martes, febrero 28, 2006
No puede ser una coincidencia
Es de estas películas que no te dejan indiferente; o te encanta o la detestas; el comienzo ya te avisa de que la historia es cuanto menos original: un narrador explica una serie de sucesos (tragedias) acontecidas en el pasado en las que tuvieron lugar una serie de coincidencias entre los personajes afectados. Tres breves historias que nos preparan para la trama principal de la película. No puedo darte demasiados detalles ya que es posible que no la hayas visto (en cuyo caso ¿a qué esperas?); te diré que cuenta la historia de varios personajes, todos atormentados por un conflicto. Tenemos un policía que desea encontrar el amor, un anciano terminal, una cocainómana, un seductor que hace negocio de ello, un presentador de TV de capa caída, un vendedor fracasado, la esposa del anciano terminal, el que cuida del anciano terminal, un niño que concursa en un programa (rollo Saber y Ganar)…….¿vas viendo la conexión? El guionista es un maldito genio. Finales

Ayer a las 8 y media de la tarde estalló la bomba; Florentino ha dimitido como presidente del Madrid. El ser superior no ha aguantado más y ha dicho basta; lo cual es signo de que debe de estar ya muy cansado de la desastrosa situación que vive “el mejor equipo del mundo”. Pocos minutos después del anuncio (la SER y ONDA CERO se han atribuido la primicia) ya había tertulias en la radio, en la tele, periodistas congregados en el Bernabeu a la caza de algún protagonista; el terremoto que ha provocado la noticia ha sido de una gran envergadura, pues este hombre, te guste o no el fútbol, es sin duda un personaje muy influyente. El creador de un modelo futbolístico que triunfó los primeros años, pero se desplomó en los últimos. El imperio que se autodestruyó. Es curioso, sucedió lo mismo con los grandes imperios que han poblado el mundo. No soy un experto en estos temas, la verdad; pero otra vez me he levantado temprano y me apetece escribir.
lunes, febrero 27, 2006
Círculos

Hace 7 días a esta misma hora estaba escribiendo un post para abrir la semana y ahora escribiré uno para cerrarla; las cuatro de la mañana de un domingo es una hora en la que se suele dormir; en el primer caso me desperté tan sorprendido que me puse a escribir, comenzando una semana. En el segundo, en el que me encuentro en estos momentos, me dispongo a finalizar la misma semana y por tanto aún no me he acostado. Una situación curiosa, el principio y el final. O lo que es lo mismo, las dos caras de Jano. Me sucede a menudo, las sensaciones que se repiten. ¿Y a ti?
lunes, febrero 20, 2006
Dulces sueños

Creo que no hay animal en el mundo que pueda dormir más plácidamente que un gato; son capaces de acurrucarse en posturas y rincones imposibles, a cualquier hora y sumergirse en un profundo e inalterable sueño. No es casualidad; los gatos duermen entre catorce y dieciséis horas diarios (cómo viven). La mía ha cogido la costumbre de acurrucarse al lado del teclado al calor de la lámpara, haciéndome compañía. Tampoco es casualidad; a los gatos domésticos no les gusta la soledad (o sólo les gusta en determinados momentos). Y así pasa la tarde.
Pues es lunes y comienza una nueva semana; los últimos coletazos de febrero, el mes más corto del año. Hoy tengo curso y trabajo de noche sustituyendo un compañero. La semana se presenta tranquila, veremos si surge algún plan interesante. Te lo contaré más adelante. Ya son las 7:00 am y voy a ducharme, que tengo clase a primera hora. Física nuclear nada más y nada menos. Nos vemos por aquí pues.
sábado, febrero 18, 2006
Adiós Ayer

Como verás, he dividido la lista en dos partes. Básicamente, un apartado con las cosas de nuestros cinco años de matrimonio con las que me gustaría quedarme y otra con las que te puedes quedar tú. Para cualquier duda o comentario, ya sabes que puedes llamarme al
teléfono de la oficina (de ocho a cuatro) o al móvil (hasta las once) y estaré encantado de repasar la lista contigo.
COSAS QUE DESEO CONSERVAR:
- El leve rastro de perfume que quedó flotando en el ascensor una mañana, cuando te bajaste en la segunda planta, y yo aún no me atrevía a dirigirte la palabra.
- El movimiento de cabeza con el que aceptaste mi invitación a cenar.
- La mancha de rímel que dejaste en mi almohada la noche que por fin dormimos juntos.
- La promesa de que yo sería el único que besaría la constelación de pecas de tu pecho.
- El mordisco que dejé en tu hombro y tuviste que disimular con maquillaje porque tu vestido de novia tenía un escote de palabra de honor.
- Las gotas de lluvia que se enredaron en tu pelo durante nuestra luna de miel en Londres.
- Todas las horas que pasamos mirándonos, besándonos, hablando y tocándonos. (También las horas que pasé simplemente soñando o pensando en ti).
COSAS QUE PUEDES CONSERVAR TÚ:
- Los silencios.
- Aquellos besos tibios y emponzoñados, cuyo ingrediente principal era la rutina.
- El sabor acre de los insultos y reproches.
- La sensación de angustia al estirar la mano por la noche para descubrir que tu lado de la cama estaba vacío.
- Las náuseas que trepaban por mi garganta cada vez que notaba un olor extraño en tu ropa.
- El cosquilleo de mi sangre pudriéndose cada vez que te encerrabas en el baño a hablar por teléfono con él.
- Las lágrimas que me tragué cuando descubrí aquel arañazo ajeno en tu ingle.
- Jorge y Cecilia... Los nombres que nos gustaban para los hijos que nunca llegamos a tener.
Con respecto al resto de objetos que hemos adquirido y compartido durante nuestro matrimonio (el coche, la casa, etc) solo comunicarte que puedes quedártelos todos. Al fin y al cabo sólo son eso:... objetos. Por último, recordarte el n º de teléfono de mi abogado (.......) para que tu letrado pueda contactar con él y ambos se ocupen de presentar el escrito de divorcio para ratificar nuestro convencimiento. Afectuosamente, Roberto."
Creo que sobran los comentarios......así que te dejo, voy a ver si consigo el desaguisado que le he hecho a la plantilla.
P.D. El relato lo escribió una mujer
jueves, febrero 16, 2006
El baúl de los recuerdos

Hace un rato me puse a escuchar música, algo que hago a menudo cuando me toca trabajar, y escuchando una canción en concreto que me gusta bastante me vinieron a la cabeza imágenes de hace unos meses, recuerdos y sentimientos que tenía. No es algo extraño, pues con la música me suele suceder. En concreto recuerdo que solía escuchar esta canción en el largo trayecto en transporte público hacia la oficina, cuando no disponía de coche. Parece que haya pasado una eternidad desde octubre del año pasado. En mi memoria quedan esos momentos, así como muchos otros vividos, inmortalizados en mi cabeza, convertidos en moléculas químicas por la acción del sistema nervioso.
Los primeros recuerdos nítidos de mi vida se remontan a mis cinco años de edad; una fría mañana de invierno en la que mi madre me había ido a buscar a la guardería en el viejo SEAT 127; había caído una fuerte nevada (era habitual en aquella época en Madrid) y me tuve que fabricar incluso unas raquetas improvisadas para poder caminar por aquel manto blanco. Lo que pasó después por supuesto no puedo recordarlo; siguen varias imágenes de algunos momentos con mi familia, y a partir de los 12 o 13 años ya puedo recordar mejor más cosas. Supongo que en este extraño proceso que contiene las preguntas ¿quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos? No podemos disponer de una respuesta, sólo tenemos nuestros recuerdos; alegres, tristes, aburridos, divertidos, intensos y nostálgicos. Nosotros.
¿Qué seríamos sin ellos? Nada, sólo una carcasa. De hecho son tan importantes que el cognitivismo, una de las bases de la psicología moderna, opina que nuestra conducta y forma de funcionar está construida en base a esos recuerdos, amen de modelos de conducta aprendidos durante la infancia. Vamos, que es lo que nos motiva, lo que nos mueve, en gran parte. Ese baúl que contiene toda nuestra vida, que no para de llenarse hasta que decimos adiós hacia el sueño eterno.
Algunos recuerdos son tan dolorosos que lo mejor es dejarlos en el fondo del baúl, pero no sacarlos de él. Porque de lo malo, del dolor, se aprende más que de lo bueno; nos ayuda a fortalecernos, a madurar, y a saber apreciar mejor lo bueno, Nos enseña que la vida no es un camino de rosas precisamente, que los sinsabores y putadas siempre estarán ahí, en el baúl. Pero rodeadas por todas partes de momentos agradables.
La memoria es tan misteriosa que ni los científicos terminan de comprender cómo funciona; hay quien dice que en un futuro podremos crearnos los recuerdos que queramos (como en Desafío Total, no sé si la has visto). Técnicamente no habría mucha diferencia; quiero tener un recuerdo de un viaje a no sé dónde. Por supuesto no viajaré, pero mi mente me hará creer que así ha sido. Espero que es hipotética situación no suceda nunca; algo difícil, al ritmo en que avanza la ciencia. Que el baúl exista de verdad, que no sea artificial.
martes, febrero 14, 2006
Esos pequeños placeres

1) Leer tumbado en el sofá en una lluviosa tarde de otoño, escuchando el sonido de la lluvia a la vez que leo. Un buen libro por supuesto
Son algunos de los que se me ocurren; por supuesto a medida que siga pensando se me ocurrirán muchos más. Te invito a que pienses los tuyos, que seguro tienes unos cuantos. Qué sería de nosotros sin estos pequeños placeres.
domingo, febrero 12, 2006
Pasta, pasta y más pasta
Mi hermano trabaja en una tienda de juguetes ubicada en un centro comercial de La Moraleja, posiblemente la zona más pija de Madrid (junto con el barrio de Salamanca). He estado allí unas cuantas veces para ir al cine y el sitio, desde luego, se corresponde con su fama. Tiendas de diseño, joyerías, ropa de marca, un lugar hecho a medida de los que disfrutan de una Visa Platinum de crédito casi ilimitado. El otro día me trajo una revista con muchos productos que le dieron allí, una también hecha a medida; creo que el artículo más barato no bajaba de trescientos euros. Si algún día te pasas por allí te recomiendo que le eches un vistazo a la gente; hay de todo por supuesto, pero la mayoría son ricos y pastosos que se pasean con cierto aire de superioridad. Mil euros puestos, son como otra raza. Sin embargo no puedo pecar de hipócrita; me gusta el dinero, para qué te voy a engañar. Pero, ¿hasta qué punto sería más feliz con más pasta? Me compraría mucha ropa; quizás hasta cambiase de coche. Me iría de viaje con mucha más frecuencia. Tendría en casa un fantástico equipo de Home Cinema con una de esas teles extraplanas enormes; que leches, me compraría un piso (ya que estamos fantaseando, hagámoslo bien). Bueno, y un BMW Serie 3. No, que coño, un Porsche 911 Turbo. ¿Un piso? No, un chalet, y otro en la sierra para ir los fines de semana. Fíjate, empecé pensando en comprarme algo de ropa y he acabado con un puto chalet en la sierra. Así es el dinero, cuando empiezas a tener demasiado paralelamente dejas de valorarlo. Por ello valoro bastante los aproximadamente quinientos euros que tengo en mi cuenta.
Lo material, por muy bonito que sea, no podrá darnos una felicidad; podrá hacernos sentir mejor en determinados momentos, podrá ayudarnos a alcanzarla, pero nunca nos la dará. Pero también lo necesitamos. Y cuesta bastante ganarlo. Tampoco creo que sea bueno moverse en el mundo por dinero. Pero qué bien nos vendría un pellizco………
sábado, febrero 11, 2006
Historias de mi historia: La bella idiota
Poco antes de llegar a conocerle ya me habían hablado de él; éste será una buena pieza, ya verás. Desde luego no aparentaba trece años, más bien quince e incluso dieciséis. Ya había empezado a fumar y poco a poco se juntó con nuestro grupo. Respondía al nombre de Sergio, pero jamás oí a nadie llamarle así; todos se dirigían a él por su apellido, y era bien conocido en todo el barrio. Desde luego si algo le caracterizaba era su personalidad arrogante y poco dada al diálogo; en otras palabras, le encantaba vacilar, pero saltaba cuando él era el objeto de los vaciles. Admiraba aquella fuerza que desprendía; quizás sea porque yo era un chaval tímido y evitativo, y este chaval poseía las cualidades que yo soñaba con tener. Así pues pronto se ganó mi respeto. Y ese respeto hizo que, con el tiempo, yo casi llegase a ganarme el suyo.Digo casi porque yo fui la única persona de todo el grupo (y era bastante numeroso) que creo llegó a apreciar; nunca tuvo una palabra amable conmigo, incluso con frecuencia se reía de mi forma de hablar, pero ahí estaba, cada tarde a las tres en frente de casa de mi abuela, esperando que le acompañase a la piscina (los motivos de ese aprecio nunca me quedaron del todo claros). No le gustaba estar en su casa, pues los conflictos allí eran prácticamente permanentes. Un padre excesivamente represivo y una madre que coqueteaba con la locura no son el mejor ambiente para educar a un niño. Por ello no tardó en desarrollar su propio concepto del bien y el mal, muy alterado en dirección al segundo. Y a medida que crecía se volvía más cabrón. Una personalidad curiosa, siempre vacilante, que escondía una fuerte agresividad. Recuerdo cómo me llamó el día que fue a recoger el carné de conducir y me contó que cuando recibió el papel rosa se puso a dar golpes en la mampara de cristal que daba a una clase y gritando, con todos los alumnos y un atónito profesor mirando, exclamó: ¡¡¡Joderos cabrones, yo ya tengo el mío!!! ¡¡¡Jajajaa!!! Y aquel papelito rosa sería el último clavo del ataúd.
Tenía por costumbre cantar cuando se emborrachaba (o sea, cada sábado). Brincaba y cantaba a pleno pulmón algunas de las canciones más absurdas que se hayan compuesto, pues sus gustos musicales eran peculiares. Pero hubo una que me gustó especialmente: bella idiota, de Marco Manzini; una canción de desamor. Nunca me atreví a preguntarle si había realmente estado enamorado alguna vez, pero intuía que sí. Estas canciones llegan al corazón, sobretodo cuando éste está roto en mil pedazos y hay que recomponerlo. Acababa cantando con él, aunque creo recordar que yo por aquella época todavía no había experimentado esa terrible sensación, la de que te rompan el corazón. No tardaría mucho en sentirlo, pero eso es otra historia. Sergio crecía y empezaba a traspasar límites. Peleas, robos y otras acciones que indicaban un trágico final aproximándose. Nubarrones cubrían el horizonte de su destino, y el de otra persona que por supuesto, nada podía saber al respecto. Putas casualidades.
Y el día llegó; ya nos habíamos distanciado un poco, pero eso no impidió que conociese la noticia. Una curva descendente, bastante cerrada, con una señal de 40 que por supuesto nadie respetaba. Pero Sergio casi triplicó esa velocidad, y la frenada que hubiese necesitado para esquivar el obstáculo sólo la tiene un fórmula uno. Ese obstáculo eran una chica y su novio en un vespino. La muerte va al volante. Volantazo y derrape. No fue suficiente. La parte trasera del coche impactó en la joven conductora, arrancándole un brazo de cuajo (el cual quedó dentro del propio vehículo). Eso fue lo de menos. El hígado quedó muy dañado, el bazo reventado. Murió en la ambulancia, de camino al hospital. Uno de los sanitarios que estaba en dicha ambulancia me contó, tiempo después, que la chica gritaba sin cesar ¡¡¡¡¡¡no quiero morir!!!!!! mientras la llevaban a toda hostia al hospital. Por desgracia esas ganas de vivir no la salvaron. El novio tuvo más suerte; sólo se le fracturaron decenas de huesos, pelvis incluida, y no sé si llegó a recuperarse. ¿Y qué paso con Sergio? Las informaciones que tengo son confusas y contradictorias, y fueron malalimentadas por rumores de todo tipo. No pisó la cárcel (no hace falta ser Farruquito para librarse de ella) pero se esfumó pues fue seriamente amenazado de muerte por el padre de la chica y el padre del novio (a quien yo conocía, y desde luego no recomendaría a nadie tenerlo como enemigo). Sea como fuere, ahí empezó un declive que estoy seguro continúa. Hace mucho que no sé nada de él. Quizás siga por ahí, borracho, cantando a la bella idiota. Así, la verdad, es como prefiero recordarlo. Más que de asesino. Aunque lo sea.
domingo, febrero 05, 2006
El sonido del silencio

Es difícil que exista una ausencia total de sonidos, o dicho de otro modo, el silencio; normalmente de noche, cuando estamos en brazos de Morfeo, o cuando nos quedamos a solas con nuestros pensamientos. Son incómodos a veces, cuando hablando con alguien no sabemos qué decir (y él o ella tampoco). Pero también son agradables, porque también a veces un silencio lo dice todo. Momentos de pensar, de sentir, de recordar. De escucharnos a nosotros mismos, de mantener una conversación con nuestro yo. En este mundo tan ajetreado, lleno de sonidos desagradables y estresantes, el silencio se encarga de relajarnos, de liberarnos de tensiones y malos rollos. Pero hay que saber escuchar al silencio para que eso pueda suceder. Porque demasiado silencio tampoco es bueno; es señal de soledad, de vacío y de tristeza. Por eso muchas veces huimos de él, tenemos miedo de que envuelva completamente nuestra vida.
Ahora mismo, salvo el sonido que desprende el ventilador de la Cpu, el silencio es total (suele suceder por las noches); de vez en cuando percibo el ruido de los motores de un avión (estoy muy cerca del aeropuerto). Estoy a solas conmigo mismo; estoy escuchando al silencio, lo que intenta decirme. Me está ayudando bastante a escribir sobre él mismo, me ayuda a mirar al mismo tiempo al pasado, al presente y al futuro. Y me está diciendo que la etapa de transición ha finalizado por fin; hora de mirar al futuro, de proponerse nuevos retos y de resolver esos problemas que habían quedado pendientes. La niebla se ha disipado y ahora veo luz, a lo lejos, pero la veo. Hay que andar el camino para llegar a ella. Y el silencio estará allí, cuando sea necesario, para ayudar.
jueves, febrero 02, 2006
Historia de un viaje a Bruxelles. Capítulo 3: La Grande Place

El viaje no se hizo muy largo, y en unos veinte minutos ya estábamos en la capital europea. La oscuridad se apoderaba de la ciudad con rapidez, así que tras pasear durante unos minutos Aitor decidió que era mejor acercarse al albergue, dejar los enseres en la habitación para luego dar otro paseo, ya más tranquilo. Descendimos unas escalerillas para atravesar las entrañas de la ciudad en el metro. Todo me gustaba la verdad. Todo me llamaba la atención; quizás lo que más me chocó era el mestizaje reinante, señal de que nos llevaban muchos años de ventaja. Me sorprendió la facilidad con que mi amigo se orientaba, yo me pierdo hasta en Madrid. Unos diez minutos después estábamos frente a la puerta de la que sería nuestra “casa” durante el viaje. La recepcionista parecía simpática, pero dejé que fuese él quien hablase ya que de francés más bien sé poco. La primera noche la habitación era de 4 camas y una ya estaba ocupada; las dos siguientes tendríamos una de 2 camas. Tras dejar el equipaje me adentré en las calles bruselenses guiado por mi amigo; la noche ya envolvía todo y por ello no podía apreciar con detalle la arquitectura, pero no importaba. Nuestro pequeño recorrido hizo un alto en La Grande Place, una plaza central que me recordaba a la madrileña Plaza Mayor. Esa parada no fue casualidad. Estaba teniendo lugar un espectáculo audiovisual con proyecciones sobre los países que integran la UE. Claro, estamos en la capital de Europa. Muy bonito, y cuando le tocó el turno a España sabes qué salio? Pues San Nicolás con una guitarra tocando algo de flamenco…….jejeje muy gracioso.
La plaza era preciosa, todo hay que decirlo, con la decoración navideña ya preparada y los adornos luminosos estratégicamente colocados. Había tiendas por todas partes, y gente hablando, comentando, riendo, esperando, hablando por el móvil. Tras unos minutos reanudamos el paseo, me enseñó las calles principales de la ciudad, algunos monumentos y lugares de interés, hasta que el cansancio nos sugirió tomar algo y descansar. En un pub o bar (la verdad no sé cómo llamarlo, pero estaba chulo) tuve mi primera sorpresa. Te cobran por ir a los aseos, cincuenta céntimos, una minucia, pero me costó entender a la anciana que me lo explicaba. Las primeras fotillos del viaje cayeron allí. El tiempo pasaba y las tripas rugían. Joder y qué cenamos? Creo que una hamburguesa. ¡Qué originales eh! Pero no nos sobraba el dinero. Tras dar un último paseo regresamos al albergue a descansar, pues Antwerpen nos esperaba. Tuvimos un breve pero intenso encuentro con el friki, nuestro compañero de habitación, en el que nos tuvimos que aguantar las risas (el tío estaba durmiendo). Me deslicé entre las sábanas y a pesar de que el tacto resultaba áspero y la almohada (si se le puede llamar así) estaba dura como una piedra, no tardé en conciliar el sueño. Y poco antes de caer rendido a los brazos de Morfeo pasaban por mi cabeza imágenes de Le Grande Place. Mi primera noche en Bruxelles.
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