La felicidad es un concepto demasiado abstracto como para poder definirla de una manera objetiva; digamos pues que cada uno crea su propia definición de felicidad. No obstante solemos coincidir: sonreír, sentirse bien, pasar un rato agradable, disfrutar de momentos que permanecerán en el recuerdo y que nos ayudarán en cierto modo a superar los malos. Vivir en definitiva.
Este fin de semana estuvo lleno de esos momentos; un pequeño refugio en el puerto de la Morcuera, catorce alumnos y dos monitores que iban a disfrutar de una salida de dos días en la que aprenderíamos juegos y actividades. Y vaya si los aprendimos; hacía tiempo que no me divertía tanto. Mucho más que de fiesta por la noche (la verdad es que me aburre salir de fiesta, salvo contadas excepciones, salgo poco). Eran juegos para críos, canciones, pruebas, con las que te partías de risa. El objetivo de la salida era aprender pues pronto tendremos que “enfrentarnos” con los chavales. Y no es nada fácil.
Una vez me dijeron que hay que olvidarse del sentido del ridículo o te es imposible divertirte. El qué dirán, algo que muchas veces te echa para atrás, el miedo a que se rían de ti, el qué pensarán. Por supuesto hay que saber estar y adaptarse a cada situación (asertividad). Admiro mucho a la gente espontánea, natural, que dice lo que piensa y hace lo que siente. A mí me cuesta bastante. Suelo ser todo lo contrario. Salvo excepciones.
Quizás por eso este finde fue tan especial y tan intenso. Muy buen rollo con la gente, risas constantes y el sentirme vivo, el quitarme todas las barreras que yo mismo me pongo. Pocas horas muertas y muchos momentos inolvidables. A la vuelta conduciendo y escuchando el fútbol me sentía apenado, pues se hizo corto. Vuelta a la realidad, a la rutina, a los problemas que quedaron aparcados a la espera de una solución. Siempre quedará el recuerdo.
# entrada de javier @ lunes, abril 10, 2006
