viernes, noviembre 10, 2006

 

El profesor Javi



Desde hace algún tiempo compagino mi trabajo y mis estudios dando clases particulares; necesitaba unos ingresos extra y puesto que tenía algunas horas muertas me apunté a una academia, la cual me busca alumnos (estas empresas se están poniendo de moda) y yo elijo los que me interesan (por zonas y asignaturas). La experiencia es interesante a la par que agotadora.

Desde que entré en el colegio hasta la universidad he tenido muchos profesores; resulta irónico que los que mejor preparados deberían estar son los más negados para la enseñanza. Me refiero a los profesores universitarios, esos entes con unas mentes brillantes forjadas a base de décadas de estudio y que se pasean por la facultad con aires de grandeza y superioridad. Tan superiores se creen que viven desconectados de la realidad, en su mundo, en su despacho, entre montañas de papeles y disfrutando de su trono, la tarima, en este mundo aparte que es la universidad.

La enseñanza es algo muy respetable y muy serio; primero porque te tiene que gustar enseñar. Y segundo porque muchas veces tienes que hacer entender a otros cosas que te resultan muy fáciles pero que no entran en esas mentes; ya sea enseñar a sumar o enseñar a resolver ecuaciones diferenciales, la transmisión de conocimientos es fundamental y requiere de un gran esfuerzo por parte del docente, sobre todo cuando el alumno o la alumna es más “negado”.

He leído muchos artículos sobre el problema de la educación en nuestro país, el fracaso escolar y el maltrato en las aulas. Ya tenemos toda una generación de nengs orgullosos de su estupidez e ignorancia y que a lo único que aspiran en la vida es a tener un Seat León tuneado y a divertirse y ganar dinero con el mínimo esfuerzo. Lástima que sean nuestras pensiones; lástima que no hayan aprendido valores mucho más importantes que las fracciones, los afluentes de los ríos o la gramática. Valores como el respeto, la tolerancia, el esfuerzo, la constancia y la humildad. Tranquilos, canis que la vida a base de hostias os irá empujando a lo que os habéis trabajado, el fracaso.

No hay que confundir educación con cultura ni con inteligencia; he conocido personas sin estudios que son inteligentes y educadas (y sabes las personas que más admiro son esas). Y he conocido personas con estudios que ni son educados ni quieren serlo. La vida al final es mucho más que lo que aprendemos en los libros, aunque con ellos se pueda aprender bastante. De hecho siempre estamos aprendiendo, de cada experiencia, de cada momento, de cada persona.


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