sábado, septiembre 09, 2006

 

Paseando y pensando


Chamberí es uno de los barrios más antiguos de Madrid y donde se concentran muchos pisos de arquitectura clásica; pisos grandes, de muros gruesos y sólida construcción, con fachadas muy ornamentadas y áticos que deben de ser una puta maravilla. El barrio se ha transformado mucho estos últimos años por la inmigración, pero muchas de estas viviendas continúan allí. Y no son nada baratas por cierto. Los dueños suelen ser ancianos en su mayoría, que llevan varias décadas allí y que por su avanzada edad no se dejan ver mucho. Como comentaban en el blog de Aiyana, no sé si merece la pena vivir así, cuando el cuerpo ya no responde y a veces ni la mente. “Todo el mundo quiere llegar a viejo, pero nadie quiere serlo” decía un escritor cuyo nombre no recuerdo.


Cada vez que paseo por esa zona me encuentro a muchos de ellos, algunos incluso en silla de ruedas, empujados por algún familiar también de avanzada edad. Cuando veo a estos ancianos (algunos parecen más muertos que vivos) me pregunto cómo será su vida; cada día puede ser el último y llegados a la etapa final, sólo queda mirar atrás y disfrutar de esos momentos que la existencia ha regalado. Curioso contraste ya que también se ve a mucha gente joven, la mayoría sudamericanos, aunque también treintañeros y parejas jóvenes. Es un barrio muy vivo, y a veces echo de menos esa vida, ya que vivo en un pueblo que a veces parece un pueblo fantasma. Es la paradoja de la calidad de vida. ¿Tranquilidad? Sí, pero, demasiada tranquilidad? No.


La calidad de vida es una compleja y subjetiva ecuación; las ciudades proporcionan ocio, servicios, lugares por los que pasear, entretenimiento, pero por el contrario también proporcionan delincuencia, estrés, contaminación, falta de intimidad y unos precios elevados. Los pueblos pequeños presumen de tranquilidad, de calles pacíficas y de ser más cálidas y acogedoras. Pero si son demasiado tranquilos y no consigues entablar amistades o crearte una vida allí el aburrimiento está asegurado, y la lejanía complica la cosa. O coche o transporte público. Hay incluso gente que sólo duerme allí (ciudades dormitorio) y hace su vida fuera. Y es que los precios de los pisos en la ciudad son ya de risa. Constructoras, bancos e inmobiliarias facturan miles de millones a costa de la especulación y de las familias ultrahipotecadas. Creo que necesitamos otra revolución del 68 y que estos putos ladrones (respetables votantes del PP) sean enviados a picar piedra.


Ciudades o pueblos, dos formas de vivir, pero no las únicas; hay ciudades pequeñas y pueblos grandes. Hay quien vive en el campo, o en medio de la nada, o incluso en la puta calle. O en otro país, en otra ciudad distinta a la suya, en frente del mar o de la sierra. En piso, chalet o en un loft. Solo, con la familia, en pareja o con amigos. El caso, supongo, es elegir la vida que uno quiere vivir. Siempre que puedas.


Comentarios:
Y para corroborar todo lo que has dicho en este texto, simplemente voy a escribir el título de una canción:

'MY HOME IS NOT A PLACE'
 
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