mucho que no sé nada de él. Quizás siga por ahí, borracho, cantando a la bella idiota. Así, la verdad, es como prefiero recordarlo. Más que de asesino. Aunque lo sea.


domingo, febrero 05, 2006

 

El sonido del silencio


El ruido no es más que la propagación de una vibración, transmitida a través de un medio que suele ser el aire. Esa vibración posee una frecuencia o un conjunto de frecuencias que llega a nuestros oídos para ser convertida en impulsos eléctricos por un complejo sistema de órganos para luego ser interpretada por nuestro cerebro. Por supuesto todo esto ocurre en milisegundos, tanto la propagación como la captación del sonido; a partir de ahí se desarrolla un mecanismo para interpretar esos sonidos, comprenderlos y asimilaros. Lo que se conoce como el sentido del oído. Debe ser horrible no poder usarlo; me refiero a las personas sordas (y sordomudas). Hay tantos sonidos bellos que merecen la pena escuchar: el romper de las olas en la orilla del mar, las palabras te quiero de la persona que quieres o simplemente el sonido de tu propia voz (que aunque no podamos oírlo como realmente suena, al menos lo percibimos).

Es difícil que exista una ausencia total de sonidos, o dicho de otro modo, el silencio; normalmente de noche, cuando estamos en brazos de Morfeo, o cuando nos quedamos a solas con nuestros pensamientos. Son incómodos a veces, cuando hablando con alguien no sabemos qué decir (y él o ella tampoco). Pero también son agradables, porque también a veces un silencio lo dice todo. Momentos de pensar, de sentir, de recordar. De escucharnos a nosotros mismos, de mantener una conversación con nuestro yo. En este mundo tan ajetreado, lleno de sonidos desagradables y estresantes, el silencio se encarga de relajarnos, de liberarnos de tensiones y malos rollos. Pero hay que saber escuchar al silencio para que eso pueda suceder. Porque demasiado silencio tampoco es bueno; es señal de soledad, de vacío y de tristeza. Por eso muchas veces huimos de él, tenemos miedo de que envuelva completamente nuestra vida.

Ahora mismo, salvo el sonido que desprende el ventilador de la Cpu, el silencio es total (suele suceder por las noches); de vez en cuando percibo el ruido de los motores de un avión (estoy muy cerca del aeropuerto). Estoy a solas conmigo mismo; estoy escuchando al silencio, lo que intenta decirme. Me está ayudando bastante a escribir sobre él mismo, me ayuda a mirar al mismo tiempo al pasado, al presente y al futuro. Y me está diciendo que la etapa de transición ha finalizado por fin; hora de mirar al futuro, de proponerse nuevos retos y de resolver esos problemas que habían quedado pendientes. La niebla se ha disipado y ahora veo luz, a lo lejos, pero la veo. Hay que andar el camino para llegar a ella. Y el silencio estará allí, cuando sea necesario, para ayudar.

jueves, febrero 02, 2006

 

Historia de un viaje a Bruxelles. Capítulo 3: La Grande Place


Salí del avión con celeridad, emocionado, pisando por primera vez en mi vida suelo extranjero (no aceptamos Portugal como país extranjero, demasiado cerca). La primera impresión fue que eran las seis de la tarde, pero mi reloj marcaba casi las cuatro. Sí, ya no estaba en España, y aquí había menos horas de sol. Cielos grises, mucha humedad y un aeropuerto casi vacío. Me costó un poco encontrar la salida pero tras recoger mi maleta crucé una puerta y allí estaba Aitor esperando. Se le notaba algo más delgado, pero seguía siendo aquel chico que conocí hará ya casi 8 años. Pusimos rumbo a la parada del autobús y charlamos sobre mi viaje, sobre la ciudad, sobre los que haríamos en los días venideros. Yo inspeccionaba cada rincón pues todo era nuevo para mí. Llegó el autobús y tras pagar los tres euros del billete, pusimos rumbo a Bruselas.

El viaje no se hizo muy largo, y en unos veinte minutos ya estábamos en la capital europea. La oscuridad se apoderaba de la ciudad con rapidez, así que tras pasear durante unos minutos Aitor decidió que era mejor acercarse al albergue, dejar los enseres en la habitación para luego dar otro paseo, ya más tranquilo. Descendimos unas escalerillas para atravesar las entrañas de la ciudad en el metro. Todo me gustaba la verdad. Todo me llamaba la atención; quizás lo que más me chocó era el mestizaje reinante, señal de que nos llevaban muchos años de ventaja. Me sorprendió la facilidad con que mi amigo se orientaba, yo me pierdo hasta en Madrid. Unos diez minutos después estábamos frente a la puerta de la que sería nuestra “casa” durante el viaje. La recepcionista parecía simpática, pero dejé que fuese él quien hablase ya que de francés más bien sé poco. La primera noche la habitación era de 4 camas y una ya estaba ocupada; las dos siguientes tendríamos una de 2 camas. Tras dejar el equipaje me adentré en las calles bruselenses guiado por mi amigo; la noche ya envolvía todo y por ello no podía apreciar con detalle la arquitectura, pero no importaba. Nuestro pequeño recorrido hizo un alto en La Grande Place, una plaza central que me recordaba a la madrileña Plaza Mayor. Esa parada no fue casualidad. Estaba teniendo lugar un espectáculo audiovisual con proyecciones sobre los países que integran la UE. Claro, estamos en la capital de Europa. Muy bonito, y cuando le tocó el turno a España sabes qué salio? Pues San Nicolás con una guitarra tocando algo de flamenco…….jejeje muy gracioso.

La plaza era preciosa, todo hay que decirlo, con la decoración navideña ya preparada y los adornos luminosos estratégicamente colocados. Había tiendas por todas partes, y gente hablando, comentando, riendo, esperando, hablando por el móvil. Tras unos minutos reanudamos el paseo, me enseñó las calles principales de la ciudad, algunos monumentos y lugares de interés, hasta que el cansancio nos sugirió tomar algo y descansar. En un pub o bar (la verdad no sé cómo llamarlo, pero estaba chulo) tuve mi primera sorpresa. Te cobran por ir a los aseos, cincuenta céntimos, una minucia, pero me costó entender a la anciana que me lo explicaba. Las primeras fotillos del viaje cayeron allí. El tiempo pasaba y las tripas rugían. Joder y qué cenamos? Creo que una hamburguesa. ¡Qué originales eh! Pero no nos sobraba el dinero. Tras dar un último paseo regresamos al albergue a descansar, pues Antwerpen nos esperaba. Tuvimos un breve pero intenso encuentro con el friki, nuestro compañero de habitación, en el que nos tuvimos que aguantar las risas (el tío estaba durmiendo). Me deslicé entre las sábanas y a pesar de que el tacto resultaba áspero y la almohada (si se le puede llamar así) estaba dura como una piedra, no tardé en conciliar el sueño. Y poco antes de caer rendido a los brazos de Morfeo pasaban por mi cabeza imágenes de Le Grande Place. Mi primera noche en Bruxelles.

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