sábado, febrero 11, 2006

 

Historias de mi historia: La bella idiota

Poco antes de llegar a conocerle ya me habían hablado de él; éste será una buena pieza, ya verás. Desde luego no aparentaba trece años, más bien quince e incluso dieciséis. Ya había empezado a fumar y poco a poco se juntó con nuestro grupo. Respondía al nombre de Sergio, pero jamás oí a nadie llamarle así; todos se dirigían a él por su apellido, y era bien conocido en todo el barrio. Desde luego si algo le caracterizaba era su personalidad arrogante y poco dada al diálogo; en otras palabras, le encantaba vacilar, pero saltaba cuando él era el objeto de los vaciles. Admiraba aquella fuerza que desprendía; quizás sea porque yo era un chaval tímido y evitativo, y este chaval poseía las cualidades que yo soñaba con tener. Así pues pronto se ganó mi respeto. Y ese respeto hizo que, con el tiempo, yo casi llegase a ganarme el suyo.

Digo casi porque yo fui la única persona de todo el grupo (y era bastante numeroso) que creo llegó a apreciar; nunca tuvo una palabra amable conmigo, incluso con frecuencia se reía de mi forma de hablar, pero ahí estaba, cada tarde a las tres en frente de casa de mi abuela, esperando que le acompañase a la piscina (los motivos de ese aprecio nunca me quedaron del todo claros). No le gustaba estar en su casa, pues los conflictos allí eran prácticamente permanentes. Un padre excesivamente represivo y una madre que coqueteaba con la locura no son el mejor ambiente para educar a un niño. Por ello no tardó en desarrollar su propio concepto del bien y el mal, muy alterado en dirección al segundo. Y a medida que crecía se volvía más cabrón. Una personalidad curiosa, siempre vacilante, que escondía una fuerte agresividad. Recuerdo cómo me llamó el día que fue a recoger el carné de conducir y me contó que cuando recibió el papel rosa se puso a dar golpes en la mampara de cristal que daba a una clase y gritando, con todos los alumnos y un atónito profesor mirando, exclamó: ¡¡¡Joderos cabrones, yo ya tengo el mío!!! ¡¡¡Jajajaa!!! Y aquel papelito rosa sería el último clavo del ataúd.

Tenía por costumbre cantar cuando se emborrachaba (o sea, cada sábado). Brincaba y cantaba a pleno pulmón algunas de las canciones más absurdas que se hayan compuesto, pues sus gustos musicales eran peculiares. Pero hubo una que me gustó especialmente: bella idiota, de Marco Manzini; una canción de desamor. Nunca me atreví a preguntarle si había realmente estado enamorado alguna vez, pero intuía que sí. Estas canciones llegan al corazón, sobretodo cuando éste está roto en mil pedazos y hay que recomponerlo. Acababa cantando con él, aunque creo recordar que yo por aquella época todavía no había experimentado esa terrible sensación, la de que te rompan el corazón. No tardaría mucho en sentirlo, pero eso es otra historia. Sergio crecía y empezaba a traspasar límites. Peleas, robos y otras acciones que indicaban un trágico final aproximándose. Nubarrones cubrían el horizonte de su destino, y el de otra persona que por supuesto, nada podía saber al respecto. Putas casualidades.

Y el día llegó; ya nos habíamos distanciado un poco, pero eso no impidió que conociese la noticia. Una curva descendente, bastante cerrada, con una señal de 40 que por supuesto nadie respetaba. Pero Sergio casi triplicó esa velocidad, y la frenada que hubiese necesitado para esquivar el obstáculo sólo la tiene un fórmula uno. Ese obstáculo eran una chica y su novio en un vespino. La muerte va al volante. Volantazo y derrape. No fue suficiente. La parte trasera del coche impactó en la joven conductora, arrancándole un brazo de cuajo (el cual quedó dentro del propio vehículo). Eso fue lo de menos. El hígado quedó muy dañado, el bazo reventado. Murió en la ambulancia, de camino al hospital. Uno de los sanitarios que estaba en dicha ambulancia me contó, tiempo después, que la chica gritaba sin cesar ¡¡¡¡¡¡no quiero morir!!!!!! mientras la llevaban a toda hostia al hospital. Por desgracia esas ganas de vivir no la salvaron. El novio tuvo más suerte; sólo se le fracturaron decenas de huesos, pelvis incluida, y no sé si llegó a recuperarse. ¿Y qué paso con Sergio? Las informaciones que tengo son confusas y contradictorias, y fueron malalimentadas por rumores de todo tipo. No pisó la cárcel (no hace falta ser Farruquito para librarse de ella) pero se esfumó pues fue seriamente amenazado de muerte por el padre de la chica y el padre del novio (a quien yo conocía, y desde luego no recomendaría a nadie tenerlo como enemigo). Sea como fuere, ahí empezó un declive que estoy seguro continúa. Hace mucho que no sé nada de él. Quizás siga por ahí, borracho, cantando a la bella idiota. Así, la verdad, es como prefiero recordarlo. Más que de asesino. Aunque lo sea.


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