jueves, febrero 02, 2006

 

Historia de un viaje a Bruxelles. Capítulo 3: La Grande Place


Salí del avión con celeridad, emocionado, pisando por primera vez en mi vida suelo extranjero (no aceptamos Portugal como país extranjero, demasiado cerca). La primera impresión fue que eran las seis de la tarde, pero mi reloj marcaba casi las cuatro. Sí, ya no estaba en España, y aquí había menos horas de sol. Cielos grises, mucha humedad y un aeropuerto casi vacío. Me costó un poco encontrar la salida pero tras recoger mi maleta crucé una puerta y allí estaba Aitor esperando. Se le notaba algo más delgado, pero seguía siendo aquel chico que conocí hará ya casi 8 años. Pusimos rumbo a la parada del autobús y charlamos sobre mi viaje, sobre la ciudad, sobre los que haríamos en los días venideros. Yo inspeccionaba cada rincón pues todo era nuevo para mí. Llegó el autobús y tras pagar los tres euros del billete, pusimos rumbo a Bruselas.

El viaje no se hizo muy largo, y en unos veinte minutos ya estábamos en la capital europea. La oscuridad se apoderaba de la ciudad con rapidez, así que tras pasear durante unos minutos Aitor decidió que era mejor acercarse al albergue, dejar los enseres en la habitación para luego dar otro paseo, ya más tranquilo. Descendimos unas escalerillas para atravesar las entrañas de la ciudad en el metro. Todo me gustaba la verdad. Todo me llamaba la atención; quizás lo que más me chocó era el mestizaje reinante, señal de que nos llevaban muchos años de ventaja. Me sorprendió la facilidad con que mi amigo se orientaba, yo me pierdo hasta en Madrid. Unos diez minutos después estábamos frente a la puerta de la que sería nuestra “casa” durante el viaje. La recepcionista parecía simpática, pero dejé que fuese él quien hablase ya que de francés más bien sé poco. La primera noche la habitación era de 4 camas y una ya estaba ocupada; las dos siguientes tendríamos una de 2 camas. Tras dejar el equipaje me adentré en las calles bruselenses guiado por mi amigo; la noche ya envolvía todo y por ello no podía apreciar con detalle la arquitectura, pero no importaba. Nuestro pequeño recorrido hizo un alto en La Grande Place, una plaza central que me recordaba a la madrileña Plaza Mayor. Esa parada no fue casualidad. Estaba teniendo lugar un espectáculo audiovisual con proyecciones sobre los países que integran la UE. Claro, estamos en la capital de Europa. Muy bonito, y cuando le tocó el turno a España sabes qué salio? Pues San Nicolás con una guitarra tocando algo de flamenco…….jejeje muy gracioso.

La plaza era preciosa, todo hay que decirlo, con la decoración navideña ya preparada y los adornos luminosos estratégicamente colocados. Había tiendas por todas partes, y gente hablando, comentando, riendo, esperando, hablando por el móvil. Tras unos minutos reanudamos el paseo, me enseñó las calles principales de la ciudad, algunos monumentos y lugares de interés, hasta que el cansancio nos sugirió tomar algo y descansar. En un pub o bar (la verdad no sé cómo llamarlo, pero estaba chulo) tuve mi primera sorpresa. Te cobran por ir a los aseos, cincuenta céntimos, una minucia, pero me costó entender a la anciana que me lo explicaba. Las primeras fotillos del viaje cayeron allí. El tiempo pasaba y las tripas rugían. Joder y qué cenamos? Creo que una hamburguesa. ¡Qué originales eh! Pero no nos sobraba el dinero. Tras dar un último paseo regresamos al albergue a descansar, pues Antwerpen nos esperaba. Tuvimos un breve pero intenso encuentro con el friki, nuestro compañero de habitación, en el que nos tuvimos que aguantar las risas (el tío estaba durmiendo). Me deslicé entre las sábanas y a pesar de que el tacto resultaba áspero y la almohada (si se le puede llamar así) estaba dura como una piedra, no tardé en conciliar el sueño. Y poco antes de caer rendido a los brazos de Morfeo pasaban por mi cabeza imágenes de Le Grande Place. Mi primera noche en Bruxelles.

Comentarios: Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]





<< Inicio

This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Suscribirse a Entradas [Atom]