lunes, julio 04, 2011

 

Momentos

Un día te despiertas y medio dormido vas al baño. Te miras al espejo y cabizbajo te das cuenta de que algo no funciona. Algo falla. Puedes sentirlo, puedes saborearlo, puedes tocarlo. Puedes ver que no eres feliz.

Y sobretodo que con la vida que llevas nunca podrás serlo.

El primer café de la mañana lo tomas al lado de la ventana fumando un cigarro. La calle está activa, la ciudad ya se ha despertado. Comienza un nuevo día, un nuevo día de mierda.

El segundo café va acompañado de otro cigarro, al que siguen unos cuantos más. Es la ansiedad, que ya golpea con fuerza. Chequeo de mails, de ofertas de trabajo, en búsqueda de un poco de esperanza. Contemplas la casa desordenada y maldices en silencio a la persona que vive contigo, que es un puto desastre para estas cosas.

Entonces piensas ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Qué es lo que he hecho mal?

Basta abrir cualquier página de noticias para comprobar que el país se está desangrando. Que mucha gente está igual o peor. Al borde de una intervención económica que supondrá la ruina para medio país, mientras la casta política, banqueros, empresarios, enchufados y caraduras siguen llenándose los bolsillos.

Entonces me empieza a hervir la sangre y desearía una especie de Stalingrado, en el que toda esta chusma fuese ajusticiada en plena calle. Sin piedad ni vacilación.

El día avanza sin novedad; las horas transcurren impasibles. Nada cambia. Me tomo una cerveza y el alcohol me relaja. Me anima a navegar por la red, a escuchar música, a participar en foros, a escribir. A sentirme un poco vivo en definitiva.

La tarde está consagrada al estudio y a la limpieza de la casa. Hasta que llega M. Pero de ella no puedo esperar demasiado. Cansada del curro, lo único que le apetece es hacerse un canuto y ver la tele. De sexo ni hablamos. De hecho hace tiempo que hablamos poco.

Me meto en la cama y leo un rato, intentando coger el sueño cuanto antes. Me encanta dormir. No porque sea perezoso, no porque sea un vago. Pienso en mi familia, en mi pequeño campeón peludo hasta cerrar los ojos.

Me encanta dormir porque no siento nada, puedo perderme en el infinito de mis sueños.

Me encanta porque no tengo estos momentos.

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