lunes, agosto 28, 2006
Sí, quiero
—¿Crees que es precipitado?
—Si la quieres y te sientes decidido adelante, al final la vida son dos días y joder si sale mal, pues sale mal, pero esperar no te garantiza que tus probabilidades aumenten. Al final nadie puede garantizarte que esa persona que está hoy a tu lado lo esté también mañana.
Ahí estuve a punto de decir, pues dura poco, pero no; tampoco iba a dejar que mi pesimismo nihilista le estropease el momento. No soy buen consejero en estos temas pero creo que mis palabras le aliviaron. Quizás no era lo que quería oír, era lo que necesitaba oír.
Quién lo iba a decir; mi amigo X, aquel que pasó la infancia rodeado de videoconsolas, aquel que jugaba tan bien al fútbol y que me dejaba con la boca abierta al meter unos goles espectaculares (yo era todo un paquete) y que siempre se estaba riéndose (daba incluso la impresión de ser incapaz de tomarse nada en serio) va a casarse. Tras dos años y pico de noviazgo salta al siguiente nivel. No quería casarse por la Iglesia pero ha cedido a los deseos de la que será su esposa. Curioso este anhelo de la inmensa mayoría de las mujeres de casarse por la Iglesia, una institución que las desprecia y condena a un segundo plano. Así pues será una ceremonia religiosa.
¿Y yo qué opino al respecto? Pues como no se me dan bien las relaciones de pareja nunca me he sentido cerca de ponerme el anillo en el dedo. Casi nunca debería decir. Pero lo cortés no quita lo valiente y yo daría el sí quiero si creyese haber encontrado a la persona adecuada, y puedo asegurarte que me encantaría. A pesar de haber contemplado en persona la destrucción de un matrimonio de 24 años de duración (que se dice pronto) con tres hijos, del odio que han llegado a profesarse los ex cónyuges y las lágrimas que todos hemos derramado por ello sigo pensando que vale la pena. ¿Por qué? Pues porque pertenezco a ese porcentaje gente que le resulta muy difícil ser feliz sin alguien a quien amar, sin alguien con quien compartir su vida y alguien a quien hacer feliz también. Vamos, que sí quiero. Casarme. Algún día, claro está.
Y la religión no desprecia a nadie, son los que se convierten en empresarios de la fe los que la adulteran con normas según sus propios intereses o inocentemente según valores heredados de los que son tan víctimas como los demás, haciéndolos extensivos a la sociedad que los adopta.
Aiyana: sin duda debe de ser bonito y como bien dices por desgracia el vivieron felices y comieron perdices no siempre sucede. Aún así, como dijo Allen, necesitamos los huevos
Taza: me casaría por la Iglesia si mi hipotetica novia lo quisiese; bueno mis padres e hipotéticos suegros tambien creo que prefeririían una ceremonia tradicional
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